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Gaza mantiene las protestas pese a los disparos de Israel

Las facciones palestinas se unen en defensa del derecho al retorno de los refugiados

Mujeres palestinas lloran por la muerte de un familiar, este lunes en Jan Yunis. En vídeo, declaraciones sobre el primer asesinado en la frontera de Gaza.Vídeo: KHALIL HAMRA (AP) / EPV
Juan Carlos Sanz

Las facciones de Gaza parecen haber olvidado sus tradicionales rencillas intestinas para hacer piña en torno al derecho al retorno de los refugiados palestinos. Consideran que las amenazas de la Administración del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de eliminar esa reivindicación histórica de su pueblo han sido el catalizador para una movilización de nuevo cuño. Los dirigentes palestinos ya han advertido de que mantendrán el pulso de las protestas en la frontera durante seis semanas pese a los disparos de los soldados.

La marcha de decenas de miles de manifestantes ante el límite de la Franja con Israel se ha saldado desde el pasado viernes con los incidentes más mortíferos tras la guerra de 2014. En Gaza, dos de cada tres habitantes son refugiados. Como el profesor de historia Issam Adwan. “Desde las colinas de Beit Hanun [norte de Gaza] puedo ver las tierras que mi familia tuvo que abandonar cerca de Ashkelon en 1948, cuando se creó el Estado de Israel”, asegura en su despacho de la Universidad Abierta de Al Quds. Adwan es uno de los coordinadores de la Marcha del Retorno, la movilización que desde ha causado ya 18 muertos por disparos de francotiradores del Ejército y más de 1.400 heridos entre los manifestantes. No es la Marcha Verde que Marruecos lanzó en 1975 contra el Sáhara Occidental bajo poder colonial español. Pero las Fuerzas Armadas de Israel, la maquinaria bélica más poderosa de Oriente Próximo, se enfrentan al desafío de cómo afrontar las multitudinarias protestas de civiles desarmados previstas hasta el 15 de mayo, cuando los palestinos conmemoran la Naqba o catástrofe que les condujo al exilio. En la víspera, el 70º aniversario de la fundación de Israel coincidirá con el traslado a Jerusalén de la Embajada de Estados Unidos.

Además de los 1,3 millones de refugiados asentados en Gaza, en Cisjordania y Jerusalén Este hay otros 700.000, junto con 4,5 millones en Jordania y cerca de medio millón tanto en Siria como en Líbano. “Nosotros elevamos la diáspora hasta los 11 millones, aunque la UNRWA [Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos] solo tiene registrados unos seis millones”, recapitula el profesor gazatí. “En mayo la campaña de protestas se va intensificar, y no descartamos que se prolongue más allá de la Naqba”, aclara Adwan. “El objetivo de las marchas pacíficas es hacer llegar a la opinión pública global nuestra causa y nuestro derecho a regresar a nuestra tierra”.

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Israel no admite ese derecho de retorno de los refugiados palestinos, ya que estima que pondría en peligro la identidad judía del Estado. En algunos procesos de negociación, no obstante, ha llegado admitir compensaciones económicas para los desplazados, que correrían siempre de cuenta de la comunidad internacional.

La identidad de la última víctima mortal de las protestas del viernes se conoció este lunes tras su fallecimiento. Se llamaba Faris al Raqib y tenía 29 años. Era militante de la Yihad Islámica, un grupo considerado terrorista por EE UU y por la Unión Europa, al igual que el movimiento Hamás, que gobierna de facto en Gaza. Estaba desarmado y fue visto, según imágenes captadas por la agencia France Presse, mientras evacuaba heridos antes de caer él mismo atravesado por una bala.

“Baño de sangre”

En el campamento de tiendas de la Marcha del Retorno de Abu Shafia, en la frontera nororiental de la Franja, el dirigente de la Yihad Islámica Jaled al Batsh asegura que “Israel tiene la responsabilidad del baño de sangre de manifestantes civiles pacíficos”. Los organizadores ya han instalado un entoldado para las intervenciones de los líderes políticos en Abu Shafia.“Las marchas van a continuar pase lo que pase”, explica tras darse un baño de masas.Batsh destaca “el acuerdo nacional suscrito por todas las facciones palestinas” en favor del regreso de los refugiados y contra el bloqueo a Gaza.

“Nosotros no queremos comenzar una guerra con Israel; no va a haber lanzamiento de cohetes desde aquí, ni vamos a permitir que se produzcan enfrentamientos armados”, puntualiza el dirigente islamista. Tanto Hamás como la Yihad Islámica poseen milicias entrenadas para el combate. El Ejército de israelí confirma que mantendrá las mismas reglas de enfrentamiento y abrirá fuego contra quienes arrojen piedras, bombas incendiarias o neumáticos quemados contra los soldados.

“Israel solo pretende que suspendamos las marchas y busca excusas para recurrir a la fuerza”, argumenta Adwan, miembro del comité que organiza las protestas. “Sabemos que puede producirse una tragedia, pero ¿acaso puede un pueblo recuperar su patria sin tener que pagar un precio por ello?”, se pregunta este profesor experto en la desventurada historia de Palestina.

El muchacho de la moto de Jabaliya

“¿Y qué podía hacer yo para impedirle acudir a la marcha en la frontera”, se interrogaba este lunes Jaled al Najar, de 58 años, funcionario de la Autoridad Palestina. Su hijo Mohamed, de 25 años, fue el primero en morir el pasado viernes bajo los disparos de los francotiradores israelíes en la manifestación de Abu Shafia.

“La bala le entró por el vientre y salió por la espalda dejando un gran boquete”, relata Alí Tawen, tío materno del muchacho ante la postración del padre. Llevan ya cuatro día de duelo a la puerta de su casa en el barrio de Jabaliya, un antiguo campo de refugiados al norte de la capital gazatí, adonde el clan llegó desplazado en 1948 desde Ashdod, hoy el gran puerto del sur de Israel.

Junto a un cartel con la imagen del muchacho calificado de “mártir” por las autoridades, sus 10 hermanos han estacionado su moto Hoejiang de 250 centímetros cúbicos. “Era lo que más quería en el mundo; le enterramos con la llave de contacto en el bolsillo?, certifica sus familia.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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