Los conservadores británicos arrebatan un escaño histórico a los laboristas
El partido laborista pierde el escaño de Copeland, representado por la formación desde hace 80 años
Los laboristas británicos prosiguen su cuesta abajo con la pérdida de un escaño en el norte de Inglaterra que venían controlado en las últimas ocho décadas. La candidata conservadora ha conseguido imponerse en la elección parcial de la circunscripción de Copeland: un tremendo revés par el partido de Jeremy Corbyn que, sin embargo, logra resistir —por un margen estrecho— el envite del eurófobo Ukip en una votación paralela en su bastión de Stoke.
Tras conocerse el desenlace de la elección del jueves en Copeland, tildada por el amplio sector crítico de “histórica y catastrófica”, el entorno de Corbyn ha aclarado que el líder de los laboristas no va a dimitir. El cambio de signo de los votantes confirma la progresiva desafección de las tradicionales bases laboristas en la Inglaterra posindustrial y más deprimida, que el año pasado se decantó mayoritariamente por el Brexit en contra de la posición oficial del partido. Frente a la falta de coherencia y estrategia política del Partido Laborista, la conservadora Trudy Harrison ha sabido además jugar la carta nuclear. Miles de electores de esta población del noroeste (70.000 habitantes) trabajan en la planta nuclear de Sellafield, una industria muy criticada por Corbyn.
El resultado de la votación de Copeland no solo plantea serios interrogantes sobre el futuro del Partido Laborista en Inglaterra (después de haber sido casi pulverizado en Escocia, a manos de los independentistas del SNP), sino que entraña además un fuerte aval a las políticas de la primera ministra conservadora, Theresa May. Por primera vez desde 1982 el partido en el gobierno logra descabalgar a los rivales en una elección parcial, y lo hace en un feudo laborista a pesar de los últimos siete años de políticas de austeridad impulsadas por los conservadores.
Por eso Corbyn se esfuerza en redirigir la atención hacia el segundo foco de la jornada electoral, Stoke-on-Trent, donde el Ukip no ha conseguido reemplazar al laborismo. La formación eurófoba y antiinmigrantes se arriesga a desaparecer pronto de la primera línea política tras el fracaso de su nuevo líder, Paul Nuttall, en esta circunscripción bautizada como “la capital del Brexit” (un 70% votó en su día por la salida de Europa). El Ukip cuenta con un único diputado en el Parlamento de Westminster, enfrentado además a la dirección del partido.
Su antiguo jefe de filas y todavía una voz muy influyente, Nigel Farage, había sentenciado que el resultado de los comicios en Stoke era “fundamental” para el futuro de la formación. Pero su sustituto en el liderazgo ha protagonizado una campaña desastrosa en el último tramo, cuando tuvo que desdecirse de varias mentiras, como un falso doctorado o la desafortunada manipulación de la tragedia en el estadio de fútbol de Hillsborough. Nuttall aseguró que había perdido a dos amigos íntimos en aquella mortal avalancha, lo cual no es cierto.
Jeremy Corbyn no puede sin embargo echar las campañas al vuelo, porque solo el estrecho margen de 2.500 votos ha sellado la victoria de los suyos en Stoke. La merma del respaldo a su partido, especialmente en el norte de Inglaterra que abrazó el Brexit, ilustra el creciente sentimiento de desconexión del establishment del partido con las clases trabajadoras. Pero el líder sigue haciendo oídos sordos a las críticas internas de quienes están convencidos de que el Partido Laborista nunca podrá regresar al poder de la mano de Corbyn. La primera ministra Theresa May le supera en los sondeos por quince puntos.
La respuesta de John McDonnell, canciller en la sombra y aliado de Corbyn, al desastre de Copeland ha sido culpabilizar al ex primer ministro laborista Tony Blair por haber salido a la palestra en los días anteriores anunciando una campaña contra el Brexit y, con ello, abonando la división en las filas laboristas. La culpa, según esa versión que elude responsabilidades, sería siempre de otros.
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