La nueva protesta palestina en Gaza se salda con siete muertos y un millar de heridos
Miles de manifestantes queman neumáticos. Las tropas responden con medios antidistubios y disparos de munición real
Los temores a un nuevo viernes negro en Gaza, alentados por el despliegue militar israelí y los preparativos palestinos en la frontera, se vieron correspondidos por la intensidad de las manifestaciones y la respuesta armada del Ejército. Al menos siete palestinos —uno de ellos de 16 años— murieron por disparos de las tropas. Según fuentes del Ministerio de Salud de la Franja mediterránea se contabilizaron 1.070 heridos, de los que 293 presentaban impactos de bala. Una décima parte de estos últimos se hallaba anoche en situación crítica. El 30 de marzo, en la primera jornada de seis semanas de protestas, fallecieron 16 palestinos y 400 resultaron heridos de bala.
Miles de manifestantes —unos 20.000, según estimaciones militares israelíes— quemaron centenares de neumáticos desde primera hora de la mañana para nublar la visión de los francotiradores. Las tropas de Israel replicaron desde el otro lado de la frontera con granadas de gases lacrimógenos, cañones de agua a presión, balas recubiertas de goma y disparos de munición real. El despliegue militar a lo largo de 40 kilómetros de valla de separación se concentró en los cinco puntos donde se han levantado campamentos de protesta.
Ambos bandos se habían fortificado con terraplenes durante la semana pasada en previsión de la temida batalla campal. Las tropas tenían orden de abrir fuego contra todo aquel que se aproximase a menos de 300 metros de la verja, y de usar munición letal a 100 metros. Además de piedras y neumáticos viejos, los manifestantes utilizaron espejos para tratar de deslumbrar a los tiradores de élite. “Las Fuerzas de Defensa de Israel no tolerarán que se dañe la valla de seguridad que protege a los civiles israelíes y actuarán en consecuencia contra los alborotadores que lo intenten”, advirtió en un comunicado la oficina del portavoz Fuerzas Armadas del Estado hebreo.
El ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, y el jefe del Estado Mayor, el general Gadi Eisenkot, ultimaron el jueves los preparativos militares frente a unos “disturbios violentos” que Israel contempla como una amenaza a su soberanía territorial. Lieberman —colono en un asentamiento en Cisjordania y encuadrado en el ala más nacionalista del Gobierno— ha ordenado mantener las reglas de enfrentamiento aprobadas hace una semana ante el temor a un ataque armado contra las tropas que defienden la valla. “Si hay provocaciones, reaccionaremos de forma contundente, como la semana pasada. Cualquiera que atente contra nuestra soberanía estará poniendo en peligro su vida”, advirtió el ministro.
Los organizadores de la protesta—secundada por los principales partidos y por la sociedad civil en defensa del derecho al regreso de los refugiados palestinos— han anunciado que impedirán que grupos de jóvenes incontrolados se aproximen demasiado a la frontera para lanzar piedras o cócteles molotov. Prevén mantener las llamadas Marchas del Retorno hasta mediados de mayo, coincidiendo con el 70º aniversario de la creación del Estado de Israel y que el pueblo palestino conmemora como Naqba (catástrofe, en árabe) al forzar al exilio a 700.000 civiles, cuyos descendientes suman hoy más de seis millones, según Naciones Unidas.
El enclave costero palestino está sufriendo en los últimos días los incidentes más trágicos desde la guerra con Israel del verano de 2014, con 28 al menos 28 muertos en una semana. Los responsables palestinos insisten en calificar de marchas civiles y pacíficas las protestas que se están produciendo en el límite territorial con Israel. Pero el ministro de Defensa considera que las manifestaciones encubren “una operación terrorista”. Lieberman también ha arremetido contra los miembros del grupo pacifista israelí B´Tselem —a quienes ha tachado de “quintacolumnistas”—que han publicado anuncios en la prensa para invitar a los soldados a desobedecer la orden de disparar contra palestinos desarmados. “Lo siento, mi comandante, pero yo no disparo”, es el lema difundido por la ONG
Hamás no parecía tener afán de protagonismo en los campamentos que ha visitado EL PAÍS en los tres primeros días de esta semana en la Franja. Cientos de jóvenes desempleados se han dedicado a transportar neumáticos viejos mientras profesores y dirigentes locales imparten charlas sobre la causa palestina. El movimiento islamista ha anunciado que indemnizará con 3.000 dólares a las familias de cada unos de los fallecidos en las protestas y con 500 dólares a los heridos más graves. La oficina del portavoz de las Fuerzas Armadas ha respondido finalmente a la pregunta planteada por este periódico sobre el tipo de munición empleada por los francotiradores el viernes pasado. Médicos y familiares de los heridos aseguraron que habían sufrido el impacto de balas de gran calibre o “explosivas”, a la vista de los graves daños causados. “Las Fuerzas de Defensa de Israel solo usan armas y municiones que están amparadas por la legislación internacional”, rezaba la respuesta oficial.
Amos Harel, corresponsal de Defensa de Haaretz, considera que las órdenes dadas a los francotiradores el pasado viernes fueron “muy permisivas", tras el resultado de 800 heridos por munición real. “La situación de dispersión sobre el terreno dejó un amplio margen de discreción a soldados relativamente jóvenes”, argumentaba Harel el jueves en un análisis publicado por el diario israelí. En su opinión, el elevado número de muertos y heridos también reveló entonces la grave carencia en las Fuerzas Armadas de “medios no letales que sean efectivos para disolver marchas desde una relativa distancia”.
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