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Una reforma de dos velocidades

Francisco cumple cinco años al frente de la Santa Sede en un papado marcado por un cambio radical del mensaje y un lento giro en temas como los abusos o la economía

Daniel Verdú
El Papa Francisco saluda a un grupo de parlamentarios de Marsella.
El Papa Francisco saluda a un grupo de parlamentarios de Marsella.AFP

El 13 de marzo de 2013, cinco minutos después de las siete de la tarde, casi nadie esperaba que el cardenal Jean-Louis Tauran pronunciase su nombre. Los sanedrines vaticanos hablaban de un italiano, algunos incluso lo dieron por hecho y prepararon sus felicitaciones. Pero la Divina Providencia, en uno de los momentos más convulsos de la Santa Sede, prefirió traerse del otro lado del planeta a Jorge Mario Bergoglio, un argentino más acostumbrado a la calle que las moquetas de los salones romanos. Una mayoría de los 115 cardenales electores del cónclave de la Iglesia católica, la institución política más longeva del mundo, consideró que era el adecuado para descifrar la ola de cambio que amenazaba con aislarles entre aquellos muros.

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Cinco años después, la puerta está abierta. Pero, pasada la euforia inicial, Francisco, de 81 años, se encuentra metido de lleno en una remodelación integral cuya disparidad de resultados -agunos casi imperceptibles- sugiere que necesitará más tiempo de lo imaginado. La reforma de las formas se da por descontada. Se terminó el aislamiento, se abrió el Palacio Apostólico definitivamente y se abandonaron todos los privilegios. Incluidos los del propio Pontífice, que se marchó a vivir a la residencia de Santa Marta, cambió su coche de lujo por un Ford Focus y fue al encuentro de la gente. Los desheredados y la periferia social del mundo han pasado a ocupar el centro del nuevo relato. El cambio en la manera de transmitir el mensaje, desde el propio Francisco en su homilía matinal de Santa Marta, hasta la reformulación de la estructura comunicativa, han sido radicales. Se buscaban nuevos receptores, se requerían nuevos canales.

El Papa, que ha sabido convivir con su predecesor a pocos metros —ayer se hizo pública una elogiosa carta de Joseph Ratzinger hacia su figura—, ha modificado el acercamiento de la Iglesia a los homosexuales, a los divorciados y a las mujeres. Ha construido un discurso a favor del medioambiente y ha viajado a lugares donde la Iglesia Católica es irrelevante en número como Bangladesh o Myanmar. Una de las transformaciones más importantes ha sido la apertura periférica de la Iglesia, especialmente a través de la creación de nuevos cardenales, con cuatro consistorios desde 2013. Una renovación que afecta a 49 de los 117 purpurados electores, acercándose a la mayoría. Entre ellos un tercio son europeos (16 con 7 italianos). En el colegio configurado por el Pontífice los europeos ya no son mayoría, algo que ya había sucedido en algún periodo, pero de forma más leve y sin marcar ninguna tendencia al alza como ahora.

Podría hacer mucho más escuchando en mayor medida a las mujeres en la toma de decisiones, y no lo hace nunca", dice la historiadora Lucetta Scaraffia

Así como Juan Pablo II fue el Pontífice que ayudó a derribar el muro entre este y oeste, este Papa —el primero en 13 siglos que no viene de Europa— busca algo parecido con la barrera entre el sur y el norte. Empezando por los órganos de poder del Vaticano que consolidará las reformas y elegirán al siguiente Pontífice. El resultado, entre otras cosas, será un cónclave más impredecible y la solidificación de los cambios a través de unos representantes de la Iglesia más cercanos a la idea de un pastor que a la que, en ocasiones, se ha querido elegir del príncipe.

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La mujer cuenta algo más. Ocupan algunos puestos de responsabilidad, como la dirección de los Museos Vaticanos o la portavocía de la Santa Sede. La historiadora y directora del suplemento femenino de L'Osservatore Romano, Lucetta Scaraffia, reconoce avances como la promoción de Magdalena junto al resto de Apóstoles. Pero cree que ha sido demasiado poco. “Podría hacer mucho más escuchando más a las mujeres en la toma de decisiones, y no lo hace nunca. Y eso es verdaderamente grave. En el C9 [el consejo de cardenales que le asesora acerca de la reforma], por ejemplo, no ha escuchado nunca a una mujer, cuando hay organizaciones con religiosas que tendrían muchas cosas que aportar”.

Los grandes ejes administrativos, como la transformación de la Curia, la reforma económica o la lucha contra los abusos a menores, han encontrado constantes resistencias a lo largo de estos cinco años. De hecho, ayer Ratizinger hablaba en su carta de "prejuicios" hacia el Papa y le defendía de las críticas. Le han acusado de hereje, han colgado carteles en Roma contra él y se han creado decenas de blogs con chismes.  “Algunos tienen dificultades en aceptar los cambios. Pero el Papa ha dicho que se presenten esas dificultades y las estudiará. Yo mismo lo he hecho. Hay que ofrecerle una armonía de opciones para que tome las decisiones más aptas. Pese las resistencias, tiene la voluntad de seguir adelante. Escucha al C9 y lo lleva adelante. Sabe que hay un trabajo de fondo sin prisa, pero el Papa no tiene un poder absoluto”, señala el arzobispo retirado, Agostino Marchetto.

Dos de los tres vértices de su reforma económica han quedado descabezados

El esfuerzo en reformular las finanzas, por ejemplo, arroja luces y sombras. La buena noticia: se ha reducido del déficit, hay nuevos órganos de control, cierre de cuentas sospechosas y mayor transparencia. No se admiten chanchullos. Y ahora quién la hace la paga. Prueba de ello es el juicio por blanqueo de capitales y malversación de fondos al expresidente del Banco Vaticano (IOR), Angelo Caloia, y al abogado Gabriele Liuzzo. Lo malo es que dos de los tres vértices que debían guiar la gran reforma económica salieron rana: el superministro de finanzas Cardenal George Pell espera juicio en Australia por abusos a menores y el auditor de cuentas Libero Milone dimitió bajo amenaza de detención por haber espiado, supuestamente, a altos cargos de la Santa Sede. En el triángulo solo queda el lúcido cardenal alemán Reinhard Marx, que pilota el Consejo para la Economía.

Francisco quiso tomar también el relevo de la lucha contra los abusos a menores creando una prometedora comisión para la prevención de casos. Sigue siendo una herramienta muy útil. Pero las dos víctimas que fueron incluidas se marcharon dando un portazo y denunciando inadmisibles resistencias de la curia. Y, pese a que el Vaticano explicó recientemente que el Papa se reúne los viernes con otros supervivientes de abusos, su lucha volvió a cuestionarse internacionalmente cuando el propio Pontífice puso en duda —dijo que eran calumnias si no llegaban pruebas— las acusaciones de algunas personas durante su viaje a Chile.

Marie Collins, símbolo de esta causa y una de las víctimas que abandonó la comisión, se siente ahora decepcionada. “Fue un inicio muy esperanzador, pero ha ido desinflándose. Se aprobaron muchas proposiciones, pero nunca se implementaron. Y lo de Chile ha sido muy chocante. Escuchando aquellas palabras del Papa parece que, a veces, no se entienden el daño que causa este fenómeno en las víctimas y en la propia Iglesia. Mandar al arzobispo Charles Scicluna a investigar el caso en un buen movimiento, pero debía ser antes”, critica.

La duda en todo proceso de reformas consiste siempre en determinar cuándo estas son ya irreversibles. Un dato que, entre otras cosas, también podría aportar pistas sobre el momento en que el Papa —si sigue, como dijo, el camino marcado por su predecesor, Benedicto XVI— dará por concluido su trabajo.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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