Vivir a los pies de un volcán letal
El Anak Krakatoa, cuya erupción causó el tsunami, genera sentimientos contradictorios entre los locales por su doble faceta de amenaza y reclamo turístico
A lo largo de toda la costa occidental de la isla de Java se oye de forma recurrente un estruendo lejano. Es el Anak Krakatoa, el volcán en erupción que retumba cada vez que expulsa gases y cenizas a unos 50 kilómetros de distancia de las zonas afectadas por el tsunami que originó el pasado sábado. El sonido desconcierta de primeras a los visitantes, pero está ya interiorizado entre la población local, consciente de que convive con un volcán potencialmente devastador que, por otra parte, es un reclamo en una zona que busca atraer más turismo. Estos días, sin embargo, la incertidumbre es mayor entre los residentes, sobre todo desde que Indonesia aumentase ayer el nivel de alerta de 2 a 3, en una escala de 4, por el incremento de la actividad del volcán. Las cenizas que expulsa provocaron la cancelación de una veintena de vuelos comerciales y obligaron a redireccionar otros. Nadie puede garantizar que una nueva erupción no genere otro maremoto, con lo que las autoridades aconsejan a la población de ambos lados del estrecho de Sonda manterse alejada de la costa entre 500 y 1.000 metros.
Los sentimientos de Hendi Eeng hacia el Anak Krakatoa (literalmente “hijo del Krakatoa” en indonesio) son contradictorios. Él es guía turístico especializado en viajes a ese sitio, adonde lleva turistas y curiosos desde 2009 para subirlo y, si las condiciones lo permiten, pasar allí una noche de acampada. Habrá visitado el sitio cientos de veces, la última los pasados días 10 y 11, apenas diez antes de que una erupción de pequeña magnitud causara el derrumbe de la vertiente suroeste del monte, que originó el maremoto al caer al agua. "Es mi trabajo y parte de mi vida”, dice sobre el volcán.
Durante los últimos meses, cuando se incrementó la actividad volcánica, Eeng notó paradójicamente aún más interés en visitar la zona y un aumento del número de reservas. “Es muy bonito, especialmente por la noche, cuando desde una isla muy cercana (que identifica como “la madre del Krakatoa”) uno observa la lava cayendo desde la cima. Es como ver unos fuegos artificiales hechos por la naturaleza”, explica. “He ido incluso con toda mi familia allí a pasar algún fin de semana”, añade. Pero la inmensa mayoría de sus clientes son extranjeros, principalmente europeos, y son poquísimos los indonesios que deciden apuntarse a la excursión. Además del volcán, promociona la zona también por sus playas con aguas cristalinas que albergan un imponente arrecife de corales.
“Yo no iría nunca, todos somos conscientes y conocemos la historia del Krakatoa y de lo que puede ser capaz de generar”, asegura Azizul, estudiante universitario de 21 años que ejerce estos días como voluntario en las tareas de búsqueda de supervivientes. Lo han estudiado, añade, desde pequeños en la escuela y las familias locales cuentan a los críos historias relacionadas con el volcán.
El capítulo que se enseña es la erupción del año 1883, una de las peores desde que hay registros. Ocurrió cuando el país estaba bajo dominio holandés y, de acuerdo con los documentos de esa etapa colonial, murieron como mínimo 36.000 personas debido a una serie de olas gigantes que arrasaron las costas del estrecho de Sonda. La explosión fue tan fuerte que se oyó a miles de kilómetros de distancia y expulsó tal cantidad de ceniza que los cielos de la región se oscurecieron durante días. A Azizul, que como otros indonesios solamente se identifica con un nombre, sus padres le contaban de pequeño que unos pescadores que faenaban cerca del volcán quedaron sordos por el estruendo.
EL CINTURÓN DE FUEGO DEL PACÍFICO
La explosión destruyó gran parte de la isla en la que se asentaba el volcán. En 1928, en la gran cuenca que se originó tras el colapso, apareció una nueva isla volcánica. De ahí salió el hijo del Krakatoa, actualmente un monte de más de 300 metros de altitud. Los vulcanólogos lo estudian minuciosamente y aseguran que, pese a estar permanentemente activo, aún se encuentra en fase de crecimiento, por lo que descartan de momento una erupción tan violenta como la que ocurrió a finales del siglo XIX. A largo plazo, sin embargo, es posible que genere una explosión como la protagonizada por su mítico padre.
El hecho de que Eeng tenga cada vez más clientes muestra que el Anak Krakatoa se ha convertido en una atracción turística. Las referencias al volcán son fácilmente visibles en restaurantes, hoteles y tiendas de Carita y otras playas populares. El área de Tanjung Lesung, situada en esta costa ahora dañada por el tsunami y promocionada como “la puerta hacia el Krakatoa”, es uno de los diez puntos seleccionados por el Gobierno indonesio como nuevos focos turísticos a desarrollar. La elección ha traído más inversión pública para mejorar la infraestructura local, algo que se ha traducido en la aparición de complejos turísticos. El plan tiene por objetivo diversificar la llegada de viajeros al país, actualmente centrados casi exclusivamente en la famosa isla de Bali.
El maremoto provocado por el propio volcán pone en peligro los planes en esta zona occidental de Java que había cosechado cierta popularidad como destino vacacional entre los locales. No tanto porque los daños hayan sido irreparables (infraestructuras básicas como carreteras o puentes siguen en pie), sino por el efecto disuasorio que pueda tener esta tragedia entre los potenciales visitantes. “Obviamente habrá que esperar a que la situación se estabilice, tanto en el volcán como aquí en la costa. Y esto puede no tardar semanas, sino meses. Pero yo creo que esto es solamente una piedra en el camino y que saldremos adelante. Y que el Krakatoa volverá a ser ese sitio en el que uno puede ser testigo de un amanecer de ensueño”, proclama Eeng.
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