Roban sangre de Juan Pablo II en un pueblo del norte de Italia
Italia conmocionada después de que unos ladrones se llevaran un trozo de tela del Pontífice y fragmentos de hueso de un beato polaco
Más que a las banderas regionales, el italiano medio le tiene cariño a su campanario. El más poderoso soberanismo transalpino es el campanilismo: el apego desaforado hacia su propio municipio, en contraposición con el de al lado. En un puñado de kilómetros cambian el acento, el equipo de fútbol, la fiesta del Santo patrón y la receta de la salsa, lo que es más que suficiente para marcar diferencias incurables en un país de historia antigua pero fraccionada, que se unificó de mala gana hace menos de dos siglos. Italia no es una “nación de naciones”, sino de pueblos.
El paroxismo del campanilismo se alcanza con la competición de las reliquias. Las reglas son de las más básicas: cuanto más venerable es la reliquia guardada en tu parroquia, más venerable es tu tierra. Es entonces de entender que el robo de un fragmento de tela impregnada con la sangre de Juan Pablo II del santuario de Montecastello causara gran conmoción hace unos días en el pueblo de Tignale, 1.300 almas aferradas al Lago de Garda, en la provincia de Brescia (Norte).
La noticia fue dada a conocer por los periódicos locales, pero enseguida trascendió a los medios nacionales. El párroco Giuseppe Mattanza contó que los ladrones entraron al templo minutos antes de que cerrara al público, fingiendo ser turistas, y se llevaron el relicario del altar mayor. También robaron algunos fragmentos de hueso del beato Jerzy Popielusko, el sacerdote polaco asesinado en Polonia en 1984. Fue el cardenal Stanislao Dziwisz, arzobispo de Cracovia y secretario personal de Karol Wojtyla quien donó el lienzo con algunas gotas de su sangre al santuario de Tignale, con ocasión de un peregrinaje parroquial en 2014, año de la santificación de Juan Pablo II.
Vestigios de este tipo son bastante comunes, porque poco antes de que falleciera, en abril de 2005, los médicos le extrajeron sangre al Papa para unos análisis que finalmente no hubo tiempo de llevar a cabo. A pesar de su difusión —no solo en Italia, sino en todo el mundo católico— el de Montecastello es orgullo y objeto de devoción en el pequeño pueblo del Lago de Garda. “Este acto criminal hiere en el profundo la comunidad de Tignale”, comentó Mattanza, quien lanzó su llamamiento a los bandidos para que devuelvan el botín: “Se trata de objetos que tienen un valor espiritual y afectivo. No es nada fácil venderlos”. Objetos que, en la Italia de los campanarios, definen la identidad de un municipio más que mil años de historia.
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