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Kirkuk, la provincia multiétnica y petrolera que teme el referéndum

La inclusión del territorio, que se disputan el Estado y el Gobierno regional kurdo, en la consulta de independencia eleva la tensión

Ángeles Espinosa
El gobernador de Kirkuk, Najmaddin Karim (de gafas), este miércoles.
El gobernador de Kirkuk, Najmaddin Karim (de gafas), este miércoles. MARWAN IBRAHIM (AFP)

El padre de Walid es turcomano; su madre, kurda, y su esposa, árabe. La familia de este pequeño comerciante constituye una muestra de la mezcla étnica de la ciudad iraquí de Kirkuk. “Siempre hemos coexistido como hermanos”, asegura en su puesto de cosméticos del bazar. Sin embargo, árabes, kurdos y turcomanos se han disputado la provincia desde el descubrimiento del petróleo en 1927. Tras el derribo de Sadam Husein, esas tensiones convirtieron Kirkuk en una bomba de relojería. Algunos temen que su inclusión en el referéndum de independencia de Kurdistán sea la cuenta atrás.

El ambiente es tenso en el bazar. “La gente tiene miedo”, admiten varios tenderos tras repetir la coletilla de las buenas relaciones intercomunitarias. De hecho, el pasado lunes por la noche, un enfrentamiento entre kurdos y turcomanos causó un muerto. “Hace diez días que casi no viene nadie. Los dirigentes salen en televisión lanzando amenazas y la gente no quiere gastar dinero en una situación tan delicada; lo único que compran es comida”, asegura Mohamed, que vende ropa de mujer. Algunos temen que el Gobierno de Bagdad intente recuperar Kirkuk, en manos de las fuerzas kurdas desde que el Ejército iraquí huyó ante el avance del Estado Islámico (ISIS) en 2014, enviando a las milicias chiíes.

Más allá de la constitucionalidad de la convocatoria, cuya suspensión ha ordenado el Tribunal Supremo de Irak, Kirkuk pone de relieve los graves problemas que afronta el país una vez derrotado el ISIS. Esa provincia, en la viven kurdos, turcomanos, árabes, asirios y otras minorías, es sólo una de las 15 áreas multiétnicas que van a votar y cuya soberanía se disputan el Gobierno central y el regional kurdo. Pero su peso es mayor que otros enclaves, debido a su petróleo, un 10 % de las reservas iraquíes.

“Kirkuk tiene que participar en el referéndum porque es parte de Kurdistán, geográfica e históricamente desde tiempos de los otomanos”, declara a EL PAÍS Najmaddin Karim, el gobernador provincial. Karim, miembro de la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK), se ha convertido en el rostro del desafío kurdo a Bagdad, cuya destitución por extender el referéndum kurdo a la provincia ha desoído de forma ostensible.

Pero si los kurdos consideran que Kirkuk es su Jerusalén, otro tanto pasa con los turcomanos, el tercer grupo étnico de Irak según datos oficiales. La mayoría de los turcomanos iraquíes son descendientes de los soldados, comerciantes y funcionarios otomanos. Incluso fueron mayoritarios en la ciudad (aunque no en la provincia) hasta que con el descubrimiento del petróleo empezaron a llegar trabajadores árabes y kurdos.

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Las campañas de arabización lanzadas desde los años setenta por el partido Baaz y luego con más intensidad por Sadam cambiaron el equilibrio demográfico. Según Human Rights Watch, unos 120.000 kurdos, turcomanos y asirios fueron expulsados de la provincia desde la intervención estadounidense de 1991 y 2003. A partir de esa fecha, el proceso se ha invertido y miles de kurdos han regresado a Kirkuk y otras zonas arabizadas por la fuerza.

Hoy no hay estadísticas de población fiables. El último censo se hizo en 1957. La Constitución de Irak de 2005 contempla un nuevo recuento, pero el temor a azuzar las tensiones étnicas lo ha aparcado, al igual que una consulta que debía determinar si los habitantes de las “zonas disputadas” quieren unirse al Kurdistán o seguir vinculadas a Bagdad.

Los portavoces kurdos aducen ese incumplimiento, así como el impago por parte del Gobierno central de su cuota del presupuesto, para legitimar el referéndum. Incluso han cambiado el discurso para hablar de kurdistaníes (quienes viven en Kurdistán, sean de la etnia que sean) y no sólo de kurdos. Pero, a pesar del apoyo simbólico de algunos miembros de las minorías, ni turcomanos, ni árabes se fían.

“Si fuera cierto que todos vamos a tener los mismos derechos podrían haber empezado anulando la ley por la que a árabes, turcomanos y otras minorías sólo se nos reconoce el derecho a un empleo público o a comprar y vender propiedades si estamos incluidos en el censo de 1957”, declara Ramla al Obaidi, una de los seis representantes árabes en la Asamblea Provincial.

“Luchamos contra Sadam con la esperanza de que el cambio nos daría nuestros derechos; 14 años después no es lo que esperábamos, pero no queremos dividir Irak”, explica, por su parte, Tahsim Kahya del Frente Turcomano. “Nuestra esperanza es que se cancele en el último minuto debido a la falta de apoyo internacional y regional”, resume.

La misma desconfianza se aprecia en el bazar. Mientras los kurdos no tienen inconveniente en proclamar su apoyo a la independencia, árabes y turcomanos se muestran evasivos. “No sé”, responde Walid, el comerciante, a si considera que Kirkuk es parte de Kurdistán. Tampoco aclara si piensa participar en el referéndum. “Aún no lo he decidido, dependerá de la situación”. No le pregunto qué votará en caso de que vaya.

Barzani pide una alternativa a Bagdad

El presidente de la región autónoma de Kurdistán, Masud Barzani, ha sugerido que podría cancelar el referéndum si el Gobierno central de Irak "facilita una alternativa" antes del próximo sábado. El líder kurdo, que intervenía en un mitin en Során a última hora del martes, no explicó qué quiere obtener, pero sí que el acuerdo tendría que conducir a la independencia y estar garantizado por Estados Unidos y Europa. El gesto parece responder a las presiones internacionales para que suspenda la consulta convocada para el próximo lunes. No obstante, Barzani se mostró escéptico respecto a la posibilidad de que Bagdad, a quien dio "dos o tres días", responda positivamente.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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