La amenaza, el enemigo que silencia al periodismo colombiano
Más de 300 ataques a la libertad de prensa convierten 2017 en uno de los peores años para los medios de comunicación en Colombia
Maritza Cortés, 44 años, nacida en Buenaventura, pero residente en Tumaco por desplazamiento forzado. Superviviente de violencia sexual. Ya no es víctima. Estuvo más de 20 años en silencio, sin poder hablar de lo que le sucedió. Lava la ropa de sus vecinos para sacar adelante a sus dos hijas y dos nietas. Paola Acevedo, tumaqueña de 37 años. Con tres hijos pequeños. Ama de casa. En su vocabulario ya no entra la palabra víctima, ella también ha sobrevivido a los abusos y a esa ley no escrita de que es mejor callar. Dos mujeres de raza negra y humildes del Pacífico colombiano que el 9 de febrero celebraron el Día del Periodista convertidas en aspirantes a reporteras.
Maritza y Paola, y otras 10 mujeres de Tumaco, han aprendido a grabar, a preguntar y contar historias de su ciudad gracias a la campaña No es hora de callar, con la que la periodista colombiana Jineth Bedoya anima a las víctimas de violencia sexual a que hablen, denuncien y busquen ayuda. Ella lo hizo hace 17 años después de que un grupo de paramilitares la secuestró, torturó y violó cuando realizaba un reportaje en una cárcel a las afueras de Bogotá.
El resultado de estos meses de formación se lo mostraron a un grupo de periodistas colombianos y extranjeros, al vicepresidente de Colombia, el general Naranjo, y a los embajadores de Noruega y Reino Unido en el país. "Queremos contar el lado bueno de Tumaco", dice Paola Acevedo. "Aquí todo no es violencia", acompaña Maritza Cortés. Su ciudad, en el departamento de Nariño, es una de las regiones silenciadas de Colombia, uno de esos puntos ciegos en los que el ejercicio del periodismo puede significar "llevar una lápida en la frente", dice Ros Mery Angulo, periodista de esta ciudad.
En 2017, se produjeron en Colombia 310 ataques a la libertad de prensa que afectaron a 368 periodistas, según Estado Depredador, el informe que ha realizado la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) con motivo del Día del Periodista en el país. El incremento es del 43,5% respecto al año anterior, una cifra que no se daba desde 2006, el primer año del que hay cifras.
A los periodistas colombianos, como a las mujeres supervivientes de Tumaco, los callan con amenazas: 129 el año pasado, la modalidad de coacción más repetida. En el 52,7% de los casos, provenían de desconocidos; el 20,1% corresponde a particulares; 7,7 % de paramilitares; 6,2% de bandas criminales. En el quinto lugar con un 5,4% están funcionarios públicos y guerrilla; el 1,5% de la Fuerza Pública y por delincuencia común un 0,7%.
"El problema es que los guardianes de nuestras libertades terminan siendo los primeros censuradores. Hoy, quien está al acecho del periodismo libre son los políticos, el presidente, el congresista, el juez, el alcalde, la personera, los diputados, el concejal que ignoran sus responsabilidades con tal de silenciar a sus críticos", se lee en el informe de la FLIP. Una de las agresiones más frecuentes durante 2017 fue la estigmatización: 29 casos frente a 17 reportados en 2016. "Este tipo de señalamientos son en el 82,7% de los casos de funcionarios públicos".
Los mismos que amenazan a los periodistas colombianos son los que ejercen poder en las reuniones de redacción. La FLIP ha contabilizado 246 medios que dependen en más de un 40% de la publicidad institucional y 122 en los que los anuncios de entidades públicas suponen más el 70% de los ingresos.
En Colombia hay 1.335 medios de comunicación repartidos en 21 departamentos, según datos de la FLIP. En las radios, las televisiones, los periódicos y las revistas colombianas trabajan 2.297 hombres y 944 mujeres. Casi la mitad de estas empresas, 548, no vinculan a sus periodistas en las plantillas, es decir, no tienen un contrato fijo, con prestaciones y salarios dignos. Esta situación laboral dibuja un panorama de precariedad que se une a la inseguridad que muchos de ellos sufren. En la mayoría de los casos, los que no ejercen el oficio en las grandes ciudades como Bogotá y Medellín. Más de 140 tienen medidas de seguridad de la Unidad Nacional de Protección.
El año pasado cerró con el asesinato de una periodista indígena. María Efigenia Vásquez Astudillo, comunicadora de la emisora Renacer Kokonuko y del Consejo Regional Indígena del Cauca, se suma a la lamentable lista de 154 comunicadores asesinados y reportados desde 1977 en Colombia. El 79,2% de estos casos no se han resuelto. Hay 122 historias silenciadas, en completa impunidad, en el país.
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