Bolsonaro crece en los sondeos a seis días de las elecciones en Brasil pese a la oleada de protestas
El crecimiento tanto del líder ultra y como del sucesor de Lula, Fernando Haddad, auguran una segunda vuelta encarnizada
Hubo manifestaciones masivas en su contra el sábado pasado a lo largo y ancho de Brasil. Un escándalo, de los más sonados de su abultado historial, porque había asegurado que no aceptaría una derrota en las urnas. Pero nada ha impedido que Jair Bolsonaro, el candidato ultraderechista a la presidencia del gigante latinoamericano, mejore su posición en las encuestas a seis días la primera vuelta en los comicios más cruciales de la historia reciente del país. Si hace ocho días Bolsonaro tenía un 28% de la intención del voto, ahora se arroga un 31%. Detrás de él está Fernando Haddad, sucesor de Lula da Silva en la candidatura del Partido de los Trabajadores (PT), que también se las ha apañado para crecer en la encuesta publicada este lunes: de un 19% pasa a un 21%. El también progresista Ciro Gomes se queda con el 11%.
Es la subida más importante que Bolsonaro ha visto en semanas, y ha ocurrido justo en los días más oscuros de su campaña. El ultraderechista comenzó septiembre saltando del 22% al 26% en las encuestas y luego pasó dos semanas estancado en el 28% de la intención de voto. Varios politólogos se estaban planteando, optimistas, si habría alcanzado ya el máximo de votantes al que puede aspirar pregonando odio.
El clima en las calles y en las redes sociales, al fin y al cabo, se había vuelto visiblemente en su contra, un sentimiento que desembocó el sábado pasado en una treintena de manifestaciones por todo el país para repudiar su candidatura. El rechazo a Bolsonaro se había convertido en el mayor fenómeno político de estas elecciones, y él mismo ya aseguraba que rechazaría cualquier resultado electoral que no le diese la victoria (de lo que se retractó después). Sin embargo, esta ha resultado ser una de sus mejores semanas en las encuestas.
Al mismo tiempo, Haddad, heredero a última hora la candidatura del PT y buena parte de los votos del expresidente Lula da Silva (en la cárcel por corrupción y, por tanto, incapacitado para ser candidato), ha sufrido otro espectacular incremento, pero en los índices de rechazo: de un 27% la semana pasada a un 38%. Una cifra que se va acercando peligrosamente al 44% de Bolsonaro.
Ambos porcentajes prometen una lucha encarnizada en los comicios del domingo. Geraldo Alckmin, exgobernador conservador de São Paulo, que está en el cuarto puesto en las encuestas y no llega ni al 10% de la intención de voto, hizo el análisis más penoso y posiblemente certero de la situación durante el debate de candidatos que se televisó el domingo: "La mitad de la población no quiere ni radicales de derecha [por Bolsonaro] ni de izquierdas [por Haddad]".
Sin embargo, eso es exactamente lo que habrá porque estos datos dejan poco espacio para la imaginación. La pelea se cierra entre ambos candidatos. Es decir, entre el mismo partido que ganado todas las elecciones desde 2002 y la alternativa más radical imaginable. El tercero en discordia, tras Haddad, es Ciro Gomes, de centro-izquierda y solo tiene un 11% de la intención de voto, prácticamente lo mismo desde que empezó: que esto cambie ahora parece bastante improbable. Como cualquier otro cambio: quedan seis días para la cita en las urnas y cualquier mudanza a estas alturas tendría que producirse rápido y con fuerza.
La hora de los escándalos
Sin embargo, esta es la misma campaña que en también en seis días vio cómo apuñalaban a un candidato (Bolsonaro, el 6 de septiembre) y al otro se le prohibía seguir presentándose por una sentencia del Tribunal Electoral (Lula, el 11 de septiembre). Si hay unos comicios dados a los cambios radicales, son estos. Y, de hecho, las máquinas de generar escándalos llevan días funcionado a pleno rendimiento para todos los partidos. Desde el jueves, una revista ha publicado documentos que acusan a Bolsonaro de ocultar patrimonio y un periódico, informaciones de que habría amenazado de muerte a su exmujer. El ultraderechista también intentó generar su pizca de polémica cuando aseguró, el viernes y el sábado, que no aceptaría una derrota en las urnas; el lunes dijo que había cambiado de opinión.
Y el juez Sérgio Moro, encargado de instruir el caso contra Lula, acaba de detonar una de las bombas más poderosas de su arsenal. Ha levantado el secreto de sumario de la declaración que le había hecho, a cambio de una rebaja de condena, António Palocci, exministro de Hacienda de Lula y uno de sus hombres de máxima confianza. En Brasilia siempre se sospechó que Palocci sabía de todas las bajezas y corruptelas del PT (él mismo está en la cárcel por ellas) y en septiembre de 2017 hizo realidad las fantasías más bajas de muchos políticos al aceptar contárselas todas a la justicia.
Ahora, este ha elegido este lunes para airear todo ese arsenal de acusaciones (que aún no han sido investigadas). El resultado se lee casi como una novela escrita por detractores de Lula: según Palocci, el 90% de las medidas parlamentarias aprobadas por el expresidente y su sucesora, Dilma Rousseff, tenían su consiguiente soborno; que buena parte de los donativos de las empresas al PT eran sobornos; y que el 3% de los contratos en publicidad de la petrolera estatal Petrobras iban a parar a las cajas del Partido de los Trabajadores. Y aún quedan seis días para el domingo.
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