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La larga sombra del éxito de Ruanda

La estabilidad y el crecimiento refuerzan a Paul Kagame, que busca la reelección tras 17 años de poder

Seguidores de Kagame en las calles de Kigali, el pasado 2 de agosto.
Seguidores de Kagame en las calles de Kigali, el pasado 2 de agosto.MARCO LONGARI (AFP)

El mensaje se puede leer en cada pueblo, ciudad, plaza, estación de autobús o incluso sobre alguna loma: “Vota Kagame”. Ruanda se prepara para elegir este viernes a su próximo jefe de Estado en unos comicios en los que no se prevén grandes sorpresas. Paul Kagame, presidente del país de las mil colinas desde 2000 y candidato a la reelección para un tercer mandato —posible tras una reforma constitucional propuesta por el propio presidente— ha mostrado en el último mes su poder de convocatoria y de músculo propagandístico en cada rincón de este Estado de África central. La noche del miércoles, cientos de miembros del Frente Patriótico Ruandés (FPR) de Kagame se encargaban de recoger los restos de la campaña, que ha decorado de azul, blanco y rojo —los colores del partido— toda Ruanda. Una señal de que la contestación política frente al mandatario es una mera ficción en uno de los países emergentes del continente.

Será la tercera elección presidencial multipartidista del país desde el genocidio de 1994, que aniquiló a 800.000 personas entre tutsis (grupo al que pertenece el actual presidente) y hutus moderados. Desde entonces, Ruanda (12 millones de habitantes) ha estado dominada por un hombre y un partido.

Para Emmanuel, que tiene 24 años y estas serán sus primeras elecciones presidenciales, solo cuenta Kagame. Pasea con su cámara por Gisenyi, en el oeste en la frontera ruandesa con la República Democrática de Congo, tomando fotos de jóvenes que se intercambian ropa. Ríen cuando se les pregunta por los nombres de los otros candidatos. “¿Hay otros? No sabemos ni cómo se llaman. Amamos a Kagame y todo lo que está haciendo por nuestra nación”, afirma Emmanuel.

Bajo el mandatario, que en octubre cumplirá 60 años, y su partido, el país se ha transformado en uno de los más estables de África, controlado por un Gobierno considerado de los menos corruptos. Vallas publicitarias recuerdan la “tolerancia 0” al fraude o la prohibición del uso de bolsas de plástico; las calles y avenidas están limpias, las luces de las carreteras entre localidades alumbran las montañas en las que se cultivan bananas, mandioca, papayas, o los campos de té que perfuman la noche. Patrullas de policías armados vigilan los lugares estratégicos las 24 horas, un detalle que explica que los robos sean casi una excepción y el país un oasis para los turistas.

Ruanda presume del Parlamento con el mayor porcentaje de mujeres del mundo, el 61%, y una economía en expansión que incluso utiliza drones para esquivar la complicada orografía y enviar material sanitario, un método de transporte que está revolucionando el sector. Hay Internet de alta velocidad instalado en todo el país, aunque en la práctica, la conexión sea irregular en las zonas rurales, y Ruanda también se está posicionando como un ejemplo en el uso de energías renovables. Según el reciente informe del Banco Mundial Africa doing business, Ruanda es el tercer país del continente en la clasificación para emprender un negocio.

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Pero sobre estos éxitos se abate también una sombra. Expertos en conflictos como la danesa Ingrid Samset, de la Universidad de Leiden, explican que esa calma y paz que disfruta Ruanda tras el genocidio se ha construido a costa de las libertades civiles y de elecciones no competitivas. La ONG Human Rights Watch ha denunciado en repetidas ocasiones que algunos de los rivales políticos del FPR han desaparecido o incluso han terminado muertos.

El candidato opositor del Partido Verde, durante un acto en Burera, este martes.
El candidato opositor del Partido Verde, durante un acto en Burera, este martes.REUTERS

Contradicciones

A pesar de que el acceso al país de periodistas internacionales se realiza con normalidad, el año pasado el periodista Anjan Sundaram, que informó durante cuatro años para The New York Times y la agencia norteamericana Associated Press, publicó Bad News: Last Journalists in a Dictatorship (Malas noticias: los últimos periodistas en una dictadura), donde ofrece una visión pesimista sobre la profesión en el país africano. En el libro incluye historias de periodistas que han sufrido censura y amenazas en los últimos años. El propio servicio de la BBC en kinyaruanda (la lengua oficial) está bloqueado desde 2014 por la emisión de un documental que cuestionaba el informe del Gobierno sobre el genocidio de 1994.

Los comicios de este viernes reflejarán algunas de las contradicciones de Ruanda. Por un lado, en términos geoestratégicos, la necesidad de estabilidad que cotiza al alza en la región y cuenta con el apoyo de Francia, Estados Unidos y China, que poco a poco adquiere más peso empresarial en la zona. La frontera ruandesa con el Congo (las provincias de Kivu del norte y Kivu del sur), rica en recursos naturales, siguen siendo un foco de violencia que puede alterar el statu quo de la pequeña Ruanda, conocido como la Suiza africana. No obstante, el peso de la ayuda al desarrollo es todavía enorme. Para sacudirse esa dependencia, el país tiene que afrontar la diversificación de la economía, basada en la agricultura y el turismo.

Por otro lado, la apariencia de pluralidad democrática se diluye por la falta de recursos económicos para hacer frente al músculo del FPR. El único candidato que puede obtener este viernes alguna representación, aunque escasa, es el líder del Partido Democrático Verde, Frank Habineza, quien estará en las papeletas después de años de luchar por registrar al partido que fundó en 2009.

El reto del desempleo

La juventud ha estado en el último mes fuertemente movilizada, pero encontrar el sentir de queja es complicado. No obstante, las voces opositoras por la represión del país son más evidentes en la diáspora que votó el jueves. Uno de los desafíos para los próximos años será sin duda la de hacer frente a la tasa de desempleo juvenil a la que se enfrenta el país: un 23% de los que han acabado secundaria y un 18% de los que han terminado la universidad no encuentran trabajo y optan por el camino de hacer las maletas. Un 16% de los ruandeses que dependen de la agricultura como medio de subsistencia también están desempleados.

Habineza ha criticado abiertamente las políticas del FPR relacionadas con el sistema agrícola, que obliga a los campesinos al monocultivo para vender a las cooperativas locales productos específicos, en lugar de elegir por sí mismos qué plantan. Según el político verde, de 40 años, esta política no ayuda a combatir la inseguridad alimentaria en algunas partes del país que se enfrentan a una sequía extrema.

Philippe Mpayimana, de 47 años, es el tercer oponente, un candidato independiente que lleva como estandarte una política de control de la natalidad que pretende que las mujeres no den a luz a más de tres hijos. Patrick, un joven emprendedor de 24 años, bromea en Kigali sobre las posibilidades de estos aspirantes a plantar cara a Kagame en las elecciones: “Es probable que la cuerda del bolígrafo no te dé para poder marcar la cruz de los otros candidatos”.

La mayoría de los observadores ven la victoria de Kagame como una conclusión inevitable que se cimentó a finales de 2015 durante un referéndum para enmendar la Constitución y permitirle permanecer más tiempo en el cargo. La victoria entonces de la propuesta del presidente por un 98,3% casi supone un avance de lo que pueda ocurrir en estos comicios, en los que se prevé que los votos dejados en las urnas consoliden aún más al FPR, y sobre todo a su líder.

Paul Kagame, cuyo mandato habría terminado a finales de este año, podría permanecer en el cargo hasta 2034. Y ya se encuentra entre los 10 líderes más longevos de todo el continente africano. En las elecciones de 2003 y en 2010 ya arrasó con más del 90% de los votos.

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