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Lecciones de una ‘Intifada’ no violenta en Jerusalén

Israel ha acabado cediendo frente a un movimiento unitario palestino de resistencia pacífica

Juan Carlos Sanz

En vísperas de una jornada de la ira durante el rezo musulmán del viernes, la semana pasada se daban todas las condiciones para el estallido de una nueva Intifada en Jerusalén. Al igual que en septiembre de 2000, los palestinos denunciaban que Israel había cerrado el recinto de la Explanada de las Mezquitas para imponer medidas extraordinarias de control en los accesos del tercer lugar más sagrado del islam. Los habitantes de Jerusalén Este, ocupado y anexionado por el Estado hebreo tras la guerra de 1967, habían protagonizado desde el 14 de julio un movimiento de resistencia sin precedentes frente al cordón policial cerrado en torno al mayor emblema identitario de su pueblo.

Fieles palestinos rezan ante la policía israelí en la puerta de Damasco de Jerusalén.
Fieles palestinos rezan ante la policía israelí en la puerta de Damasco de Jerusalén.GALI TIBBON (AFP)

La explosión de violencia no se consumó esta vez. Ante el estallido popular de desobediencia civil, con miles de fieles boicoteando pacíficamente el rezo en Al Aqsa ante el despliegue israelí, el Gobierno del primer ministro Benjamín Netanyahu acabó desmantelando las medidas de seguridad.

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De la noche a la mañana desaparecieron las cámaras y arcos detectores de metales instalados en el perímetro de la Ciudad Vieja administrado por el Waqf —fundación religiosa bajo la tutela la monarquía hachemí— tras el atentado en el que murieron dos policías israelíes drusos tiroteados por tres árabes con nacionalidad israelí, que a su vez fueron abatidos por otros agentes.

“Al Aqsa es la última referencia de Palestina que queda en Jerusalén tras la ocupación”, sostiene el portavoz diplomático palestino Xavier Abu Eid, “y por ello Israel se ha topado con una reacción popular espontánea al atravesar una línea roja”. El asesor del Departamento de Negociaciones de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) destaca que partidos y organizaciones han apoyado las protestas junto con la Autoridad Palestina. “Pero el movimiento ha surgido de la calle, de forma no violenta, entre palestinos que viven bajo control israelí en Jerusalén”, concluye.

La tensión emergía con fuerza una semana después del atentado contra los dos agentes. Los disturbios se habían cobrado por entonces en la Ciudad Santa la muerte de cuatro palestinos (a los que sumarían otros dos), y de tres colonos israelíes, apuñalados en un asentamiento en Cisjordania por un joven palestino. La situación se agravó poco después con el incidente en el que un guarda de seguridad israelí en la Embajada de Israel en Amán abrió fuego contra un atacante que le había herido con un arma blanca, y en el que otro ciudadano jordano pereció también a causa de los disparos.

El agente y el resto de la misión diplomática tuvieron que abandonar Amán tras una intensa negociación. La prensa israelí aseguró que Netanyahu se había comprometió a retirar las medidas de seguridad impuestas en Al Aqsa. “Se han establecido contactos para normalizar la relación lo antes posible con el regreso de embajador a Jordania”, asegura en Jerusalén Michal Maayan, portavoz adjunta del Ministerio de Exteriores. “Israel ha abierto una investigación oficial sobre los hechos ocurridos en Amán”, puntualiza.

El ex primer ministro laborista israelí Ehud Barak ha responsabilizado a Netanyahu por haber permitido que se disparara la tensión en la Explanada de las Mezquitas para apartar la atención pública de indagaciones policiales en su contra por presuntos casos de corrupción.

Tras el fin de la protesta de Al Aqsa, el analista del diario Haaretz Amos Harel citaba la reflexión anónima de un responsable de los servicios de seguridad sobre el desarrollo de la crisis: “A falta de otra opción, pusimos fin [a la tensión] tomando una decisión correcta, pero solo tras haber cometido todos los errores posibles en el proceso”.

Para los judíos, que rezan a los pies de la parte occidental del complejo de Al Aqsa, ante el Muro de las Lamentaciones, el llamado Monte del Templo es también el lugar santo más relevante. Más de un millar de israelíes visitaron este martes la Explanada de las Mezquitas durante la conmemoración religiosa del Tisha BeAv —día de duelo y ayuno por la destrucción de los templos situados según la tradición rabínica en ese mismo recinto sagrado—, el Holocausto y otras desgracias acaecidas al pueblo judío a lo largo de la historia.

Nadie duda de que el Ejército de Israel es el más poderoso y mejor equipado de Oriente Próximo, pero, tras dos semanas de potencial Intifada, cabe la duda de si sus tropas están preparadas para afrontar un desafío palestino inspirado en las ideas de Mahatma Gandhi o Martin Luther King.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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