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La sospecha de nepotismo debilita a un ministro clave para Macron

Las revelaciones sobre el trato de favor a familiares ensombrecen el proyecto para "moralizar" la política

Marc Bassets
Richard Ferrand, ministro francés de la cohesión territorial, bajo sospecha de favorecer a su familia
Richard Ferrand, ministro francés de la cohesión territorial, bajo sospecha de favorecer a su familiaSTEPHANE DE SAKUTIN (AFP)
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La presidencia Macron ya tiene su primer affaire, un caso que empaña un inicio de mandato hasta ahora impecable. Está en cuestión Richard Ferrand, ministro de la cohesión territorial y secretario general del partido presidencial, La República en marcha, favorito absoluto en las elecciones legislativas del 11 y el 18 de junio. Ferrand benefició a su pareja y a su hijo durante su etapa en el sector privado y como diputado. Socialistas y conservadores piden su dimisión. Él alega que no hizo nada ilegal. Las revelaciones ponen a prueba la voluntad de ejemplaridad del nuevo Gobierno. Y coinciden con la decisión de aplazar una semana la presentación de la ley para “moralizar” la política, proyecto central para Emmanuel Macron.

Todo iba rodado para Emmanuel Macron. Tras ganar las elecciones presidenciales con autoridad y evitar la llegada al poder en Francia del populismo más nacionalista, compuso un gobierno transversal que reventó el viejo orden partidista. Sus primeros gestos y palabras merecen aplausos por doquier. Se ha estrenado en el extranjero tratando con destreza a los machos alfa de la jungla internacional, Donald Trump y Vladímir Putin. Los sondeos pronostican para su partido una victoria amplia —quizá incluso una mayoría absoluta— en las elecciones legislativas a dos vueltas.

El caso Ferrand amenaza con romper el idilio. El goteo comenzó la semana pasada, cuando el semanario Le Canard Enchaîné reveló los arreglos para favorecer a familiares en diversas etapas de su vida profesional. Y continuó este martes, cuando Le Monde expuso nuevos ejemplos de conflictos de interés potenciales, lo que el diario vespertino llama “mezcla de géneros” entre la vida pública y privada del diputado.

Ferrand es un ejemplo de manual de algunas prácticas aceptadas y extendidas en la política francesa, prácticas que incluyen la distribución de favores por parte de cargos electos y notables locales, o la búsqueda de beneficios para los familiares. Precisamente por representar Ferrand a un gobierno que quería acabar con ellas llama más la atención.

Parecidos y diferencias con el caso Fillon

Nada es forzosamente ilegal en los episodios atribuidos al ministro Richard Ferrand, y la fiscalía ha dicho que no hay caso. El primer ministro, Édouard Philippe, dijo hace unos días que serán los votantes del distrito bretón por el que Ferrand se presenta en las legislativas del 11 de junio quienes dicten sentencia. “Actuarán como jueces de paz”, anticipó. Es decir: el pueblo decidirá. Un argumento parecido al que el candidato conservador François Fillon usó cuando, en la campaña para las elecciones presidenciales, se amontonaban las revelaciones. Fillon, acusado remunerar a su esposa e hijos por un trabajo inexistente como asistentes parlamentarios, está imputado. Ferrand, no. Mutuelles de Bretagne, la mutua alquiló un local a su pareja mientras él la dirigía, era una empresa privada: no se trataba de dinero público. Y no hay sospechas de que el trabajo que dio a su hijo como asistente parlamentario fuese ficticio.

El primer caso concierne el alquiler de un local en Brest por parte de Mutuelles de Bretagne, una entidad privada sin ánimo de lucro que Ferrand dirigió entre 1993 y 2012. El consejo de administración de la mutua buscaba a principios de 2011 un espacio para albergar un centro de cuidados y, entre tres opciones, se decidió por la que ofrecía Sandrine Doucen, compañera de Ferrand. La decisión se tomó cuando Doucen todavía no era propietaria de los locales, según Le Canard Enchaîné, operación que se concretó unos meses más tarde. Las renovaciones, sufragadas por la mutua, permitieron multiplicar el valor del local. Mientras Ferrand estuvo al frente de Mutuelles de Bretagne, según este semanario y Le Monde, la mutua encargó varios trabajos tanto a su actual compañera, Doucen, como a su exmujer, de la que está divorciado desde los años noventa

En su etapa como diputado, a partir de 2012, Ferrand siguió practicando la “mezcla de géneros”. Aunque mantenía el vínculo con Mutuelles de Bretagne, impulsó una ley que favorecía a las mutuas. Y empleó unos meses como asistente parlamentario a su hijo por una remuneración de 8.704 euros, una práctica común en la Asamblea Nacional.

En una entrevista en la cadena France, el primer ministro, Édouard Philippe dijo que Ferrand seguirá en el Gobierno. Pero añadió: “Soy consciente que usos y comportamientos pasados, que no son ilegales pero no son ya aceptados hoy, no pueden ser tolerados”.

Ferrand —uno de los colaboradores más estrechos de Macron, el primer socialista en sumarse a su proyecto cuando las posibilidades de ganar la presidencia parecían remotas— denunció en un comunicado “el clima de sospecha mantenido de forma continua” y “profundamente dañino para [la] democracia”. También subrayó que nada de lo expuesto en Le Monde corresponde a “maniobras fraudulentas” o “ilegalidad alguna”.

Otra ministra de Macron, la responsable de Asuntos Europeos Marielle de Sarnez, también está en cuestión. A instancias del Frente Nacional, la fiscalía de París abrió el 22 de marzo una "investigación preliminar" sobre posibles irregularidades en la remuneración de los asistentes parlamentarios de Sarnez y otros 18 eurodiputados franceses, según reveló el diario Le Parisien. Es similar a otra investigación, más avanzada, que afecta a los eurodiputados del FN.

Philippe anunció que la ley para moralizar la vida pública se presentará el 14 de junio, entre las dos vueltas de las legislativas, en vez del 7 de junio como estaba previsto. Entre otras medidas, prohibirá a diputados y ministros emplear a familiares, y desarrollar actividades de asesoría paralelas a la de parlamentario.

Macron afronta un dilema. Mantener a Ferrand en cargo puede ensombrecer la presentación de la ley y fomentar las acusaciones de hipocresía. ¿Cómo moralizar a los demás sin moralizar antes al propio gobierno? Pero forzar la dimisión del ministro cuando este apenas lleva dos semanas en el cargo abriría una crisis a unos días de las elecciones legislativas en las que el presidente se juega la viabilidad del quinquenato. Sin una mayoría en la Asamblea Nacional, no podrá imponer su programa de reformas.

La República en marcha obtendría hoy un 29,5% de votos en la primera vuelta, según un sondeo de Ipsos. Otro sondeo, publicado por Le Figaro, otorga una mayoría absoluta de escaños para el partido del presidente, que sacaría entre 320 y 350 diputados. Los Republicanos —el partido de la derecha tradicional— serían el primer grupo de la oposición: entre 140 y 155 escaños. El Partido Socialista ose quedaría con entre 40 y 50 diputados. La Francia Insumisa del izquierdista Jean-Luc Mélenchon, entre 20 y 30, y la extrema derecha del Frente Nacional entre 10 y 15.

Si estos sondeos aciertan, la victoria de Macron en las legislativas será aún más rotunda que en las presidenciales. Los Republicanos quedarán como una oposición débil y dividida, puesto que un grupo de diputados quiere colaborar con Macron y tres de sus miembros se han integrado en el Gobierno, incluido el primer ministro. El Partido Socialista caería a los niveles de una de las peores legislaturas, la de 1993-1998. Incluso La Francia Insumisa y el FN, que soñaban con ser la alternativa al sistema, deberán conformarse con un espacio residual. Si los pronósticos son exactos, el presidente habrá ocupado, como quería, el vasto espacio que va del centroizquierda al centroderecha, y dejará poco margen para que surja una alternativa.

Con o sin el ministro Ferrand, que fue uno de los pilares del movimiento que le llevó al poder, la prometida recomposición del sistema partidista será una realidad.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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