Muhammad Ali Jr. vs Donald Trump
Interrogado en un aeropuerto por su nombre musulmán, el hijo del mito del boxeo quiere demandar al presidente por discriminación religiosa. "Es como Sonny Liston", reta. "Hay que tumbarlo"
–Trump es como Sonny Liston. Hay que tumbarlo.
Dijo Muhammad Ali Jr. el lunes pasado.
–Hay que educar a este señor –añadió su madre, Khalilah, segunda de las cuatro esposas del boxeador–. Si necesita que vaya a la Casa Blanca a educarlo iré a la Casa Blanca. Porque este señor –repitió– necesita que lo eduquen.
Los dos habían sido convocados para la entrevista por su abogado, Chris Mancini, que afirmó que prepara una demanda contra el presidente de Estados Unidos que tendrá como rótulo de pleito judicial “Ali vs Trump”.
–Como un combate de pesos pesados –resaltó.
Al hombre que ha convertido la Casa Blanca en su todopoderosa esquina en un cuadrilátero de boxeo que abarca el mundo entero, Donald Trump, le van saliendo enemigos por todas partes. Uno es el hijo de la mayor leyenda del ring.
Ali Jr., de 44 años, y su madre Khalilah Camacho Ali, de 66, han iniciado una campaña contra el mandatario tras haber sido retenidos el 7 de febrero en un aeropuerto de Florida por sus nombres musulmanes, según alegan, y no haber podido pasar el control migratorio hasta después de sendos interrogatorios.
Llegaban de vuelta de Jamaica, donde ella había estado dando una conferencia con motivo del Mes de la Historia Negra. Los dos iban en silla de ruedas, contó Khalilah, que explicó que ambos tienen dificultades de movilidad.
Junior pasó al puesto de control y mostró su pasaporte.
–El agente de inmigración me preguntó mi nombre, quién me había puesto ese nombre y cuál era mi religión. Así que le dije: “Mi nombre es Muhammad Ibn Ali, el nombre me lo pusieron mis padres y soy musulmán”. Me pareció que no me creía y le dije: “Soy el hijo de Muhammad Ali”. Pensé que eso suavizaría el proceso, pero me condujeron a otra sala, me repitieron las mismas preguntas, las respondí en un minuto y a partir de ahí me tuvieron una hora y cuarenta y cinco minutos sentado enfrente de un oficial tecleando en el ordenador. Hasta que el agente me dijo que me podía marchar. Sin una disculpa. Sólo dijo: “Puedes irte”".
Ali Jr. es un hombre sencillo que habla despacio, fatigado. Su vida como hijo del campeón de boxeo y uno de los atletas más célebres de todos los tiempos no fue agradable, de acuerdo con sus testimonios a la prensa. En la escuela, siendo un muchacho enclenque, le hacían bullying retándolo a pelear como su padre. En los ochenta Ali se casó con su cuarta esposa y desde entonces apenas lo vio. Poco antes de la muerte de su padre el año pasado, contaba a quien se acercara a preguntarle al gueto de Chicago donde vivía con su mujer y dos hijas que apenas tenía para sobrevivir con ayuda de los servicios sociales. Decía que llamaba para felicitarle el cumpleaños a su padre, muy enfermo de párkinson, pero nadie le cogía el teléfono, y que pese a todo lo seguía “queriendo mucho”.
Mirando en aquella sala al oficial de inmigración escribiendo en su ordenador minuto tras minuto sin decirle nada, se sintió, asegura, “como en el funeral de mi padre”. “No sabía que pensar. Estaba sonado. “¿Por qué estoy aquí sentado? ¿Qué está pasando aquí?”, me preguntaba. Hasta que me dije: “Vale, Donald Trump es el presidente de Estados Unidos. Ya lo entiendo”.
Cuando lo condujeron a la habitación, su madre se sobresaltó.
–¡Ey! ¿A dónde os lleváis a mi hijo?
–No se preocupe –le dijeron–. Lo esperará al otro lado, estará bien.
Era su turno y Khalilah pasó al puesto de control, donde le hicieron las mismas preguntas que a Muhammad, según su relato.
–¿Cuál es su religión?
–¿Perdone? ¿Qué me está diciendo? ¿Hay algún problema con mi documentación?
–Tenemos que hacerle estas preguntas.
–Ok. Soy musulmana. Nací en Chicago, fui criada como musulmana, he vivido toda mi vida en Estados Unidos y mi primer esposo fue Muhammad Ali.
Le enseñó al agente una foto con su exmarido.
–¿Lo ve?
–Ok, ok –ni se inmutó el oficial–. ¿De dónde viene?
–De Jamaica.
–¿Y qué hacía usted en Jamaica?
Ella le explicó el motivo de su viaje y a continuación, como a su hijo, la llevaron a una sala a hacerle las mismas preguntas. Pero la dejaron ir mucho antes que Muhammad. Quizás por tratarse de una mujer de fuerte carácter, especula su abogado, prefirieron no mantenerla tanto tiempo retenida. Khalila estuvo casada con Ali de 1967 a 1977, tuvo cuatro hijos con él, es activista en defensa de los derechos de los afroamericanos y noveno grado de cinturón negro de karate.
Mancini afirma que ninguno de los dos había tenido nunca que pasar una segunda inspección entrando a su país y sostiene que fueron víctima de una “expansión” de la vigilancia a los musulmanes, incluyendo a los nacionales, tras el decreto firmado por Trump días antes de veto a viajeros de origen islámico. El abogado pretende unir su caso con el de otros ciudadanos americanos que hayan pasado por la misma situación desde entonces y demandar al presidente y al Departamento de Seguridad Interior por violación de derechos religiosos.
Este jueves Ali Jr. y su madre participaron en el Capitolio en Washington en un foro organizado por congresistas demócratas sobre el llamado veto musulmán. “Tenemos que salir al ring a pelear”, exclamó ella. Su hijo, vestido con una camisa de estilo africano, dijo que en el aeropuerto se sintió “como un inmigrante”.
Khalilah recordaba el lunes que cuando Muhammad salió de la sala donde lo retuvieron “estaba tembloroso”. “A lo mejor él te dice que no, pero yo lo vi. Estaba temblando. ¡Vaya sí estaba temblando!”. Junior no la contradijo.
–¿Qué le hubiera dicho su padre?
Él imitó una voz murmurante, raspada. “Hijo mío. Mmm…, esto no está bien; mmm…, tenemos que frenarlo; esto está mal. Mmm…, hay que pararlo”.
El modesto heredero del mítico púgil que abrazó el islam en 1964 tras proclamarse campeón del mundo contra Liston y rechazó su nombre original, Cassius Clay, “un nombre de esclavo”, para ser Muhammad Ali, “un hombre libre”, tiene que medirse ahora con el chico más amenazador de la clase.
La pelea será dura. Este viernes, al día siguiente de criticar a Trump en el Capitolio, Ali Jr. llegó en el aeropuerto de Washington al mostrador de su aerolínea para abordar un vuelo nacional hacia Florida, enseñó su identificación y, según relató a la prensa, el empleado la observó, lo miró y le dijo:
–Oh, vaya, debo llamar al Departamento de Seguridad Interior.
Tras una llamada de 25 minutos, el hijo del gran Muhammad Ali pudo embarcar y volver a casa. "Enojado", dijo. "Frustrado y exhausto". En el segundo round.
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