Japón quiere ser el mejor amigo de Trump en Asia
Shinzo Abe se reúne este viernes con Trump y planteará un plan para crear 700.000 empleos en EE. UU
Convencer a Donald Trump de la importancia de Japón como aliado, disipar posibles focos de tensión en las relaciones comerciales y de defensa y tratar de establecer un vínculo personal con el impredecible nuevo presidente de EE. UU. Son los objetivos con los que llega el primer ministro nipón, Shinzo Abe, a Washington este viernes para su primera reunión oficial con el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
Abe ha puesto un especial empeño en establecer una relación fluida con Trump. Ya acudió a reunirse con él en Nueva York pocos días después del triunfo del republicano en las elecciones estadounidenses, y tan solo la jefa del Gobierno británico, Theresa May, ha conseguido adelantarle en ser la primera líder internacional a la que el presidente ha recibido tras su investidura. Será, eso sí, el primero invitado a Mar-a-Lago, el club privado de Trump en Florida y donde ambos jugarán al golf este fin de semana.
El primer ministro se ha mostrado siempre conciliador hacia Trump: ha declarado una cuestión interna al veto migratorio de la Casa Blanca a siete países musulmanes, ha calificado al temperamental presidente de persona “fiable” y, a modo de ramo de olivo, llevará debajo del brazo un paquete de iniciativas de inversión niponas —algunas más novedosas, otras recicladas— que asegura que sustentarán 700.000 empleos en EE. UU.
La consideración de Abe hacia Trump puede resultar chocante dado que hasta ahora la situación no ha sido, precisamente, recíproca: el magnate ha opinado que Japón debe contribuir más para pagar los costes de su seguridad, ya que su Constitución pacifista impone serias limitaciones a las fuerzas de defensa niponas; ha acusado a Tokio de manipular la cotización del yen y de practicar una política de exportaciones perjudicial para EE UU, y ha defenestrado el TPP, el pacto comercial transpacífico con el que Abe quería impulsar la frágil economía de su país.
Pero en los cálculos del primer ministro hay un factor primordial: una China en auge y cada vez más enérgica en sus reclamaciones de soberanía, incluida la que concierne a las islas bajo administración nipona conocidas como Diaoyu en mandarín y Senkaku en japonés. A ojos de Abe, es vital que Pekín no perciba señales de flaqueza en la alianza entre Japón y EE UU, uno de los pilares del equilibrio regional. “Lo importante es demostrar a China que Japón y EE UU mantienen una relación estrecha y que no hay una separación que ella pueda aprovechar”, ha declarado el jefe de Gobierno a sus colaboradores, según publica el diario The Japan Times.
“Tal y como lo ve Abe, llevarse bien con Trump es cuestión de vida o muerte para Japón”, explica Céline Pajon, analista del Instituto Francés de Relaciones Internacionales. “Tokio está en primera línea de amenazas peligrosas e inmediatas, como Corea del Norte, y también afronta un mayor desafío de China, que quiere reivindicar sus intereses principales en Asia. En ambos casos, Japón es aún muy dependiente de su alianza con EE UU para su defensa y para ofrecer un elemento disuasorio creíble”.
En los últimos días, Abe ha empezado a recibir recompensas. En la última semana, tanto el secretario de Defensa, James Mattis, como el de Estado, Rex Tillerson, han reiterado el compromiso de su Gobierno con la defensa de Japón, y han dado garantías de que la promesa se extenderá a las Senkaku-Diaoyu. El propio Trump ha expresado, en una llamada telefónica con Abe, “el compromiso a prueba de fuego para garantizar la seguridad de Japón”.
Es una promesa que el jefe de Gobierno nipón querrá escuchar personalmente de labios del presidente estadounidense. “Dado que Trump puso en duda los valores de la alianza durante su campaña, es esencial que Japón obtenga firmes garantías de tranquilidad, no solo del Departamento de Defensa o del de Estado sino directamente del propio presidente”, explica Pajon.
Pero el primer ministro nipón quiere también demostrar a Trump, con cifras y con el plan de inversiones, que es un aliado fiable en el terreno económico. Su Gobierno resalta que su superávit comercial con Estados Unidos se redujo en un 4,6% el año pasado con respecto a 2015. También destaca que las empresas niponas son las segundas mayores inversoras y creadoras de empleo extranjeras en EE.UU, solo por detrás de las del Reino Unido.
Una vez que Washington ha abandonado el TPP, el presidente estadounidense aspira a entablar negociaciones bilaterales sobre libre comercio con Japón. Aunque la preferencia de Abe sigue siendo un pacto multilateral, no está completamente cerrado a explorar un acuerdo a solo dos bandas. “No es absolutamente imposible”, ha declarado en una intervención ante el Parlamento.
Más improbable es que, sea en la Casa Blanca o practicando el drive en Mar-a-Lago, Abe se comprometa a aumentar el gasto en defensa. Los llamamientos de Trump en ese sentido pueden jugar en favor de los deseos del primer ministro de una reforma de la Constitución pacifista, pero dada la fuerte deuda pública nipona —recuerda Pajon— “desde el punto de vista presupuestario, el margen de maniobra es realmente bastante limitado”.
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