_
_
_
_

Tariq Ramadan, el intelectual del doble lenguaje

El pensador suizo, figura controvertida del islam, ha sido acusado de violación

Marc Bassets
costhanzo

Tariq Ramadan, el intelectual suizo acusado en Francia de violar a dos mujeres y en prisión preventiva desde la semana pasada, se considera a sí mismo el equivalente, "en el paisaje intelectual, de lo que un minarete es en la calle". Es decir, un objeto extraño e incómodo en Occidente. "Con frecuencia he recibido críticas muy emotivas y he sido objeto de proyecciones que a veces me han divertido y a veces francamente me han inquietado", lamenta Ramadan (Ginebra, 1962) en su libro Mi visión del islam occidental. Por eso se compara con un minarete en tierra cristiana. "Presente, instalado en nosotros", resume, "y aparentemente tan distinto de nosotros".

Más información
El cerebro detrás de Neflix
El amigo belga de Puigdemont

El periplo público de Ramadan —una de las figuras más controvertidas del islam contemporáneo, admirado por unos como un puente necesario entre los musulmanes y la modernidad; vilipendiado por otros como un predicador que usa un doble lenguaje para transmitir un mensaje radical— puede estar llegando a su fin. En libros, entrevistas y conferencias suele presentarse como víctima de todo tipo de campañas y conspiraciones, aunque finalmente siempre haya salido más o menos indemne y, mal que bien, haya mantenido su reputación: acaba de publicar un libro de conversaciones con el respetado sociólogo Edgar Morin y sigue figurando como profesor en Oxford en la web de la universidad, aunque está en excedencia. Tariq Ramadan, nieto de Hassan al-Banna, el fundador de los Hermanos Musulmanes, afronta hoy graves acusaciones, de una violencia perturbadora: la enésima campaña de desprestigio alimentada por la islamofobia, según su línea de defensa, aunque la más dura y quizá la definitiva; o la prueba también definitiva y flagrante de la perversidad moral y la diabólica capacidad manipuladora que le achacan sus detractores.

Paul Berman, uno de los autores que ha diseccionado el pensamiento de Ramadan y su habilidad para seducir a los intelectuales progresistas, lo describió en el ensayo La huida de los intelectuales como "un hombre representativo de nuestra época" a quien "el destino ha colocado en el lugar exacto donde convergen media docena de conflictos y controversias". Hasta ahora estas polémicas habían sido de carácter religioso y político. ¿Cómo ser un buen musulmán en una democracia occidental? ¿Es compatible la tradición integrista de su venerado abuelo con el pluralismo político y religioso? ¿Qué papel deben tener los intelectuales musulmanes ante fenómenos como la discriminación de la mujer? ¿No son personalidades como Ramadan, que proclaman la no violencia y el respeto del estado de derecho, los mejores aliados de Gobiernos laicos a la hora de cohesionar las sociedades multiculturales y fomentar la integración y la participación de las minorías? Estos eran los "conflictos y controversias" que hasta hace unas semanas hacían de Ramadan una figura central en el debate sobre el islam occidental. El "destino" —o mejor dicho, la denuncia de varias mujeres, o los actos de Ramadan, si las denuncias se demuestran ciertas— le coloca en el centro de otra controversia: la del fin del silencio y las denuncias sobre los acosos sexuales de hombres poderosos. "El hombre", decía en 2010 Berman en alusión a Ramadan, "es un punto de colisión". Lo sigue siendo.

En los noventa empezó a extenderse su fama de reformista que explicará que "el islam es una gran y noble religión"

"Soy suizo de nacionalidad, egipcio de memoria, musulmán de religión, europeo de cultura, universalista de principio, marroquí y mauriciano de adopción", se define Ramadan. Su padre, Said Ramadan, "fue el encargado hasta su muerte de difundir el islam de los Hermanos Musulmanes en Europa", escribe Caroline Fourest en Hermano Tariq. El doble discurso de Tariq Ramadan, otro ensayo muy crítico, como el de Berman, con el intelectual musulmán. "Su madre, Wafa al-Banna, no es otra que la hija preferida del fundador de los Hermanos Musulmanes, Hassan al-Banna, el hombre a quien se refieren todos los islamistas, incluidos los más extremistas".

"No soy miembro de los Hermanos Musulmanes y no soy islamista", le dice Ramadan a Morin en La urgencia y lo esencial, el libro firmado por ambos y publicado en octubre de 2017. Profesor de instituto primero, comprometido con causas llamadas altermundialistas, autor de una tesis de filosofía titulada Nietzsche, historiador de la filosofía, decidió retomar los estudios sobre el islam y trasladarse a vivir con su mujer e hijos al país de sus padres, Egipto. "Se trataba", explicó en Mi visión del islam occidental, "de asumir mi religión, de explicarla y, sobre todo, de mostrar todo lo que tenemos en común con el judaísmo, el cristianismo, pero igualmente con los valores promovidos por tantos humanistas, agnósticos y ateos".

Tras la etapa egipcia, a principios de los noventa regresa a Europa y empieza a extenderse su fama como el reformista que explicará a los musulmanes europeos que "el islam es una gran y noble religión, pero que todos los musulmanes, o las sociedades mayoritariamente musulmanas, no estuvieron ni están —ni de lejos—a la altura de esta nobleza, tanto en la historia como en la época contemporánea". "Se impone una reflexión crítica sobre nuestros principios, nuestra mirada sobre el otro, las culturas, las libertades y la situación de las mujeres", añade en el libro citado.

Para muchos, Ramadan, que habla en tono sosegado y razona con las referencias y los argumentos de un intelectual francés, será el antídoto del islam radical en las banlieues francesas y europeas, el predicador que convencerá a los jóvenes musulmanes de Europa de que abracen la democracia y se alejen del islamismo y de la violencia. "El héroe islámico tan esperado", escribe Berman, "el pensador religioso que finalmente adaptaría el islam al mundo moderno". Para otros —el propio Berman y Fourest, entre una larga lista de críticos— basta rascar un poco para descubrir que es sólo una fachada y que, como escribe Fourest desde una óptica laicista, "sus partidarios saben de manera pertinente que Ramadan es un predicador fundamentalista que les solicita que usen el concepto de ciudadanía para hacer avanzar las ideas de la República hacia más islam". La filiación con Al-Banna y el islamismo de los Hermanos Musulmanes, según esta visión, no sólo sería familiar sino intelectual. Ya en 1995, el Ministerio del Interior francés le prohíbe temporalmente entrar en el país. Lo mismo le ocurrirá en 2004, cuando deba anular su estancia prevista como docente en la Universidad jesuita de Notre-Dame (Indiana) al denegarle las autoridades estadounidenses el visado.

Ahora dos mujeres musulmanas le acusan de agresiones sexuales y está en prisión por ello

Un momento clave en la proyección pública de Ramadan es el debate que mantiene ante millones de espectadores en 2003 con el entonces ministro del Interior francés —y más tarde presidente— Nicolas Sarkozy, en el programa de la televisión francesa Cien minutos para convencer. Sarkozy le echa en cara un artículo en el que atribuye a varios intelectuales franceses que defendieron posiciones proisraelíes o apoyaron la invasión de Irak una posición que llama “comunitarista”, al mantener, supuestamente, estos puntos de vista por ser judíos. Después Sarkozy le pide su opinión sobre la justificación que Hasni Ramadan, hermano de Tariq, había formulado de la lapidación de las mujeres. "Lapidar a una mujer, ¿es monstruoso o no?", le pregunta. La respuesta de Tariq Ramadan sorprende: "Yo no soy mi hermano, él tiene sus posiciones. Sobre la lapidación, pido una moratoria para que haya un debate entre los musulmanes". Ramadan consideraba que la moratoria en estas prácticas que él rechazaba era la mejor manera de hacer evolucionar las mentalidades hasta poder prohibirlas definitivamente.

En unos minutos Ramadan tuvo que defenderse, ante un temible adversario dialéctico como era Sarkozy, de dos cuestiones en las que se le ha acusado de doble lenguaje: el antisemitismo (él se declara adversario frontal del antisemitismo) y el trato a las mujeres (él se declara feminista). En Mi visión del islam occidental defiende que las mujeres "pueden liberarse en y por el islam" y subraya que golpear a las mujeres "es contrario a las enseñanzas islámicas". Ahora dos mujeres musulmanas le acusan de agresiones sexuales y está en prisión por ello. El sistema-Ramadán parece tocado. "El islam", escribía en el mismo libro, "no tiene un problema con las mujeres, pero parece claro que efectivamente los musulmanes tiene problemas con ellas, y hay que buscar, desde el interior, las razones y a veces las (discutibles) justificaciones".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_