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Pioneras en la defensa de la mujer en Siberia

En la ciudad rusa de Tomsk un grupo de mujeres lleva un centro de crisis para las víctimas de violencia doméstica

Pilar Bonet
Tatiana Dmítrieva, activista rusa por los derechos de las mujeres, sujeta un cartel para protestar contra la despenalización de la violencia doméstica en Rusia.
Tatiana Dmítrieva, activista rusa por los derechos de las mujeres, sujeta un cartel para protestar contra la despenalización de la violencia doméstica en Rusia.

Tras cinco años de esfuerzos, un grupo de mujeres siberianas lograron por fin convencer a las autoridades de la ciudad de Tomsk de la necesidad de abrir un centro de crisis para las víctimas de la violencia doméstica. El centro se inauguró en 2011 en aquella localidad situada a más de 3600 kilómetros al este de Moscú, donde viven cerca de medio millón de personas. El local (tres habitaciones, una cocina y un salón) tiene capacidad para 10 personas y, junto con un pabellón ambulatorio donde trabajan psicólogos, sociólogos y otro personal especializado, es la única institución dedicada a mujeres que sufren malos tratos en toda una provincia petrolera (más de 314.000 kilómetros cuadrado, un tamaño superior a Polonia) que padece problemas económicos desde que bajaron los precios del crudo y comenzaron las sanciones, afirma por Skype Tatiana Dmítrieva, una de las pioneras de la lucha por los derechos de la mujer en Siberia.

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La provincia de Tomsk en su conjunto tiene cerca de un millón de habitantes, pero las autoridades municipales, que tienen su propio presupuesto, han recordado esta semana a los responsables del centro que “solo pueden acoger a las mujeres empadronadas en la ciudad, lo que deja fuera de toda protección a las mujeres en apuros en las inhóspitas localidades del norte”, cuenta Dmítrieva.

Según la activista, en Rusia, gracias a ciudadanos desinteresados, organizaciones no gubernamentales y concienciación creciente en la sociedad, se ha acumulado ya bastante experiencia en la protección de la mujer, pero hace falta cambiar la legislación, la mentalidad de la policía y servicios de orden público y la forma burocrática de trabajar de la administración. Dmítrieva critica la reciente enmienda en el código penal que, a partir de este año, dejó de considerar como “delito” la violencia doméstica cuándo ésta “no perjudica” la salud de la víctima. Aprobada con las presiones de grupos cristianos ortodoxos radicales, la legislación actual establece que la primera manifestación de violencia doméstica que no conlleve consecuencias para la salud de la víctima se cataloga como “infracción administrativa” y se sanciona por esta vía. Sólo después de una reincidencia en el plazo de un año, la violencia sin huellas físicas es considerada como “delito” y se puede proceder por la vía penal contra el agresor.

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Estos cambios no han ido acompañados de una mentalización y formación de los órganos policiales, a quien se les ha dejado la responsabilidad de decidir “qué clase de violencia es perjudicial para la salud de la víctima”, afirma la activista. La policía, señala, está poco motivada y poco deseosa de inmiscuirse en lo que considera como la vida privada de la gente. “Necesitamos una ley sobre la violencia doméstica cotidiana y esa ley se discutió durante mucho tiempo, pero el parlamento no la ha aprobado”, explica Dmítrieva. “Se necesitan medios legales para defender a las mujeres, aunque ahora existe ya una red de centros de crisis en Rusia, por lo general surgidos como iniciativas locales desde abajo y con ayuda de organizaciones no gubernamentales”, afirma.

Entre otras cosas, explica, se debería legalizar la orden de alejamiento del agresor, una figura que no existe en la legislación rusa. Se debería también garantizar que, en caso de conflicto, es la víctima la que permanece en el domicilio conyugal y no el agresor. En la actualidad, señala, se producen casos en los que es la mujer es obligada a abandonar el hogar mientras él permanece en el domicilio común que en ocasiones ha sido pagado con el dinero de la llamada “ayuda maternal”. Esta ayuda, para madres de familia numerosa, es actualmente de cerca de medio millón de rublos y fue una medida destinada a incentivar el crecimiento demográfico en Rusia. La falta de dinero en efectivo hace que algunas mujeres sucumban a la oferta de empresas desaprensivas que le ofrecen compartir la “ayuda maternal” a cambio de formalizar una operación truculenta de venta de vivienda, lo que supone que “se quedan sin dinero y sin vivienda”.

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En relación a las necesidades existentes, el centro de Tomsk es minúsculo, pero la sociedad apoya con donativos, con ropa o comida, dice Dmítrieva. La dirección del refugio es secreta para evitar que los maltratadores puedan amenazar a las mujeres y el centro tiene un contrato con una compañía de seguridad además de un botón de urgencia para llamara a la policía. El perfil típico de las mujeres que buscan refugio corresponde a personas de 25 a 35 años, con educación primaria incompleta y algún tipo de formación profesional, un hijo y una relación rota. En total son más de 2000 las mujeres que han sido atendidas en el centro de crisis y en sus consultas. Dmítrieva quedó muy conmovida cuando en 2016 fueron asesinadas dos mujeres que tras pasar por el centro, decidieron volver con su pareja. Las estadísticas sobre violencia doméstica en Rusia son fragmentarias, pero según datos del ministerio del Interior de 2008, cada año 600.000 mujeres sufren la violencia por parte de sus parejas y el 40% de los delitos de violencia se comete en el hogar. 

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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