La UE advierte a May de que su plan no zanja las dudas del Brexit
Los 27 Estados sin Reino Unido acuerdan prepararse para un divorcio sin acuerdo
La negociación del Brexit entra en un callejón sin salida. La propuesta que Reino Unido presentó hace unos días a la Unión Europea —y que provocó sonoras dimisiones en el Gobierno— no despeja las inquietudes de los 27 países miembros, que alertan de que el tiempo para pactar se agota. A la vista de las dificultades para avanzar en este proceso, especialmente respecto a la espinosa cuestión irlandesa, los ministros europeos de Exteriores han acordado este viernes acelerar los planes de contingencia por si la negociación fracasa.
El Brexit tropieza desde hace meses en la misma piedra: la frontera entre Irlanda, país de la UE, e Irlanda del Norte, territorio británico que saldrá del club el próximo 30 de marzo. Para evitar controles en esa linde que fue motivo de violencia hasta hace 20 años, la primera ministra británica, Theresa May, propuso un plan de Brexit blando que irritó a los partidarios de abandonar el proyecto comunitario. Esa fiera oposición la llevó a dar marcha atrás en los elementos más conflictivos. Justo los que llevan a la familia europea a juzgar poco viable la versión final de este plan británico.
El negociador europeo para el Brexit, Michel Barnier, ha recurrido al lenguaje diplomático para expresar su inquietud. “El libro blanco [de May] suscita muchas preguntas. Las propuestas que se presentan tienen que ser factibles”, ha deslizado tras una reunión mantenida en Bruselas con los 27 ministros de Asuntos Europeos. Barnier teme que, por evitar esos controles de mercancías entre Belfast e Irlanda, Londres se garantice un acceso ilimitado al mercado único sin aceptar las reglas del juego. “¿Por qué deberíamos debilitar nuestro mercado único?”, se ha preguntado Barnier en conferencia de prensa.
Aun así, el excomisario francés es consciente de que desdeñar sin más esta iniciativa debilita a May en beneficio de la línea dura de los tories partidarios de abandonar la UE a cualquier precio. Por eso ha concedido que el documento, que propone una especie de área de libre comercio de bienes entre Reino Unido y sus todavía socios en la que Londres acepta algunas regulaciones europeas, resulta “útil para negociar”. Como ámbitos en los que el terreno está abonado, ha citado el área de defensa y seguridad. Se trata de la zona menos conflictiva de este proceso.
En este contexto de incertidumbres, la preocupación sobre un Brexit sin acuerdo no deja de aumentar. “Es difícil ser optimista en estos momentos de gran desafío. El tiempo se agota y empiezo a estar un poco nervioso”, admitía a su llegada a la reunión el responsable alemán de Asuntos Europeos, Michael Roth. Su homóloga francesa, Nathalie Loiseau, ofrecía un diagnóstico parecido: “Nadie lo desea, pero es nuestra responsabilidad prepararnos para un Brexit sin acuerdo. Es lo que vamos a hacer en Francia”. Las conclusiones del encuentro de ministros recogen el compromiso de avanzar en los planes de contingencia “para estar listos ante cualquier resultado posible”, en línea con la recomendación que lanzó la Comisión Europea el día anterior.
Durante la reunión, que duró casi tres horas, varios países alertaron de que este escenario resulta hoy más probable que nunca, aunque el enorme perjuicio que provocaría a ambas partes obliga a tratar de ahuyentarlo. Barnier evitó asumir el horizonte más catastrofista, pero presentó a los ministros ese plan de Bruselas para acelerar los preparativos frente a divorcio sin pacto y alertó de que se usará “el escaso tiempo que queda” para ese fin. Aunque la fecha límite oficial para cerrar todo el paquete de retirada y las grandes líneas de la relación futura sigue siendo el mes de octubre, el negociador jefe mostró algo más de flexibilidad. “Habría que lograr un acuerdo o constatar que no hay opciones antes de diciembre”, resumió.
Hasta el ministro austriaco, cuyo canciller, Sebastian Kurz, sorprendió hace unos días al mostrarse incluso proclive a ampliar los plazos de negociación del Brexit para evitar una ruptura brusca, alertó de los riesgos de descarrilar. Y estos derivan esencialmente de la cuestión irlandesa. “Sin una solución a este asunto, no habrá acuerdo de retirada y no habrá transición”, avisó Gernot Blümel. Austria ejerce este semestre la presidencia rotatoria de la UE.
Aunque todas las partes admiten que es la cuestión más controvertida, Barnier quiso mencionar también los otros dos problemas territoriales que plantea el Brexit, el de Gibraltar y el de las bases británicas en Chipre. Cada uno requiere soluciones específicas para poder pactar el acuerdo completo de salida. El representante español en la reunión —Luis Marco Aguiriano, secretario de Estado para la UE— insistió en la necesidad de despejar esta incógnita, según las fuentes consultadas.
Los riesgos del libre comercio sin mercado único
Barnier esbozó este viernes tres grandes inquietudes que le suscita la propuesta de relación futura planteada por Londres. El negociador jefe de la UE celebró la voluntad británica de converger con la regulación europea en áreas esenciales para evitar una aduana, pero las juzgó insuficientes. Porque Reino Unido apenas se compromete a alinearse en los requisitos que se comprueban en la frontera (por ejemplo, de seguridad alimentaria), pero no en otros que no son objeto de esa comprobación, como la regulación de transgénicos o de pesticidas. “¿Cómo defendemos entonces el mercado único?”, se preguntó.
En segundo lugar, Barnier se mostró escéptico respecto a la “burocracia adicional” que crearía la promesa británica de cobrar los aranceles que estipule la UE a los productos provenientes del exterior cuyo destino final sea el mercado comunitario (aunque accedan al bloque a través de Reino Unido). El representante de los 27 Estados que permanecerán en la UE tras el Brexit alertó, además, de los riesgos de fraude en este escenario.
La tercera objeción que plantea el libro blanco para la familia comunitaria se refiere a la competencia desleal. Desde el primer momento, este ha sido uno de los principales temores de Bruselas: que Reino Unido se aparte de la legislación europea para competir —a la baja— con sus todavía socios. Si hay comercio sin trabas entre el territorio británico y el europeo pero las regulaciones laborales y de servicios divergen, no se puede excluir que Reino Unido venda a la UE productos que, con las normas europeas, habrían resultado más caros de producir.
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