Indonesia condena a muerte a un clérigo radical vinculado a ISIS
Oman Rochman es considerado el ideólogo del grupo yihadista más activo en Indonesia
Indonesia ha optado por la mano dura para combatir los ataques terroristas que han sacudido recientemente al país. Un tribunal de la capital, Yakarta, condenó este viernes a muerte a Oman Rochman, un clérigo radical considerado uno de los fundadores del grupo yihadista local Jemaah Ansharut Daula (JAD). La organización, la más activa en la nación con más musulmanes del mundo, rinde lealtad a ISIS y está detrás, según la policía indonesia, de ataques suicidas como los ocurridos el pasado mayo en la ciudad de Surabaya (isla de Java), en los que dos familias se inmolaron dejando una veintena de muertos y más de medio centenar de heridos.
Un tribunal compuesto por cinco magistrados se ha encargado de juzgar a Rochman, que utiliza el sobrenombre de Aman Abdurrahman, acusado de ordenar a militantes del grupo afiliado a ISIS que perpetraran varios atentados en Indonesia. Según los magistrados, el clérigo fue el cerebro del ataque ocurrido en un centro comercial en Yakarta en enero de 2016, que provocó la muerte de cuatro personas e hirió a una veintena, convirtiéndose en el primer golpe de ISIS en Indonesia. Los cuatro asaltantes también murieron. El fallo le responsabiliza igualmente de incitar el atentado en una estación de autobuses de la capital en 2017, en el que murieron tres policías y los dos suicidas, y de otro cometido contra una iglesia en la isla de Borneo el año anterior en el que falleció una niña de dos años.
Rochman negó su participación en los ataques, pese a admitir que había urgido a sus seguidores a viajar a Siria para unirse a ISIS y fundar el califato, y defendió que los perpetradores eran “ignorantes” y estaban “mentalmente enfermos”, según el diario Jakarta Post. Rodeado de un escuadrón de agentes antiterroristas armados, el religioso se arrodilló teatralmente y besó el suelo cuando los jueces pronunciaron la sentencia.
Según los magistrados, Rochman tutelaba desde la cárcel, donde cumplía su segunda condena desde 2011, las actividades de JAD —fundado en 2015 como amalgama de varios grupos radicales— y divulgaba sus creencias radicales a través de Internet o comunicándose con seguidores que le visitaban a prisión. Fue detenido por primera vez en 2014, debido a la explosión prematura de una bomba que él mismo fabricó en su vivienda en Java Occidental. Y por segunda vez en 2011 por ayudar a establecer un campo de entrenamiento de extremistas en la provincia de Aceh (al norte de la isla de Sumatra y la única en Indonesia en la que rige la sharia, la ley islámica).
Su condena a muerte va en línea con el enfoque de tolerancia cero adoptado por las autoridades indonesias tras lo ocurrido en Surabaya. Poco después de los ataques en esta ciudad, el Parlamento de Indonesia aprobó una nueva ley antiterrorista que permite aumentar el periodo de detención de los sospechosos e involucra al Ejército en las operaciones antiterrorismo.
Indonesia, donde el 88 por ciento de sus 260 millones de habitantes profesa el Islam, tiene una tradición religiosa moderada y pluralista que se ha visto amenazada por los últimos atentados que han golpeado el país. Los ataques de Surabaya, especialmente, sobrecogieron a la nación musulmana por ser los primeros llevados a cabo por familias con niños. Un matrimonio y sus cuatro hijos, incluidas dos niñas de entre 9 y 12 años, se inmolaron en tres iglesias cristianas durante la misa matutina del 13 de mayo, dejando una veintena de muertos y cincuenta heridos. Un día después, otra familia de cinco miembros, entre ellos un niño de ocho años, que sobrevivió, atacó una comisaría de la misma ciudad, dejando una decena de heridos. La policía indonesia atribuyó a JAD la autoría de los ataques, reivindicados por ISIS.
Indonesia ha sido víctima de varios ataques yihadistas en los últimos años. El más mortífero ocurrió en 2002, cuando un atentado de Al Qaeda en la turística isla de Bali provocó la muerte de 202 personas.
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