Muere a los 106 años Ray Chavez, el último superviviente del ataque japonés a Pearl Harbor
El antiguo intendente de la Marina se reunió con Donald Trump en la Casa Blanca en enero. En una entrevista, el anciano afirmó que "cada día de su vida" recordaba el ataque de 1941
Ray Chavez desconocía qué futuro le depararía al enrolarse en la Marina de los Estados Unidos hace casi ocho décadas. El veterano, que llegó a vestir el rango de intendente, se ha convertido en el último superviviente en morir (a los 106 años de edad) de entre los miles de militares estadounidenses que sufrieron el ataque a Pearl Harbor (Hawái). El 7 de diciembre de 1941, los bombardeos de la aviación japonesa mataron a más de 2.300 personas y, de paso, metió de lleno a EE UU en la Segunda Guerra Mundial. Chavez, que pereció este miércoles en un hospital de cuidados paliativos al norte de San Diego, afirmó en una entrevista que "no había día que no pensara en el ataque perpetrado por el enemigo".
Del anuncio del veterano se hizo eco la propia Casa Blanca, que en un tuit expresó "su tristeza por la pérdida" y manifestó "el gran honor de haberlo tenido en sus dependencias a principios de año". "¡Gracias por tu servicio a nuestra gran nación, Ray!", terminaba el mensaje, acompañado por una imagen del anciano junto a un sonriente Donald Trump. La familia también quiso compartir sus impresiones mediante un comunicado: "Él se sintió honrado de haber servido a su país y de haber luchado entre héroes y le encantó conocer a sus compañeros".
We are saddened to hear the oldest living Pearl Harbor veteran, Ray Chavez, has passed away at the age of 106. We were honored to host him at the White House earlier this year. Thank you for your service to our great Nation, Ray! pic.twitter.com/CA7Xdcxz89
— The White House (@WhiteHouse) November 22, 2018
Natural de San Bernardino (California) e hijo de emigrantes mexicanos, Chavez creció y se casó en San Diego. El motivo por el que acabó sirviendo a su país se lo debe a su esposa, que fue quién le alentó a inscribirse. "Mi mujer me animó porque le gustaba la Marina. Al final de la guerra, ella quería que siguiera, pero ya tenía demasiada guerra y salí", explicó a CNN en una entrevista en mayo.
Antes de abandonar la Marina, el destino le deparó a Chavez un momento imborrable. El día del ataque, él se encontraba asignado a un dragaminas —embarcación destinada a identificar minas submarinas—. Durante su turno identificaron un sumergible japonés en aguas restringidas cercanas. Una vez acabada su jornada se fue a descansar: "Le dije a mi esposa que no quería que me despertaran porque había estado fuera toda la noche, y que estaba muy cansado, y quería dormir un poco", explicó. Sin embargo, la llamada de su mujer lo despabiló y subió a otear el horizonte. "Ella tenía razón. Todos los barcos estaban en llamas, y una terrible cortina de humo cubría todo el puerto". Se libró de la muerte por horas. Durante una semana, participó en las labores de rescate, buscando supervivientes entre las llamas y los escombros.
Tras el suceso, Chavez sirvió en un barco de transporte llamado LaSalle que portaba soldados a varias batallas en las islas del Pacífico, incluyendo las que se dieron en Okinawa y Guadalcanal. Sin embargo, el anciano exmilitar también tiene buenos recuerdos de aquellos días. "Es un gran placer conocer gente nueva y disfrutar de su compañía, y es lo que me pasó a mí". Para Chavez, la lección de vida que le dejó la vida castrense fue la de la "disciplina".
En 2016, menos de 200 supervivientes de los ataques seguían con vida. Ahora, los restos del último superviviente del ataque a Pearl Harbor descansan en el cementerio nacional de Miramar. Chavez acudió a los eventos de la conmemoración "del día de la infamia"—como llegó a afirmar el expresidente Franklin Roosevelt— en varias ocasiones, según ha afirmado su hija, quien también ha declarado: "Fuimos el año pasado y si siguiera vivo, volveríamos el mes que viene. Él siempre decía: 'No soy un héroe. Simplemente hice mi trabajo".
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