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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Las mujeres vamos a luchar por vivir en paz

En México, el problema es bastante más drástico. Sumado a la falta de términos legales objetivos, está la enorme impunidad

Una niña en la protesta por el Día de la Mujer en Ciudad de México.
Una niña en la protesta por el Día de la Mujer en Ciudad de México.AFP

Queremos vivir y vamos a luchar por vivir en paz. Por eso es necesario generar una conversación abierta y global para tratar los temas que nos lo impiden. Uno de ellos es el hostigamiento y el abuso sexual asociados al abuso de poder.

El tema se volvió ineludible en octubre de 2017 a partir de las más de 80 acusaciones públicas contra el productor de cine estadounidense Harvey Weinstein por acoso sexual, agresión sexual y violación. Las primeras declaraciones alentaron las siguientes y así sucesivamente, hasta que quedó claro y a la vista de todos que estos delitos se cometen habitualmente en la industria del espectáculo y en otros ámbitos regidos por relaciones de poder (la academia, el empleo, las familias). Lo que no ha quedado claro es a qué exactamente nos referimos al hablar de acoso y abuso sexual y cómo las relaciones de poder tienen un impacto directo sobre estos delitos.

Las acusaciones muchas veces no llegan a denuncias por falta de una narrativa estable y consolidada, legal y cotidiana, que como sociedad nos permita entender y hablar de estos temas. Si no hubo penetración o no se puede probar, si quien acusa no dijo expresamente que “no”, o no se defendió de forma indubitable, si se puede pensar que quien acusa provocó con su actitud o su forma de vestir al acusado, si se puede probar que había una relación de amistad o de cariño, o si no se denunció oportunamente, se cuestiona si hubo acoso, abuso sexual e, incluso, abuso de poder.

¿Dónde empiezan y terminan el acoso y el abuso sexual? En el caso promedio, la víctima no tiene referencias claras para identificar cuándo está siendo sujeto de estos delitos y tampoco sabe si el caso concreto cuenta con reconocimiento externo. Esto se debe, en buena medida, a que son delitos cometidos principalmente contra mujeres.

El lenguaje existente en materia de acoso y abuso sexual es esencialmente masculino y sirve propósitos que no pasan por la visión de la mayoría de las víctimas. Esto mismo es una forma de abuso de poder. La legislación, en general, no contempla la gradación inherente a la materia. No sirve de nada hacer más compleja la conversación en los términos de las definiciones existentes. Para que se configuren delitos verdaderamente punibles y reprobables ante la sociedad, hace falta repensar los conceptos hasta que asimilen la identificación del supuesto y el reconocimiento externo, de tal modo que sean admisibles para todos.

Estas carencias desalientan a las víctimas a presentar denuncias porque oscurecen los aspectos delictivos del acoso y el abuso sexual, favorecen a los victimarios y permiten la negligencia ante el abuso de poder, dejando al arbitrio de los jueces la decisión de si se cometieron o no los delitos y, a veces, también al del escrutinio público.

En México, el problema es bastante más drástico. Sumado a la falta de términos legales objetivos, está la enorme impunidad. ¿Quién puede olvidar el caso de Daphne y los Porkys? Daphne, que entonces tenía 17 años, denunció a un grupo de hijos de empresarios y políticos veracruzanos porque la obligaron a subir a un coche, la toquetearon repetidamente, uno la penetró con los dedos y todos se burlaron de ella. Más tarde uno de ellos la violó y, aún así, la sentencia dictada por el juez de la causa asegura que no hubo abuso sexual, haciendo alusión a conceptos como “tocamientos en los que no hubo actitud lasciva” y “que no se pudo probar la indefensión de la víctima porque pudo intentar cambiarse de asiento”, entre otros. Se trata de una sentencia que exime de consecuencias legales el abuso sexual y el abuso de poder revueltos en la licuadora. El juez que dictó la sentencia manipuló el lenguaje para favorecer a los denunciados porque los tipos delictivos de abuso erótico-sexual y acoso sexual en el código penal de Veracruz son escuetos. No hay mayores restricciones interpretativas.

La conversación seria, en busca de consensos sobre cambio climático, se apuntaló en el 2006, cuando Al Gore (excandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos) mostró en el documental Una verdad incómoda cómo el cambio climático, en esencia, se cobra vidas y destruye el planeta. El tema subió a la categoría de urgente y desde entonces se crea constantemente una infraestructura conceptual para discutirlo. La violencia contra las mujeres también se cobra vidas y necesita una narrativa propia. Estamos ante el momento Al Gore de la violencia sexual contra las mujeres. Tomemos esta experiencia para ponerlo en la agenda, definir qué es qué, sin perjuicio de las víctimas. El feminismo no está aquí para combatir a los hombres, sino para tratar los temas que afectan a las mujeres.

Luisa Reyes Retana es escritora.

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