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La mafia de Ostia queda decapitada

Los carabinieri detienen a 32 miembros del clan Spada, el grupo criminal más poderoso del litoral de Roma, y les acusa de asociación mafiosa

La policía, en pleno registro de uno de los locales intervenidos al clan de los Spada.Vídeo: MASSIMO PERCOSSI (efe) | epv
Daniel Verdú

Eran las cuatro de la mañana y el ruido del helicóptero ha despertado a todos los vecinos de la Piazza Gasparri, el epicentro de los negocios de la mafia más poderosa de Ostia: el clan Spada. La policía estaba lanzando la operación Eclipse contra el grupo criminal que controla todos los negocios del litoral romano y que se ha convertido en los últimos años en uno de los principales dolores de cabeza de la fiscalía antimafia. Han caído 32 miembros del clan, a quienes se acusa de asociación mafiosa y van a la cárcel, por primera vez, bajo el régimen del 416 bis. Una nuevo intento por demostrar, en contra de lo que argumentaron las últimas sentencias, que en Roma sí hay mafia.

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Hace dos meses, uno de los líderes de la familia de etnia gitana, Roberto Spada, ingresó en prisión por propinarle un cabezazo a un reportero de la televisión pública mientras le preguntaba por sus vínculos con la extrema derecha. La agresión quedó grabada y aquel episodio, que adquirió notoriedad internacional por su espectacularidad, aceleró el opertivo. Pero los Spada son muy conocidos -si han visto la serie Suburra, en Netflix, les reconocerán fácilmente- por sus negocios de extorsión, usura, tortura, venta de drogas, homicidio o alquiler de pisos ilegales. En la cárcel ya estaban Carmine (el capo), Armando, Ottavio, Massiliano, Enrico y el citado Roberto, que controlaba los gimnasios de boxeo de la familia. Pero, sobre todo, como el resto de los detenidos, cobraban un impuesto a todos los comerciantes de la zona.

En las escuchas realizadas por la policía todos estos meses hay varias muestras del miedo que tenían sus víctimas. Así habla un pequeño empresario de la zona: “Queriendo hacer esta situación vivible para todos, te puedo dar 20.000 euros al año durante años. Sé que en ese tiempo no me sucederá nada”. Otro comerciante decía: “Estos no miran a la cara a nadie y si Romolo (sobrenombre de Carmine Spada) no tiene el dinero, nos matará a todos. Ese no te amenaza, te mata directamente”.

Durante años de luchas de poder de los Spada, los Fasciani y los Triassi, el municipio –a solo 20 kilómetros del centro de Roma- quedó arrasado, social y económicamente, y la única solución fue disolver la Junta municipal, gestionada entonces por el Partido Democrático, nombrar a un administrador y aplicar un procedimiento usado en lugares como San Luca, cuna de la ‘Ndrangheta en Calabria. Después de dos años, el pasado noviembre volvieron a convocarse elecciones para recuperar el gobierno. Una oportunidad para observar a la luz del día como los clanes trataban de acercarse a distintos partidos para seguir controlando la zona. Concretamente, quedaron demostrados los vínculos entre los Spada y CasaPound, un partido de cortes neofascista que logró subir como la espuma en el arrasado municipio.

Los Spada y las otras dos grandes familias de la zona también se ocuparon en los últimos tiempos de tener el control de muchos de los 71 chiringuitos de playa que cubren el litoral de la localidad. De hecho, entre sus socios se encontraba el director del municipio, un siniestro personaje llamado Aldo Papalini (fue condenado a ocho años de cárcel) que permitió el crecimiento hormonado de dichos establecimientos hasta borrar el horizonte.

La operación ha sido celebrada por la alcaldesa de la capital italiana, Virginia Raggi, que ha asegurado en Twitter que “Roma renace” con las detenciones. El propio Roberto Saviano, amenazado de muerte por la Camorra desde que escribió Gomorra, aseguró hace unas semanas que "Ostia es ya como Corleone, San Luca o Scampia: un territorio de los clanes". "El Estado italiano tiene una gran responsabilidad en esto. Vamos atrasados reconociendo las mafias de Lazio. Parece que si no eres calabrés o napolitano no puedes ser descrito como mafioso", criticó.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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