_
_
_
_
_

El Internet de las cosas: una promesa para el desarrollo

América Latina debe invertir en conectividad a la red para poder aprovechar los beneficios de esta tecnología que está cambiando la vida cotidiana

Vacas con chips en una granja en Santa Catarina, Brasil.
Vacas con chips en una granja en Santa Catarina, Brasil.Banco Mundial
Más información
Hacer el mismo trabajo, pero ganar menos
Si fueses alcalde de tu ciudad por un día, ¿qué cambiarías?
Dominica renace de sus escombros

¿Has oído hablar de los anteojos en cuyos cristales puedes ver el correo electrónico o de la refrigeradora que avisa cuando un producto está a punto de vencerse? ¿Y del brazalete que envía una alerta a un equipo médico que puede ayudar a una persona de la tercera edad si alguno de sus signos vitales se altera? ¿O del sensor conectado a otro dispositivo que registra cuántos transeúntes usan un cruce y, a partir de esa data, mejorar el tránsito en una zona?

Bienvenido al Internet de las cosas (IdC, o IoT, por sus siglas en inglés), la posibilidad de conectar objetos, más allá de computadoras, tabletas o teléfonos inteligentes, a la red.

Los ejemplos mencionados son solo unos pocos de los miles de usos. Según predicciones del sector tecnológico, para 2023 se espera que las conexiones al Internet de las Cosas alcancen los 3.500 millones.

Hace menos de dos décadas esta era una de esas ideas que todos creen utópica, pero los avances en la innovación tecnológica la están haciendo posible. En 2008, la empresa Cisco System ya registraba que había más dispositivos conectados que personas. Desde entonces, el IdC es uno de los brazos más fuertes en el ecosistema de las Tecnologías de la Comunicación e Información (TIC).

Así, aunque todavía no sea un término conocido por todos, el Internet de las Cosas se asoma cada vez más, de forma directa o indirecta, a la vida cotidiana. Desde vacas con chip, monitoreadas desde que nacen hasta que llegan en filetes a las góndolas de los supermercados, hasta los “edificios inteligentes”, los avances en el Internet de las Cosas, la “big data” y la inteligencia artificial producirán transformaciones que reconfigurarán la manera en la que hacemos todo, o casi todo.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El don de ubicuidad, de interoperación de los objetos con los objetos y, en consecuencia, con las personas, las organizaciones y los gobiernos, pueden colaborar con el desarrollo del sector alimentario, la gobernanza, la asistencia sanitaria, la educación, las ciudades y el transporte inteligente, entre otros.

Un universo conectado a Internet

La Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU, por sus siglas en inglés), perteneciente a las Naciones Unidas, afirma que el Internet de las Cosas constituye una próxima fase del desarrollo de la red.

“El Internet de las Cosas ampliará en gran medida la huella digital. Dicha tecnología conectará no solo a personas, organizaciones y recursos de información, sino también a objetos dotados de capacidades de detección, procesamiento y comunicación de información digital. Esta infraestructura ubicua generará una ingente cantidad de datos, que podrá utilizarse para incrementar la eficiencia en términos de producción y distribución de bienes y servicios, y mejorar la vida de las personas de formas innovadoras”, señala el Informe sobre la Medición de la Sociedad de la Información 2017 de la ITU.

En el documento, la organización afirma que el crecimiento en la disponibilidad de las comunicaciones, especialmente de la telefonía móvil celular y de la banda ancha móvil ha sido sostenido. Existe una gama de pronósticos, pero todos anticipan el despliegue de miles de millones de objetos conectados para 2020, asegura el estudio.

El número de abonos a la banda ancha móvil en el mundo supera actualmente los 50 por cada 100 habitantes. Esto ha mejorado el acceso a Internet y los servicios en línea. Es posible, según el McKinsey Global Institute, que para 2025 los aportes del IdC a la economía global sean entre 3,9 a 11 billones de dólares, lo que correspondería, aproximadamente, al 11 % del PIB mundial.

Sin embargo, hay diferencias importantes entre las distintas regiones. La ITU también señala que el número de abonos a la banda ancha móvil de los países desarrollados es dos veces superior al de los países en desarrollo. En América Latina, según el informe Global Findex del Banco Mundial, el 55% de los adultos tiene teléfono celular y acceso a Internet, es decir, 15 puntos porcentuales más que el promedio del mundo en desarrollo.

A pesar de las brechas, hoy hay más de 3,8 miles de millones de suscriptores móviles únicos en los países en desarrollo, incluso hay más personas con teléfono celular que con acceso a agua y saneamiento. El Internet de las Cosas puede ofrecer posibilidades para contribuir a cambiar este panorama.

El Internet de las Cosas para el desarrollo

Pese al número de suscriptores, aunque hay diferencia entre países, la conexión a Internet en América Latina aún debe mejorar: el promedio de velocidades de descarga y carga de la red está entre los más bajos del mundo (ocupa el quinto lugar entre las seis regiones).

Además, el promedio de propiedad de teléfonos inteligentes en la región en 2015 fue del 42%, según los datos de la ITU. Los países tendrían más acceso a los beneficios que aporta el IdC en la medida en que tengan mejor acceso a la internet.

Entonces, lo que está ya sobre la mesa no es la certeza de que el Internet de las Cosas, así como los otros brazos de las TIC y de sus aportes, está cambiando el mundo y de sus posibilidades para el desarrollo, sino de los desafíos que muchos países tienen que superar para que este nuevo enfoque de la tecnología sea una realidad y para que los beneficios que genera puedan ser aprovechados por todos.

El Banco Mundial elaboró un informe (en inglés) justamente sobre los desafíos y oportunidades del Internet de las Cosas para generar nuevas plataformas para los gobiernos. Aunque las necesidades se adaptan a cada región, y más específicamente, a cada país, el informe da un panorama general del estado del IdC en las políticas públicas.

Ya se están aplicando en algunos lugares en sectores como el transporte, medioambiente, agua y energía:

  • Sensores instalados en postes de luz que miden y comparten datos ambientales o de contaminación (Chicago y Barcelona, por ejemplo).
  • Aparatos de GPS que rastrean y dan en tiempo real actualizaciones de la situación del tránsito (Mississauga en Canadá).
  • Medidores inteligentes que monitorean el consumo de energía (Ámsterdam, Seúl).
  • Sensores que detectan el volumen de basura en los contenedores callejeros (Reino Unido).

A partir de la experiencia en varios países, los expertos concluyeron que aún no existen aplicaciones masivas de la IdC en las políticas públicas, que los marcos regulatorios no están actualizados, que muchos proyectos están en evolución y carecen de un modelo de financiamiento a largo plazo; que aún hay un déficit considerable en las competencias y el conocimiento sobre el tema y que a las instituciones aún deben lidiar con problemas en cuanto a la gestión de los datos, que es un aspecto esencial para aprovechar los beneficios de la Internet de las cosas.

Tomando en cuenta este horizonte de oportunidades y desafíos, el Banco Mundial está estableciendo alianzas para ayudar a erradicar la pobreza y desbloquear nuevos impulsores del crecimiento económico a través de los grandes datos del Internet de las cosas.

Marjorie Delgado en productora digital del Banco Mundial

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_