El futuro gobierno de Trump se encamina a un encontronazo con China
El futuro secretario de Estado de EE UU promete bloquear el acceso de Pekín a las islas artificiales en el mar del Sur de China
Las relaciones entre Pekín y Washington amenazan con ser cualquier cosa menos armoniosas durante el mandato de Donald Trump. Desde su triunfo en noviembre, el presidente electo de EE. UU. y su equipo han emitido distintas señales, incluidos tuits amenazadores y declaraciones belicosas, que apuntan a que ven a China con enorme suspicacia, si no como el enemigo a batir. El último ejemplo lo ha dado el candidato a secretario de Estado, Rex Tillerson, que en su audiencia de confirmación ha arremetido contra uno de los puntos más sensibles de Pekín, las islas del mar del sur de China.
Pekín, en una disputa que implica a otros cinco países vecinos, se atribuye la soberanía de cerca del 90% de ese mar, por el que pasa anualmente un tráfico marítimo de 5 billones de euros en bienes y que se sospecha rico en recursos naturales. En los últimos dos años ha acelerado la construcción y equipamiento de siete islotes artificiales, dotados ya de pistas de aterrizaje y, según el “think tank” estadounidense CSIS, de sistemas de defensa que incluyen lanzaderas de cohetes antimisiles.
En su audiencia de confirmación este miércoles, Tillerson comparó la construcción de esas islas artificiales con “la toma de Crimea por parte de Rusia” en perjuicio de Ucrania. “Vamos a tener que mandar a China una señal clara de que, primero, se ha acabado la construcción de islas y, segundo, tampoco tu acceso a esas islas tampoco se va a permitir”.
Es una declaración que va mucho más allá de lo que había planteado hasta ahora Washington, que no mantiene reclamaciones territoriales en la zona pero sí un gran interés en el flujo sin obstáculos de las rutas comerciales.
La Administración Obama llevó a cabo varias patrullas en aguas cercanas a las islas en disputa, en nombre de la libertad de navegación, pero jamás propuso impedir el acceso de China a unas aguas que considera internacionales. En su intervención ante los senadores estadounidenses, el expresidente de Exxon Mobile, que carece de experiencia diplomática o militar, no precisó cómo bloquearía el acceso chino a las islas.
Las amenazas de Tillerson representan la segunda ocasión en dos meses en que la futura Administración Trump cuestiona en público los grandes tabúes geopolíticos de China. El presidente electo ya causó la furia de Pekín al aceptar una llamada de felicitación de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, la primera conversación directa de la que se tenga noticia en 40 años entre líderes en Taipei y Washington. China considera a Taiwán una de sus provincias y para Pekín no hay tema más intocable que el territorial.
El propio Trump volvió a añadir leña al fuego el miércoles al afirmar, en su rueda de prensa, que otros países, como China o Rusia, deben “respetar más a Estados Unidos”.
Las declaraciones de Tillerson y Trump son “muy alarmantes. No apuntan nada bueno para el futuro desarrollo de las relaciones”, considera el analista Victor Gao, director de la Asociación Nacional China de Relaciones Internacionales.
En sus declaraciones públicas, Pekín ha reaccionado con moderación hasta el momento. En su rueda de prensa diaria, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores Lu Kang opinó este jueves que Tillerson “tiene razón en una cosa, que tenemos acuerdos y desacuerdos, pero que no deberíamos dejar que estos últimos impidan la colaboración entre nuestros dos países”.
Es improbable que Pekín endurezca el tono antes de la investidura en Washington el día 20. Si Xi Jinping alude a la relación bilateral cuando viaje a Davos la semana próxima, lo hará de manera indirecta y para promover una imagen de hombre de Estado, en contraste con las estridencias de Trump.
Pero ya va lanzando advertencias por otras vías. Cuando Trump amenazó con abandonar la política que ha gobernado las relaciones de EE. UU. con Pekín y Taipei para un mayor acercamiento a Taiwán, una patrullera china se incautó de un dron submarino estadounidense en aguas del mar del Sur de China; esta semana, al tiempo que Tsai pasaba por EE. UU. en tránsito hacia una visita oficial a Centroamérica, Pekín hacía pasar su único portaaviones, el “Liaoning”, por el estrecho de Taiwán.
Es posible que la dureza inicial del futuro gobierno estadounidense sea una estratagema para buscar concesiones del contrario, una estrategia clásica en el mundo de los negocios del que proceden tanto Trump como Tillerson. En opinión de Gao, sería un craso error.
“China no responde a las presiones. No le importa que la otra parte se haga la dura. Es cuatro veces mayor que Estados Unidos. Si la Administración Trump quiere llegar a algo con China, tiene que tratarla con respeto, o China no responderá. Y sin China hoy día no es posible solucionar los grandes problemas mundiales”, apunta el analista.
En cambio, una posición de colaboración puede ofrecer grandes ventajas a EE. UU., apunta Gao. Como ejemplo la reunión esta semana entre Trump y Jack Ma, el presidente del gigante del comercio electrónico Alibaba, en la que se planteó la creación de un millón de empleos en suelo estadounidense. “China es el mayor mercado del mundo. El señor Trump quiere devolver la grandeza a EE. UU.; pues bien, sin el gran mercado chino Estados Unidos no podrá volver a ser grande”, sostiene Gao.
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