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El sur de Italia se rebela

La parte meridional del país, arrasada económica y socialmente, abraza masivamente las propuestas de M5S y reconoce en Luigi Di Maio a uno de los suyos

Un vecino de Pomigliano D'Arco pasea delante de los carteles electorales.
Un vecino de Pomigliano D'Arco pasea delante de los carteles electorales.Antonello Nusca
Daniel Verdú

Muchas de aquellas reuniones se celebraban en el pequeño bar de Rosa Carace, en el centro de Pomigliano D’Arco. No tenían ni 20 años y ya querían arreglar el mundo, recuerda ella detrás de la barra mientras ruge su vieja cafetera. Se ocultaban detrás de una mampara, pero podía escucharles perfectamente. Luigi Di Maio (Avellino, 1986) llevaba la voz cantante, siempre tuvo madera de líder. Los fines de semana repartía pasquines en el mercado con su madre del brazo, preguntaba a la gente, se metía en todos los líos. Maria, Assunta y Nunzia, que fue su compañera de colegio, asienten en la barra. Hijo de una profesora y de un pequeño constructor de la zona, el líder del Movimiento 5 Estrellas (M5S), el partido más votado y un auténtico ciclón en el sur de Italia (una de cada dos papeletas), es hoy el orgullo de un pueblo poco dado a las alegrías colectivas. Al cabo de 10 minutos, la tertulia política en el bar ya reúne a siete personas con el mismo fervor por Di Maio. Entonces, Rosa deja de remover un café con la cucharilla y se pone seria.

—Escriba esto bien claro. Puede que Luigi no tenga ningún título universitario, pero tiene dignidad. Justo lo que les falta a los demás. Es uno de los nuestros.

No es casualidad que Luigi Di Maio creciera en Pomigliano D’Arco (39.900 habitantes), un pequeño pueblo a 20 kilómetros de Nápoles golpeado por casi todos los males del sur de Italia. Una crisis industrial que diezmó la plantilla de la histórica fábrica de Fiat, una tasa de paro que alcanza los niveles más altos del país y un terreno abonado para el crimen organizado. Cerca de aquí se descubrió en 2003 que la Camorra tenía más de 1.200 vertederos de residuos ilegales que llevaban años envenenando a la gente. En la Tierra de los fuegos —como la llamaron— la tasa de tumores es un 46% superior a la media en los hombres y un 21% en las mujeres. No es casualidad tampoco que Sergio Costa, el general de los Carabinieri que llevó la investigación, sea el candidato de M5S a ministro de Medioambiente. Ni siquiera es fortuito que la propuesta estrella de la formación, una renta mínima de ciudadanía que supuestamente permitiría a todo el mundo llegar los 780 euros mensuales, haya sido el golpe definitivo. El sur de Italia, inclinado antiguamente a un voto clientelar hacia los partidos de gobierno, ha dicho esta vez basta.

Hay un vínculo directo entre el éxito de M5S (32,7% de los votos), la renta per cápita y la tasa de desempleo del país. La formación, una suerte de start up política creada en 2009 por el cómico Beppe Grillo y el empresario de comunicación Gianroberto Casaleggio, gana donde el malestar y el cabreo son mayores. El gráfico marca una diagonal ascendente desde regiones del norte como Lombardía o Trentino Alto Adige, donde la riqueza es inversamente proporcional a sus votos, hasta Calabria, Campania, Basilicata, Puglia, Sicilia o Cerdeña, donde el PIB está por debajo de la media europea y el paro muy por encima de la italiana. Ahí el M5S ha obtenido entre el 40% y el 50% de los votos y ha marcado una frontera política insólita en un país ya de por sí históricamente fracturado.

Celebración de la victoria electoral en Pomigliano D'Arco.
Celebración de la victoria electoral en Pomigliano D'Arco.Antonello Nusca

El artefacto político que lidera Di Maio, construido fuera del tradicional eje ideológico izquierda-derecha, es el que mejor ha sabido leer la herida de una Italia que sigue invirtiendo mayores recursos en las zonas más ricas (296 euros por persona en el norte) y menos donde mayor es la necesidad (107 en el sur, según datos de Svimez). La victoria también es significativa en los barrios periféricos y más degradados como Scampia, la zona cero durante años de la Camorra napolitana (más del 65% de votos), o San Giovanni a Teduccio, una depauperada zona industrial del este de la capital de Campania (60%).

Hay un vínculo directo entre el éxito de M5S (32,7% de los votos) en algunas zonas, la renta per cápita y la tasa de desempleo del país

El fenómeno se reproduce donde hay obreros y el ruido de las máquinas ha dejado de sonar. A las 14.00 comienza el cambio de turno en la fábrica de Fiat de Pomigliano D’Arco. Decenas de trabajadores terminan la jornada y se dirigen en grupo a la salida. Salvatore Esposito, 56 años, tres décadas en la cadena de montaje. Siempre votó a la izquierda. “Era de los duros, del Partido Comunista”, suelta masticando la mala leche de las ocho horas en el tajo. La izquierda ya no representa a los obreros, protesta. El mantra recorre Europa y brilla en el sur de Italia. “Por primera vez en mi vida he dejado de votarles. Apoyo a Di Maio”. Las 20 personas que caminan junto a él hacia la salida asienten y levantan la mano mostrando los cinco dedos: Cinco estrellas.

Las pensionistas tienen una visión parecida. Domenico Leone, un tipo alto y robusto que aparece con un pequeño ramo de mimosas para su hija en el Día de la Mujer, trabajó 43 años en la misma fábrica. Hubo cambios. Primero fue Fiat. Luego General Electric. Pero él se mantuvo siempre en la izquierda. Votó comunista, socialistas, luego PD... Y algo se rompió. “Son peores que la Democracia Cristiana. Aquella gente que luchó con nosotros ahora son casta, tienen sueldos vitalicios, puestos en los consejos de administración. Nos han abandonado”. Domenico fue el último en convencerse de sus antiguos compañeros, no le sonaba bien el rollo del Movimiento. “Me costó aceptarlo. No son lo mismo… Pero el PD ha hecho política contra nosotros, el Jobs Act [la reforma laboral de Renzi] nos ha masacrado. Di Maio no es de izquierdas, pero lucha por la moralidad de la política, por la transparencia”. El 37% de los obreros de Italia ha votado M5S, según el instituto Cattaneo.

Don Peppino, párroco y amigo de Luigi Di Maio en Pomigliano.
Don Peppino, párroco y amigo de Luigi Di Maio en Pomigliano.Antonello Nusca
"La política, especialmente en el sur, está fuera de la vida real”, critica el párroco de Pomigliano

La izquierda ha muerto, viva la izquierda. El partido de Luigi Di Maio ha enterrado al PD en el sur. La mayoría de votos que ha perdido el partido de Renzi ha ido a parar los grillinos (14%) o a la abstención (22%). Un fenómeno que sugiere, como ha sucedido en España, que tarde o temprano las dos formaciones en auge —Liga y M56— tratarán de fagocitar a los partidos tradicionales a izquierda y derecha. Este es solo un paso intermedio en el trasvase de votantes. “El sur ha votado para hacer tabla rasa de las clases dirigentes, sobre todo de izquierda. Una parte de la culpa es de Renzi, de su desvinculación con la izquierda clásica. Aquí se ha pagado muchísimo en la crisis, pero sobre todo, unas políticas de austeridad asimétricas que, en términos de contribución, han pesado el doble que en el norte”, señala Giuseppe Provenzano, vicedirector de Svimez, la asociación que analiza el desarrollo del sur.

La antipolítica se institucionaliza, pero el fenómeno ha cuajado en la base. Don Peppino, el párroco de Pomigliano, llega a la parroquia con un grupo de niños de familias sin recursos. Se ocupa de ellos y de otras batallas sociales. De eso conoce a Di Maio, católico practicante, desde que tenía 15 años. Trabajaron juntos en la preparación de un referéndum contra la privatización del agua en la región. El líder de M5S participó en lo que el cura define como un "observatorio político" gestionado desde la parroquia. Una forma de analizar los problemas de la gente sin atender a los ejes ideológicos que encontró un encaje perfecto en el M5S. “Esto es una revolución. La gente ha dicho basta. Está harta de que no se respeten sus derechos. La política, especialmente en el sur, está fuera de la vida real”. En Pomigliano creen que, por fin, uno de los suyos ha llegado a Roma para solucionarlo.

La renta mínima, una arma de doble filo

Silvio Berlusconi, en plena amargura por la derrota electoral, se acordó de la promesa grillina que tanto daño le ha hecho en el sur. En el vídeo que lanzó desde su casa no pudo contenerse. “Lamentablemente, muchos electores han creído en la promesa infundada de la renta de ciudadanía. Se darán cuenta pronto con una desilusión”. Para el ex Cavaliere, que sabía que se jugaba los últimos días de su carrera política en el sur de Italia, ese ha sido el arma devastadora del M5S.

Y algo de razón tiene. El pasado jueves, en varias oficinas de la administración fiscal del sur ya había colas el pasado jueves para pedir los 780 euros. La propuesta, ni está aprobada ni consiste exactamente en eso. Giuseppe Provenzano, sin embargo, advierte que centrar el análisis en esta promesa podría ser equivocado. “Es una reducción racista y simple. No es así, porque este voto está ligado al sufrimiento social. Pero también es transversal de las fases sociales. Hay muchos jóvenes también. Creo que es un momento de rechazo a un estado que no garantiza servicios a la altura. Ha sido un voto contra el abandono del sur. Y ese abandono se refleja en las clases dirigentes”. Pero la expectativa levantada es tan alta, que el arma puede terminar siendo de doble filo.

Además, la llamada renta mínima, en realidad no responde a lo mismo que en otros países. Se trata más bien de un subsidio temporal por desempleo. Las condiciones para recibirla son ser mayor de 18 años, estar desocupado o recibir una renta por debajo de los 780 euros, inscribirse a un centro de ocupación y aceptar, como máximo, la tercera oferta que se reciba. Son 9 millones de italianos que no llegan a 9.360 euros al año. Pero, de hecho, el país ya tiene un mecanismo parecido que entrará en vigor a partir de julio. La gran diferencia es que la cantidad es de 485 euros.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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