Ségolène Royal: “Hay que librar el combate contra las ideas de Le Pen”
La ministra francesa de Medio Ambiente fue, antes que la líder del FN, aspirante al Elíseo, y su estilo de campaña anticipó el de Macron
Ségolène Royal ya lo vio, ya lo vivió. Hace diez años, la actual ministra francesa de Medio Ambiente y Energía fue la primera mujer clasificada para la segunda vuelta en unas elecciones presidenciales francesas. Perdió ante Nicolas Sarkozy, pero llegó a ser candidata desafiando los pronósticos y apoyada en un movimiento que buscaba ir más allá de la etiqueta de su partido, el socialista.
Royal anticipó sin quererlo a Marine Le Pen y a Emmanuel Macron y su movimiento En Marcha!, los candidatos clasificados el pasado domingo para la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, el 7 de mayo.
“Me duele ver que es una mujer de extrema derecha”, dice ahora cuando se le recuerda que Marine Le Pen ha llegado tan lejos como ella, y, como ella, aspira a convertirse en la primera presidenta de la República.
Royal (Dakar, 1953) recibe a EL PAÍS y a tres diarios europeos en la sede del ministerio, en el boulevard Saint-Germain. Quedan menos de dos semanas para las elecciones que decidirán, no sólo el presidente para los próximos cinco años, sino el rumbo de la UE, que Le Pen quiere abandonar. “No sólo eso”, dice la ministra. “Es el repliegue contra la apertura. El odio contra la benevolencia. La voluntad de construir una igualdad de oportunidades y el todos contra todos.
A Royal se le atribuye el papel de consejera en la sombra de Macron, y se ha mencionado su nombre como posible miembro de un futuro gobierno. Ella dice que se ve más bien en un papel internacional, quizá vinculado a la lucha contra el cambio climático, su caballo de batalla desde hace años.
Muñidora del acuerdo sobre el clima en París, acaba de publicar un Manifiesto por la justicia climática. Royal, excandidata presidencial y activista medioambiental, es una especie de Al Gore a la francesa. “La justicia climática es la igualdad de acceso a las energías limpias, de un lado, y de otra parte es mostrar que este combate reduce las desigualdades”, explica. “Es un factor de desarrollo y de paz. Porque el calentamiento climático está en el origen de grandes desestabilizaciones geoestratégicas del globo, en especial de las migraciones masivas y las miseria. En el origen de los conflictos se encuentra casi siempre una cuestión climática”.
La conversación deriva hacia las elecciones. Al posicionarse como la candidata del pueblo contra la élite, Le Pen “ha encontrado su ángulo de ataque”, admite Royal. Pero es una impostura, prosigue. “Heredó el partido de su padre. Creció en el castillo de Montretout, rodeada de mayordomos. No es la candidata del pueblo, no tiene nada del pueblo”.
Le Pen ha conectado con las clases populares. No todos los votantes —7,7 millones el pasado domingo— son de extrema derecha. “Una parte lo son o se adhieren a la ideología del Frente Nacional. Una parte es un voto de protesta, y una parte de este voto de protesta ha ido hacia Jean-Luc Mélenchon”, dice. Mélenchon, candidato de La Francia Insumisa, quedó cuarto, con cerca de un 20% de votos, y se ha reservado el sentido de su voto el 7 de mayo. Su equidistancia le ha convertido en el blanco de duras críticas. “Yo creo que Mélenchon ha tenido un papel útil”, dice Royal. “Es el voto de Mélenchon lo que impidió a Marine Le Pen quedar primera en la primera vuelta. Sin él, una parte de este voto de protesta se habría ido a la extrema derecha”. Macron superó a Le Pen por casi un millón de votos.
Royal descarta la hipótesis de una repetición de la victoria de Donald Trump en EE UU el pasado noviembre, una sorpresa que desafíe todos los sondeos que dan a Macron vencedor. “No tiene nada que ver”, dice. “En Estados Unidos hay dos grandes fuerzas democráticas: los demócratas y los republicanos. Trump era el candidato republicano”. En Francia, Le Pen es la jefa —en excedencia— del Frente Nacional, el viejo partido de la extrema derecha, fundado por su padre, Jean-Marie. No pertenece a ninguno de los dos grandes partidos —ambos en declive— que en las últimas décadas han articulado la política francesa.
Uno de estos partidos es el suyo propio, el PS. El candidato socialista, Benoît Hamon, obtuvo un 6,4% de votos, el peor resultado desde 1969. “El Partido Socialista no puede volver a ser lo que fue”, avisa. “No importa cómo se llame. El tema no es el cambio de nombre. Se trata de tomar nota de lo que ocurrió. La política cambia”.
Y en esta nueva política, ella se ha alineado con el centrista Macron, exbanquero y exministro de Economía del padre de sus hijos, el presidente François Hollande. Hay ecos de Désirs d’avenir (Deseos de futuro), la asociación que en 2007 propulsó la candidatura de Royal, en En Marcha!. Ella defiende, al contrario que Macron, la división izquierda/derecha. “Estructuran completamente la política”, dice. Pero añade: “Yo también dije en 2007, y me insultaron en mi partido, que había que aliarse con el centro. Hacía como François Mitterrand. Decía: Sí, soy socialista, pero capaz de construir mayorías de ideas que no sean de derecha ni de izquierdas”.
Estos días irá a radios y televisiones para explicar su voto, sus razones contra el Frente Nacional. Confía en la victoria de Macron ante Le Pen. ¿Inquieta? “No", responde. "Pero hay que librar todos los combates. También contra lo que ella encarna, contra las ideas que defiende. Sus ideas se expanden en nuestra sociedad”.
Esta entrevista ha sido realizada en el marco de LENA (Leading European Newspaper Alliance) de la que EL PAÍS forma parte.
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