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Macron prepara una remodelación gubernamental para impulsar su presidencia

La marcha de ministros clave, la caída de popularidad y sucesivos tropiezos fuerzan un cambio en el Ejecutivo francés

Marc Bassets
Macron y su esposa, el lunes pasado en el Elíseo.
Macron y su esposa, el lunes pasado en el Elíseo. Chesnot (Getty )

El presidente francés, Emmanuel Macron, prepara un cambio de gobierno para salir del bache en el que se encuentra. La caída en los sondeos, la ausencia de resultados tangibles en las reformas, un estilo a veces arrogante y la deserción de ministros clave explican la decisión. El martes, la remodelación, que debe relanzar la presidencia tras un inicio de curso fallido, parecía inminente. Macron, celoso del control de los tiempos y obligado a componer junto a su primer ministro, Édouard Philippe, el rompecabezas ministerial, alargó el suspense. El anuncio podría llegar el miércoles o al final de la semana.

Toda remodelación de gobierno está rodeada en Francia de un teatro y una liturgia particular: el ir y venir de automóviles entre el Elíseo, sede de la presidencia, y Matignon, sede del primer ministro; los ministros y ministrables esperando ansiosos junto al teléfono; las cadenas de información cubriendo el minuto a minuto como si fuese un acontecimiento deportivo.

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"En el Gobierno no hay ninguna febrilidad, ninguna impaciencia", dijo Philippe, que ocupa de forma interina la cartera de Interior, en la sesión semanal de preguntas al Gobierno en la Asamblea Nacional. Era su respuesta a la crítica de Christian Jacob, jefe de filas de Los Republicanos, principal grupo de la oposición. "Usted es incapaz de proponer un gobierno creíble. ¿Hasta cuándo durará esta mascarada?", preguntó Jacob, en alusión al desenfreno de especulaciones sobre los nombres y el alcance de los cambios.

Una posibilidad, que anoche parecía descartada, era que el primer ministro, Édouard Philippe, presentase a Macron su dimisión de manera protocolaria para que el presidente le ratificase de inmediato en el cargo y pudiese encargarle la formación de un nuevo gobierno. Habría sido una manera de señalar con claridad que se abre una etapa. Fuentes del Elíseo, citadas por los medios franceses, señalaron que la opción preferida era los cambios puntuales, sin pasar por la dimisión de Philippe.

La rocambolesca dimisión, la semana pasada, del ministro del Interior, Gérard Collomb, para regresar a su feudo de Lyon, fuerza al presidente a recomponer el equipo. Collomb era un aliado de primera hora de Macron y una de las piezas fundamentales en la estructura del poder.

Su marcha, anunciada tras varios días de titubeos y en contra de la voluntad del presidente, ocurrió poco más de un mes después de la dimisión por sorpresa del ministro de la Transición Ecológica, el popular Nicolas Hulot, que era el representante más significativo de la sociedad civil en el Consejo de Ministros. Al principio de la legislatura, Macron y Philippe ya perdieron a otro peso pesado, el ministro de Justicia veterano dirigente centrista François Bayrou.

La idea de Macron, según han informado Le Monde y otros medios, es aprovechar la salida de Collomb para imponer un cambio que vaya más allá de su sustitución. Una de las incógnitas es cuántos ministros cambiarán, además del de Interior. Otra es qué peso tendrá la llamada sociedad civil y los tecnócratas frente a los políticos.

Los equilibrios ideológicos son otro interrogante. Macron, que ganó las presidenciales con un fuerte apoyo de antiguos votantes socialistas, ha gobernado más como un presidente del centroderecha moderado que como un social-liberal, la familia política en la que se formó. También ha ignorado a MoDem, el pequeño partido de Bayrou, que en la Asamblea Nacional apoya la mayoría presidencial. La escasez de ministros fuertes, capaces de hacer sombra al presidente, ha podido perjudicar al presidente en el primer año y medio del quinquenio.

Sin sufrir ninguna crisis grave, y pese a lograr aprobar las reformas del mercado laboral y de los ferrocarriles públicos, el presidente sufre el desgaste del poder. La revelación, en julio, de las imágenes de su jefe de seguridad, Alexander Benalla, agrediendo a manifestantes el 1 de mayo, fue el primero de una serie de contratiempos que culminaron con el abandono de Collomb.

Macron no ha elegido el momento del cambio. Ha perdido el control de la agenda. Ahora intenta retomarlo.

 

El presidente francés, Emmanuel Macron, prepara un cambio de gobierno para salir del bache en el que se encuentra. La caída en los sondeos, la ausencia de resultados tangibles en las reformas, un estilo a veces arrogante y la deserción de ministros clave explican la decisión.

Una posibilidad es que el primer ministro, Édouard Philippe, presente a Macron su dimisión para que el presidente le ratifique de inmediato en el cargo y pueda encargarle la formación de un nuevo gobierno. Otra es que Macron y Philippe se limiten a cambiar algunos ministros. Las especulaciones sobre los nombres de la remodelación, y sobre su alcance, circulan desde el principio de la semana por París con intensidad.

El cambio podía ocurrir el mismo martes, el miércoles antes del Consejo de Ministros o incluso al final de la semana, cuando Macron regrese de su viaje a Armenia para participar en la cumbre de la Francofonía.

En su comparecencia semanal ante la Asamblea Nacional, el primer ministro enfrió las expectativas de un anuncio inminente. "En el Gobierno no hay ninguna febrilidad, ninguna impaciencia", dijo Philippe, que ocupa de forma interina la cartera de Interior.

Era su respuesta a la crítica de Christian Jacob, jefe de filas de Los Republicanos, principal grupo de la oposición. "Usted es incapaz de proponer un gobierno creíble. ¿Hasta cuándo durará esta mascarada?", preguntó Jacob en referencia a la danza de rumores sobre los nombramientos y los aplazamientos reiterados del anuncio.

La rocambolesca dimisión, la semana pasada, del ministro del Interior, Gérard Collomb, para regresar a su feudo de Lyon, ha precipitado el cambio de Gobierno. Collomb era un aliado de primera hora de Macron y una de las piezas fundamentales en la estructura del poder.

Su marcha, anunciada tras varios días de titubeos y en contra de la voluntad del presidente, ocurrió poco más de un mes después de la dimisión por sorpresa del ministro de la Transición Ecológica, el popular Nicolas Hulot, que era el representante más significativo en el Consejo de Ministros de la sociedad civil. Al principio de la legislatura, Macron y Philippe ya perdieron a otro peso pesado, el ministro de Justicia veterano dirigente centrista François Bayrou.

La idea de Macron es aprovechar la salida de Collomb para imponer un cambio que vaya más allá de su sustitución. La dimisión de Philippe, para volverle a nombrar a continuación, daría mayor fuerza y visibilidad a la remodelación, que en este caso no sería un mero intercambio de piezas sino un nuevo inicio con un nuevo Gobierno: Philippe 3, si se tiene en cuenta que hubo una dimisión y una ratificación del primer ministro tras las legislativas de junio de 2017, unas semanas después de las presidenciales que dieron la presidencia a Macron.

Philippe visitó por la mañana el Palacio del Elíseo, sede presidencial, donde se entrevistó con Macron durante una hora y media. Después regresó a Matignon, sede de la oficina del primer ministro. Según la cadena de radio France Info, en la reunión Philippe no presentó la dimisión.

Una de las incógnitas es cuántos ministros cambiarán, además del de Interior. Otra es qué peso tendrá la llamada sociedad civil y los tecnócratas frente a los políticos.

Equilibros ideológicos

Los equilibrios ideológicos son otro de los interrogantes. Macron, que ganó las elecciones presidenciales con un fuerte apoyo de antiguos votantes socialistas, ha gobernado más como un presidente del centroderecha moderado que como un social-liberal, la familia política en la que se formó. También ha ignorado a MoDem, el pequeño partido de Bayrou, que en la Asamblea Nacional apoya la mayoría presidencial. La escasez de ministros fuertes, capaces de hacer sombra al presidente, ha podido perjudicar al presidente en el primer año y medio del quinquenio presidencial.

Sin sufrir ninguna crisis grave, y pese a lograr aprobar las reformas del mercado laboral y de los ferrocarriles públicos, el presidente de la República ha sufrido una erosión en los últimos meses. El inicio puede fecharse en la revelación, en julio, de las imágenes de su jefe de seguridad, Alexander Benalla, agrediendo a manifestantes el 1 de mayo. Desde entonces, los contratiempos —la dimisión de Hulot y Collomb y la pérdida de popularidad, entre otros— se han acumulado.

Macron no ha elegido el momento del cambio. Ha perdido el control de la agenda. Ahora intenta retomarlo.

Modesta movilización en la calle

Decenas de miles de personas —funcionarios, jubilados, estudiantes de secundaria— salieron el martes a la calle para protestar contra las reformas del presidente Emmanuel Macron. Las cifras —21.500 en París, según cálculos neutrales, 160.000 en todo Francia— y la división sindical —la central reformista CFDT estuvo ausente— no permiten hablar de éxito. Las manifestaciones son las primeras tras el verano, después de que el primer curso político completo de Macron los sindicatos fracasaran a la hora de impedir una reforma laboral y la de la SNCF, la compañía pública de ferrocarriles. Un consuelo del presidente, ahora en dificultades, es la ausencia de una oposición fuerte, tanto en el Parlamento como en la ‘calle’, auténtico poder fáctico.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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