El paraíso europeo de las bodas entre extranjeros peligra
El tradicionalista Partido Popular Conservador de Dinamarca propone medidas para dificultar los enlaces mixtos en el país escandinavo
El Ayuntamiento de Rudkøbing, al sur de Dinamarca, es un lugar insospechado. Mezcla de consistorio y centro de salud, en sus puertas se agolpan sillas de ruedas y ciudadanos que se apuran en realizar gestiones. En los pasillos, parejas de distintas nacionalidades esperan nerviosas su turno para casarse. No es una situación inusual. En 2016, 13.000 extranjeros decidieron celebrar su enlace en el país escandinavo. La razón es simple: la rapidez y flexibilidad con la que los municipios daneses gestionan las las uniones —que además son reconocidas en todo el mundo— convierte al país en uno de los lugares de Europa donde más fácil es casarse. Sin embargo, este paraíso de las bodas está en peligro, ya que un posible cambio en la ley matrimonial —promovida por el partido popular danés—, que busca acabar con los enlaces de conveniencia, puede dificultar el proceso.
Apenas son las 10:00 de la mañana, y más de una decena de parejas ya ha pasado frente al funcionario encargado de oficiar las bodas en Rudkøbing. También Clara Palma y Jowan Akkash han viajado desde Berlín hasta el recóndito pueblo para casarse. Ella, de 28 años, es española; él, de 38, es kurdo, y si no fuera por la flexibilidad de la ley danesa les sería muy complicado celebrar su enlace y poder vivir juntos. Akkash es refugiado, y según la Ley de Integración alemana no puede mudarse de Voerde, la localidad que le fue asignada por las autoridades germanas cuando llegó al país. Akkash solo tenía dos maneras para cambiarse de domicilio y reunirse con Palma en Berlín, donde vive: conseguir un contrato de trabajo en la capital alemana o casarse, algo que la pareja ya intentó durante varios meses, pero el proceso podía alargarse de manera indefinida y decidieron cambiar de estrategia.
Palma reconoce que, si no hubiera podido casarse de Dinamarca, no sabría en qué punto del proceso estaría. En Alemania, como en otros lugares de Europa, los enlaces con extranjeros no comunitarios son complicados debido al gran número de documentos requeridos. Pero en países como Siria, asolados por la guerra, incluso expedir un simple certificado de estado civil puede convertirse en toda una odisea que se extiende durante meses, incluso cuando se pagan sobornos. Y sin certificado, no hay boda.
En Dinamarca, por el contrario, para casarse es suficiente con presentar los pasaportes y un documento cualquiera que acredite el estado civil de los contrayentes. Palma se siente agradecida por poder finalmente convivir con su pareja, pero al mismo tiempo critica lo absurdo de tener que viajar a otro país para celebrar su matrimonio. "No es lógico que tengas que ir a otro país a casarte porque en el país en el que vives es casi imposible", se lamenta.
La ley matrimonial danesa lleva en activo desde 1969, excepto por una modificación del año 2009. Según la legislación vigente, los documentos que se requieren son los mismos en toda Dinamarca. Pero a la hora de efectuar las uniones, cada municipio decide cómo actuar. Algunos pueblos como Rudkøbing, Ærøskøbing, Soenderborg o Toender, se han "especializado" en oficiar bodas rápidas y no piden algunos requisitos —como pasar dos noches en el lugar antes de poder casarse— como sí hacen otras localidades.
El cambio en la ley, impulsado por la ministra de Infancia y Asuntos Sociales, Mai Mercado, del Partido Popular Conservador, pretende centralizar el sistema para analizar cada solicitud de matrimonio antes de aceptarla. Un cambio que busca luchar contra los matrimonios de conveniencia. Algunas mafias aprovechan las facilidades de la burocracia danesa para organizar uniones fraudulentas entre ciudadanos europeos y extracomunitarios y conseguir así permisos de residencia comunitarios. Los alcaldes de municipios como Ærøskøbing, Soenderborg o Toender ven con recelo la medida. Entienden que esta modificación pone en peligro una de las actividades principales de las localidades que gobiernan y piden al Ejecutivo que ceda a los municipios la potestad de aceptar o denegar las solicitudes de matrimonios de extranjeros, agilizando así el proceso.
Sin duda, el lugar de Dinamarca que se vería más afectado por el cambio de ley sería la isla y municipio de Ærø, al sur del país. De las 13.000 bodas que se celebraron en 2016 en Dinamarca, 4.600 tuvieron lugar en la capital municipal: Ærøskøbing. Pero la relación de Ærø con el negocio de las bodas va más allá. Gracias al turismo nupcial, este pequeño pueblo de 938 habitantes pudo sobrevivir a la crisis económica. Corría el año 2008 cuando la mayoría de negocios del lugar comenzaron a cerrar y la gente a marcharse. Fue precisamente en esta época cuando Louise Badino Moloney, de 47 años, decidió instalar una pequeña agencia matrimonial familiar que se encargaba de realizar "bodas con encanto".
La naturaleza virgen de la isla y la pintoresca arquitectura del municipio, que sigue intacta desde el siglo XVIII, le ayudaron a diferenciarse de la competencia. Las autoridades locales entendieron el potencial del negocio y, tras reunirse con Badino, agilizaron el proceso burocrático para celebrar los enlaces. 10 años después, el experimento ha dado resultado: la empresa de Badino, Danish Island Weddings, ha pasado de celebrar 50 bodas al año a más de 400. En torno a este negocio, que ha puesto en el mapa a la pequeña localidad insular, han crecido numerosas actividades como hoteles, restaurantes y tiendas de artesanía alimentadas por los turistas nupciales.
La ministra Mercado afirma que el impacto de una potencial nueva ley sobre el sector será mínimo, pero los empresarios como Badino temen que acabe con su modelo de negocio. Aunque la proposición de ley no tiene aún una fecha para ser debatida en el Parlamento, el pulso entre la ministra y los alcaldes continúa. El regidor de Ærø, Ole Wej Petersen, se ha convertido en el principal opositor a la iniciativa legislativa, y durante los últimos meses se ha reunido en varias ocasiones con Mercado. Mientras tanto, el destino del paraíso de las bodas pende de un hilo.
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