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El juicio de El Chapo, en colores pastel

Las Shepard, madre e hija, plasman en sus vibrantes dibujos la memoria gráfica del proceso contra el capo de la droga mexicano

Joaquín 'El Chapo' Guzmán Loera levanta su mano derecha al ver a su esposa, Emma Coronel Aispuro, durante el juicio que tiene lugar en Nueva York.
Joaquín 'El Chapo' Guzmán Loera levanta su mano derecha al ver a su esposa, Emma Coronel Aispuro, durante el juicio que tiene lugar en Nueva York.Shirley y Andrea Shepard

Shirley Shepard es la primera en la cola que se forma cada mañana para entrar en el tribunal federal de Brooklyn. Madruga para tener el mejor sitio en la sala donde se juzga a Joaquín El Chapo Guzmán. Le acompaña siempre su hija Andrea. El narcotraficante mexicano las saluda cuando aún no ha tomado asiento en el banquillo de los acusados, como si buscara ganarse su simpatía. Sabe que será el protagonista de sus dibujos, la única memoria en imagen que hay de lo que pasa en el interior de la corte presidida por Brian Cogan. Las cámaras no pueden entrar. El magistrado pone un límite a las ilustradoras: que no aparezca el jurado ni los testigos que temen por su vida.

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El curioso que acuda al juicio del Chapo las reconocerá por su largo pelo rizado teñido de rubio y los binoculares que utilizan para buscar cada detalle. Visten igual. Usan el mismo color de pintalabios y siempre llevan algo rojo. Llevan el material en un carrito plegable de metal, de los que se emplean para la compra. Las Shepard juegan con una ventaja con respecto a su competencia: dibujan literalmente a cuatro manos, bajo la misma firma. “Nuestro trabajo no se considera arte; una mala foto sustituye a un gran dibujo”, comentan.

Shirley enseña la caja en la que tiene los lápices y protesta antes de dar los primeros trazos. “¿Ves algo verde?”, comenta mientras echa un pirmer vistazo a la sala. Los de ese color se le acumulan de no utilizarlos. Sus manos se manchan rápido de negro, al empezar a marcar el rumbo con el carboncillo. Poco a poco se le irán incorporando colores de los pastel. Hay un elemento común en todos sus dibujos: la bandera de los Estados Unidos.

La artista deja muy claro que antes que nada es americana. De hecho, no es solo famosa en el sistema judicial neoyorquino por estar donde no puede entrar el objetivo de las cámaras. Las Shepard —ambas se niegan a precisar sus edades— ganaron una batalla legal por el lugar donde debe figurar la enseña. “Su sitio es entre el juez y el jurado”, insiste Andrea. Y cuando no está ahí, ya se encargan de colocarla en el lugar correcto en sus dibujos.

Los agentes de la policía judicial las conocen bien, aunque no les conceden ningún privilegio. Se dedican al arte del sketch por casualidad. “Fue en 1991”, recuerda la matriarca mientras señala hacia el Empire State Building desde la cristalera en la octava planta de la corte. Allí trabajó diseñando telas. Se acercó a un tribunal al escuchar que la cadena local de la NBC buscaba a una artista. El acusado era el mafioso Peter Gotti. “Estaba sentado con un dedo en la boca y otro en la barbilla, inmóvil”, recuerda.

Las dibujantes trazan sin compasión. Lo sabe la empresaria y presentadora Martha Stewart, a quien retrataron cuando se presentó en el tribunal tras su arresto en 2003. “¿Podrías sacarme un poco más guapa?”, dice Andrea que le preguntó. Pero todo fue muy rápido, comenta mientras hace una especie de visita guiada por el tribunal. El dúo tiene en la cuarta planta lo que consideran su propio museo, una sala llena de dibujos con su firma.

Shirley y Andrea Shepard, madre e hija, dibujantes en el juicio de 'El Chapo'.
Shirley y Andrea Shepard, madre e hija, dibujantes en el juicio de 'El Chapo'.S. P.

La audiencia de Stewart duró apenas un cuarto de hora, nada que ver con las sesiones de seis horas diarias de El Chapo. Los juicios, añade la madre, “son como una obra de teatro, pero en la que no sabes qué va a pasar”. “Influye mucho cómo te sientas ese día, el sitio, los testigos, los abogados”, explica. “Hay que venir siempre con los ojos muy abiertos, porque todo se mueve menos la bandera", dice, al tiempo que explica qué la Justicia lleva los ojos vendados “porque no se deja corromper”.

Michael Eisner, antiguo consejero delegado de Disney, les pidió que le sacaran con más pelo. “¿Y qué dice que tengo que hacer con su barbilla?”, le respondió Shirley, como si se hubiera empapado de las técnicas de los litigantes que pasan por sus dibujos. Y es que los abogados también les rinden pleitesía. Durante las vistas se acercan a ellas para intentar influir en el boceto.

Pero como dice la artista, a ella no le pagan para agradar a las celebridades, ejecutivos o mafiosos.  Shirley está orgullosa de su hija. “Andrea estudió en Barnard”, dice. “Tiene un doctorado en Economía, pero ese es un mundo de hombres”, añade. Se solapan constantemente cuando hablan. Apunta que en California usan acuarelas, que permiten combinar mejor los colores. “Lo importante al final es la técnica”, sentencia.

Los dibujos originales de las Shepard no están en venta. Hay que perseguirlas sin descanso para conseguir una reproducción. Todas sus obras están protegidas. No hablan de dinero, pero si dicen que el negocio cayó en picado porque los diarios y las televisiones tiran de otros recursos visuales. Shirley rememora los buenos tiempos en que a un juicio acudían más de una decena de dibujantes. En el de El Chapo son tres.

La presencia de cámaras en la corte, explica esta veterana de los tribunales neoyorquinos, “cambia el concepto de Justicia”. “Hay abogados que son puros actores”, señala, “son buenos entreteniendo al jurado y los jueces tratan de hacerlos interesantes para que no se les duerman”. “¿Ves cómo ponen el brazo encima de El Chapo? Eso es porque quieren hacer ver que hay algo humano”, sostiene.

La artista del sketch es muy crítica con la labor de la prensa en la era de Internet. “Os estáis copiando constantemente los unos de los otros”, afirma. “Solo hay que ver los pocos que sois en la sala y todos los artículos que se publican”. “Podría ser periodista mañana mismo”, añade, “sé ver las cosas y escribir. Es solo cuestión de hacerlo bien y de estar satisfecho con el trabajo”.

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