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Frank Caprio, el juez que pide a los niños que sentencien a sus padres

El magistrado estadounidense se convierte en una estrella viral por la compasión que muestra con los acusados y su sensibilidad hacia las familias

El juez Frank Caprio, en el estrado con una de las hijas de una acusada.Vídeo: Caught In Providence

“¿Quién es el pequeño que está contigo?”, pregunta el juez Frank Caprio al adulto que está en pie ante el banquillo. “Mi hijo, Jacob”. El magistrado levanta la mano derecha y le saluda. “Anda, ven aquí y ayúdame porque tengo problemas con este caso”, le dice. El niño se acerca y se sienta con él en el estrado. El público no puede contener la risa, sorprendido. “Tengo tres opciones: multarle con 90 dólares, 30 dólares o nada”, explica al pequeño, “¿qué piensas que debo hacer?”.

Caprio, de 80 años, no es un actor. Es un juez real, que trabaja en un juzgado municipal de Providence (Rhode Island) desde 1985. Los vídeos que llegan desde la sala se están haciendo virales, por su compasión. Jacob, muy convencido, le responde que la multa a su padre por aparcar mal su coche debe ser de 30 dólares. El juez acepta y le pregunta si ha desayunado. “No”, responde después de pensárselo. “Pues voy a llegar a un pacto con tu padre. Si te lleva a tomar algo le perdono la multa, pero vas a tener que pedir muchas cosas”.

El vínculo que tiene Caprio con la comunidad a la que sirve como juez es insólito y excepcional. El magistrado explica que trata de entender las necesidades de los vecinos y las circunstancias que dominando sus vidas. Admite que tiene una especial sensibilidad con los niños, por eso con bastante frecuencia pide a los hijos de los acusados, como Jacob, que tenía cinco años cuando se celebró el juicio, que le hagan compañía. Les hace preguntas y les pide consejos para poder determinar el veredicto que considera justo para la familia.

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Caprio cuenta que su abuelo fue arrestado una noche mientras jugaba a las cartas con unos amigos, por una pelea. “Mi abuela suplicó al juez para que no lo mandara a prisión mientras mi padre pedía disculpas”, cuenta. El juez pidió al hijo que se acercara, como hace él ahora, y le explicó que lo mandaba de vuelta a casa con la familia porque consideraba que era un buen hombre que tuvo una mala noche. Pensó que era más importante que siguiera trabajando para mantenerlos. “Este juez tuvo un profundo impacto en nuestras vidas”, admite.

Ese gesto de compasión es el que busca replicar ahora en su juzgado. El tribunal, dice, debe ser un lugar amistoso, no de confrontación o en el que se ridiculiza a la gente por sus acciones. Hacer justicia, insiste, no debe ser visto como que las autoridades públicas “va a la caza de la gente”. “Estamos ahí para ayudar”, concluye, “no hay una día en el que no piense en esa historia, especialmente cuando hay niños en la sala”. Los hijos, comenta, acuden a la corte de la mano de sus padres, como si fueran ellos sus protectores, dándoles cobijo.

Los vídeos de Caprio con sus estrellas reales de reparto suman millones de clicks en YouTube. A los adolescentes que acuden a la corte por multas de tráfico le dice que les perdona la sanción si ese dinero lo destinan a estudiar. El juez cree que las historias que llegan desde la sala se hacen virales porque el público está acostumbrado a ver en las series de televisión y las noticias que la institución de la Justicia no tiene nunca en cuenta las circunstancias personales del acusado.

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