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‘Mafia capitale’ no era una mafia

El juez condena a 19 y 20 años a los líderes de la organización, pero no aplica el agravante de asociación mafiosa a ninguno de los 41 condenados que durante años se hicieron con los contratos de Roma

Daniel Verdú
Massimo Carminatti, tras ser detenido en 2014 durante la Operación 'Mafia Capitale' en Roma.
Massimo Carminatti, tras ser detenido en 2014 durante la Operación 'Mafia Capitale' en Roma. AP

La sentencia iba a ser histórica. Por primera vez, un tribunal estaba a punto de reconocer oficialmente la existencia de una gran mafia en Roma. La quinta de Italia. Así lo señalaron los dos fiscales de la capital —Giuseppe Pignatone y Michele Prestipino—, la policía y los ríos de tinta de periodistas que durante cuatro años glosaron las andanzas de sus protagonistas. Pero después de 270 audiencias, 46 imputados (16 con el agravante del 416 Bis por asociación mafiosa), políticos, funcionarios y un exterrorista tuerto de la ultraderecha metido en todas las cloacas desde los años ochenta que dirigía la organización conocida como Mafia Capitale, los jueces han decidido que el caso no es más que un gran asunto de corrupción. El delito de asociación mafiosa que pedía la fiscalía se desestima. Se rebajan las penas, cambia el régimen carcelario de los condenados y Roma diluye su mito criminal. Pero los personajes y su modus operandi siguen siendo lo más cercano a una mafia autóctona surgida en la capital de Italia.

En un vértice de la organización criminal que carcomió durante décadas la ciudad de Roma, señala el tribunal, se encontraba Massimo Carminati, también conocido como el Tuerto, el Rey de Roma o el Negro, por el personaje que se le dedicó en Romanzo Criminale, una de las series de éxito italianas. Antiguo sicario de la legendaria Banda della Magliana, perdió un ojo en un enfrentamiento con los carabinieri en 1981. Durante la lectura de la sentencia, en una sala repleta donde también estaba la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, la juez Rossana Ianniello tuvo que coger aire para pronunciar todos los delitos que le costarán 20 años de cárcel. Era el brazo armado, el músculo de una organización que utilizaba la amenaza borrosa de la intimidación para lograr decenas de concursos públicos. A ojos del juez es solo un legendario criminal que dirigía una estructura delincuencial que corrompía organismos públicos y cuya vida se ha prestado estos años a la mejor literatura periodística. Aunque a algunos de sus autores, por cierto, les haya costado una escolta.

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La Fiscalía de Roma, a quien algunos acusan ya de haber banalizado el concepto de asociación mafiosa, sale muy tocada con esta sentencia. La revolución legal y cultural del caso consistía en demostrar que los métodos mafiosos se dan la mano hoy con la corrupción en “las zonas grises” del sistema público, como suele decir el fiscal nacional Antimafia, Franco Roberti. Aunque no medie ya ni un solo disparo.

Pero más allá de este debate, los 41 condenados a un total de 287 años entre rejas reflejan la envergadura de un caso único. Hay funcionarios, empresarios y políticos como el exjefe del grupo del Partido Democrático (PD) en la región, Luca Gramaziano (11 años de cárcel), o Mirko Coratti, expresidente del Consejo del Ayuntamiento de Roma y miembro también del PD (6 años). Pero también el administrador del servicio de recogida de basuras en tiempos del alcalde Gianni Alemanno, Franco Panzironi (10 años) o Luca Odevaine, exmiembro de la mesa de coordinación de inmigración en el Ministerio del Interior (6,5 años). Son la prueba de un sistema podrido durante décadas.

La otra cabeza de la organización era Salvatore Buzzi, un empresario vinculado a las cooperativas de izquierdas habituado a las cloacas romanas después de haber pasado una larga temporada encerrado por el asesinato de un viejo socio. Ahí coincidió con Carminati y ambos reconocieron brillantes cualidades en el otro. Está demostrado que pagó durante años a políticos y funcionarios para hacerse con los contratos de la basura y las zonas verdes de Roma. La juez le ha impuesto 19 años de cárcel.

Pero ningún magistrado, fiscal o policía ha sido capaz de explicar mejor que Carminati —con la ayuda de Tolkien— a qué se dedicaba la Mafia Capitale. Lo explicaba en una escucha policial. “Los vivos están arriba y los muertos abajo. Y nosotros estamos en el medio. Porque en este mundo de la Tierra Media todos se encuentran. A los del mundo de arriba les interesa que alguno del mundo de abajo les haga cosas que no puede hacer nadie, y entonces todo se mezcla”. El tribunal ha decidido que el mundo de en medio, como dio en llamar el caso, vuelva a las profundidades.

La abogada de Carminati corrió ayer a señalar que “se ha demostrado que Mafia Capitale no existe”. Tampoco sus lazos con la ‘Ndrangheta o la Camorra. De modo que su cliente abandonará el 41 Bis, el régimen carcelario solo aplicable a los condenados por las actividades mafiosas que, durante años, tampoco existieron en Italia.

El 37% de los altos funcionarios municipales ha sido investigado

El Ayuntamiento de Roma, donde Virginia Raggi llegó hace un año con la promesa de hacer una limpieza radical y aupada por la crisis que se vivía, es un pozo en el que el pasado regresa una y otra vez. Según la agencia Ansa, 70 de los 190 altos funcionarios del Campidoglio han sido investigados en los últimos tiempos por delitos que van del abuso de poder a la corrupción (el 36,8%). Solo en el último año han llegado 10 imputaciones por hechos ocurridos entre cuatro y cinco años atrás. No es Raggi, es algo sistémico.

En una de las escuchas policiales a un colaborador de Massimo Carminati, este resumía su exitoso camino con los alcaldes: “Con Rutelli empezamos a crecer. Con Veltroni nos fue bien. Pero con Alemanno, sobre todo en los aspectos sociales, hemos triplicado las ganancias”. Tampoco cambió nada la llegada en 2013 de Ignazio Marino, un cirujano a quien precedía su fama de honestidad. En otra escucha, Salvatore Buzzi lo explicaba así: “Si Marino se queda de alcalde otros tres años y medio, nos comemos Roma”.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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