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Los kurdos de Irak desafían a Bagdad y se vuelcan en la consulta de independencia

A pesar de la tensión en Kirkuk y de las advertencias de los países vecinos, el referéndum ha transcurrido en un ambiente festivo

Un kurda vota en el referéndum este lunes en un colegio electoral de Erbil.Foto: atlas | Vídeo: MOHAMED MESSARA (EFE) / ATLAS
Ángeles Espinosa

El Kurdistán iraquí celebró este lunes su referéndum de independencia sin incidentes dignos de mención. A pesar de la tensión en las “zonas en disputa” y de las advertencias del Gobierno central, los países vecinos y la comunidad internacional, la votación ha transcurrido en un ambiente festivo y con una elevada participación. Ilusionados e incluso desafiantes, los kurdos han acudido a las urnas convencidos de hacer historia y de impulsar el proceso que les llevará a tener, en caso de obtener un resultado positivo en la consulta y posterior reconocimiento, no sólo bandera sino pasaporte propio.

“Toda la gente de Kurdistán está feliz con esta ocasión. Hemos venido a votar sí”, declara exultante Aryan Hamad, de 24 años y estudiante de ingeniería agrícola, en un colegio electoral de Erbil. La acompañan su madre, una hermana y una prima. Todas exhiben orgullosas el índice impregnado de tinta que prueba su participación. “Mi padre y mis hermanos vinieron a primera hora”, aclara. Los centros de voto son mixtos aunque a la puerta de las salas donde se encuentra cada mesa, ambos sexos esperan su turno en filas separadas.

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Las colas se han alargado a medida que avanzaba el día, lo que ha obligado a ampliar la votación una hora hasta las siete de la tarde. Antes de la extensión, la participación alcanzaba el 78% del electorado, según la cadena de televisión Rudaw. Sin embargo, el entusiasmo ha sido desigual. En Suleimaniya, centro tradicional de la oposición política y que ha aglutinado un movimiento para que se retrasara el referéndum, la asistencia ha sido menos nutrida. En todo caso, y a pesar de que los analistas consideran que el enclave no está maduro como Estado, se espera un cómodo triunfo del sí.

“Sí, he votado y votado sí”, respondía orgullosa Shilan, un ama de casa de 35 años, a la vez que mostraba su índice impregnado de tinta. “Queremos ser como otros países, que se nos reconozca nuestra identidad”, explica. “Si tuviera miedo, no estaría aquí”, desestima cuando se le mencionan las amenazas de Irán y Turquía de cerrar la frontera e incluso el oleoducto que permite la exportación de petróleo. “Hemos superado situaciones más difíciles”, asegura, una frase que a lo largo del día repiten numerosos entrevistados.

El referéndum estaba abierto a todos los residentes registrados, kurdos y no kurdos, mayores de 18 años, tanto dentro de la región autónoma como en las áreas colindantes que ésta reclama como propias y sus fuerzas (los Peshmerga) controlan desde que el Ejército iraquí se retiró ante el avance del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) en 2014. En total unos 5,2 millones. De hecho, la papeleta estaba escrita en cuatro idiomas: kurdo, árabe, turco y asirio. “¿Quiere que la región de Kurdistán y las áreas kurdistaníes fuera de la región se conviertan en un país independiente? SÍ / NO”.

“Nací aquí y tengo derecho a participar”, defiende tras depositar su voto Taksim, un turcomano que tiene una popular casa de comidas en el barrio de Mistawfi, a los pies de la Ciudadela de Erbil. A diferencia de la mayoría miembros de su comunidad que residen en Kirkuk, Taksim defiende la separación de Bagdad. “Por supuesto, llevamos muchos años en esta situación indefinida y la independencia será mejor”, precisa. En su opinión, todas las comunidades pueden convivir. Como la mayoría de los entrevistados durante la mañana en media docena de colegios electorales, asegura que no le preocupan las represalias de los vecinos. “Este referéndum es lo justo. ¿Por qué habría de tener miedo?”, concluye.

Nagam y Hawrea nacieron en Bagdad y, sin embargo, aquí están, aguantando arregladísimas bajo el sol de media tarde para poder votar en el colegio electoral del Estadio Franso Hariri. Ambas son árabes suníes, pero han encontrado en Erbil la seguridad y la tranquilidad que les negó su ciudad natal, algo que también valoran otras minorías como los cristianos, los kakais o los shabaks. “Queremos la independencia de Kurdistán en tanto en cuanto no haya extremismo ni racismo contra el resto de los grupos étnicos”, expone Nagam, que ha montado un salón de belleza con el que saca adelante a sus tres hijos. “Aquí nunca nos hemos sentido discriminadas”, concurre su amiga, que estudia ingeniería eléctrica.

La actitud de Taksim, Nagam y Hawrea contrasta con el sentimiento que árabes y turcomanos expresan en la contendida provincia de Kirkuk. De hecho, allí la mayoría de esas comunidades se oponían a la consulta. Las alegaciones de que algunos árabes habían sido coaccionados para que votaran sí, fueron respondidas por el Gobierno central con el anuncio de un inmediato envío de tropas a las “zonas en disputa”, que incluyen Kirkuk, Janaqin, Majmur, Sinjar y Yalaula.

La información oficial daba una elevada participación en todas esas regiones, pero no desglosaba dónde se habían recogido los votos. Dadas las dificultades para instalar las urnas en algunos de ellos y el hecho de que muchos de sus habitantes se encuentran desplazados, se abrieron colegios especiales como el del Estadio Franso Hariri en Erbil. Apenas una hora antes del cierre de las urnas, aún esperaban pacientemente para votar dos o tres centenares de personas, como las hermanas Rupak, Shano y Shehla Adil, originarias de Janaqin. “Queremos conseguir nuestros derechos, sino para nosotras para nuestros hijos”, resumen.

Votantes sirios y palestinos

“¿De Rojava?”. La periodista pide que le repitan de nuevo la traducción. Rojava es el nombre con el que los kurdos denominan al Kurdistán occidental, el enclave kurdo de Siria.

Linda y Aras son Kamislo, en el Kurdistán sirio. “Nos instalamos aquí hace cuatro años porque allí no había trabajo y queríamos formar una familia”, responden señalando el bebé que él lleva en brazos y el nuevo embarazo de ella. No son los únicos. Mohamed Faruk y su familia vinieron de Hasaka hace 10 años. “Allí no había vida, ni electricidad, ni agua”, recuerda este zapatero.

“Ojalá que un día también veamos algo así en Rojava”, aseguran. “Mejor un solo país”, coinciden todos confirmando los temores de los vecinos de Irak.

La decisión de las autoridades kurdas de abrir el referéndum a todos los residentes de la región aún depara otras sorpresas: 17 familias palestinas del campo de desplazados internos de Baharka también tienen derecho a voto. “He apoyado la independencia porque esta es la única tierra en la que no me han tratado como extranjero ni discriminado”, declara Abu Anwar, nacido en Basora en 1974 de emigrados en 1948.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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