Trump garantiza en Israel que Irán nunca será una potencia nuclear
El presidente estadounidense dice que es un país que "financia y adiestra grupos terroristas y milicias, nunca tendrá armas atómicas”
Donald Trump aterrizó el lunes en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv en el primer vuelo directo conocido que llega allí procedente de Arabia Saudí. En un viaje que ha roto fronteras, el mandatario estadounidense expresó en Israel su decidida voluntad de desatascar el diálogo en Oriente Próximo. “Nos encontramos ante una excepcional oportunidad para la paz y la estabilidad para esta región y este pueblo”, aseguró nada más bajar del Air Force One. Ante el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, Trump garantizó que Irán, “que financia y adiestra grupos terroristas y milicias, nunca tendrá armas atómicas”.
Reconfortado por los multimillonarios contratos militares y comerciales suscritos en Arabia Saudí y por el eco de su mensaje al mundo islámico para erradicar el terrorismo islamista, Trump ha emprendido una segunda etapa en el complejo damero del conflicto israelí-palestino. Acompañado por la primera dama, Melania, fue recibido a pie de escalerilla por el presidente de Israel, Reuven Rivlin, y por Netanyahu, junto con sus respectivas esposas.
Como cita de forma grandilocuente, Trump busca el “acuerdo definitivo” de paz en Oriente Próximo. Donde anteriores presidentes con sólida base política y diplomática fracasaron, el potentado inmobiliario confía ahora en alcanzar “antes de lo que nadie esperaba” una solución a un conflicto envenenado por décadas de hostilidad.
El mandatario republicano resaltó ante sus anfitriones israelíes que la amenaza común de Irán “ha acercado a partes hasta ahora enfrentadas” en la región. “He visto una gran diferencia hacia Israel de países que hace no tanto tiempo tenían otros sentimientos, lo que es realmente positivo”, argumentó ante Rivlin al poco de haber asistido a una reunión en Arabia Saudí en la que participaron medio centenar de líderes de países islámicos. Y aseguró al jefe del Gobierno israelí durante una reunión de trabajo que el tratado nuclear con Teherán suscrito en 2015 por su antecesor, el demócrata Barack Obama, junto a las principales potencias globales tiene los días contados.
No se conoce a ciencia cierta por ahora cuál es la propuesta que el mandatario republicano presentará en Jerusalén ante Netanyahu, y hoy en Belén (Cisjordania) al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas. El secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, advirtió a los periodistas que le acompañaban en el vuelo desde la capital saudí de que “los asentamientos judíos son uno de los principales factores que han dificultado que se alcance un acuerdo paz en los últimos años”. El jefe de la diplomacia estadounidense se cuidó de confirmar si el Muro de las Lamentaciones, que Trump visitó más tarde, pertenecía a territorio israelí y se limitó a constatar que se halla “en Jerusalén”.
En la víspera de la llegada del presidente norteamericano a Israel, Netanyahu reunió al Gabinete de Seguridad del Gobierno para aprobar un plan de contrapartidas a los palestinos que fue inmediatamente bendecido por la Casa Blanca. La prensa israelí detalló que estas medidas incluyen la ampliación del paso internacional del puente de Allenby con Jordania, única salida al exterior para los habitantes de Cisjordania, que se encuentra bajo supervisión militar israelí, y su apertura permanente para evitar las actuales aglomeraciones en la frontera. Israel prevé extender también las zonas industriales de Nablus (norte) y Hebrón (sur) y autorizar la construcción de viviendas en la llamada área C de Cisjordania, el 60% del territorio ocupado que se halla bajo control exclusivo militar y civil de Israel tras los Acuerdos de Oslo de 1993. Los ministros más nacionalistas rechazaron la propuesta del primer ministro, que salió finalmente adelante, según el diario Haaretz.
Proyecto colonizador
Las eufóricas expectativas creadas tras la elección de Trump entre la derecha israelí, que confiaba en obtener un cheque en blanco para su proyecto colonizador, se han tornado en decepción ante el acelerado giro dado por el presidente republicano para afrontar el conflicto israelo-palestino. De considerar que los asentamientos “no suponen un obstáculo para la paz”, el mandatario norteamericano ha pasado a pedir a Netanyahu que “contenga” la expansión colonial.
La promesa de trasladar la Embajada de EE UU desde Tel Aviv a Jerusalén, lanzada también en plena campaña electoral, parece haber quedado en suspenso para no perjudicar una eventual reanudación de las negociaciones de paz con los palestinos, que reivindican la parte oriental de la Ciudad Santa como capital de su futuro Estado. El presidente no tendrá que decidir sobre esta espinosa cuestión hasta el 1 de junio, cuando vence la prórroga del veto aplicado por el Ejecutivo de Washington al acuerdo del Congreso de 1995 que aprobó el traslado de la legación.
Habrá que esperar tal vez hasta el discurso que el presidente tiene previsto pronunciar en el Museo de Israel en Jerusalén —fijado para esta tarde, poco antes de que concluya esta etapa de su gira internacional—, para conocer las grandes líneas de la nueva iniciativa de paz para Oriente Próximo trazadas por EE UU.
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