Los nazis pudieron descubrir a Ana Frank por casualidad y no por una traición
Un nuevo estudio apunta que la menor judía y su familia no fueron delatados sino localizados por agentes que investigaban el estraperlo
El escondite de Ana Frank y su familia en el trastero de una casa de los canales de Ámsterdam fue descubierto por los nazis el 4 de agosto de 1944. Aunque sin confirmación oficial, se presumía hasta hoy que les traicionó un informador pagado por los ocupantes. Sin embargo, una nueva investigación efectuada por la Fundación que gestiona la casa-museo dedicada en la ciudad a la joven autora del famoso Diario, apunta a una casualidad, y no a una delación, como origen de la tragedia. Según el investigador Gertjan Broek, los agentes que entraron en el número 263 de la calle Prinsengracht, en el centro antiguo de la ciudad, “iban detrás del tráfico de cartillas de racionamiento y la contratación ilegal de trabajadores”. Además, incide en que el policía holandés que participó en el arresto, Gezinus Gringhuis, "estaba asignado al departamento de delitos económicos, no a la búsqueda de judíos ocultos”.
Broek apuntala su teoría con sendos detalles. Dice que una vez dentro del edificio que servía de tapadera a la familia Frank y a otras cuatro personas, los gendarmes tardaron dos horas en salir; "demasiado tiempo si sabían que había judíos ocultos”, sostiene. A principios de 1944, fueron arrestados dos traficantes de bonos de comida que habían trabajado en ese mismo número. La propia Ana se hizo eco del suceso en su Diario, donde escribió que después resultó muy difícil conseguir alimentos. Lo más probable, sigue Broek, es que durante el registro del inmueble acabaran encontrando la estantería que tapaba las escaleras de acceso al trastero. Arriba, ocho personas perseguidas llevaban dos años juntas tratando de evitar al invasor.
Tras ser descubiertos, fueron enviados a los campos de concentración. Sólo regresó Otto Frank, el padre de Ana. La adolescente, su madre, Edith, la hermana mayor, Margot, el matrimonio Van Pels con su hijo, Peter, y el dentista Fritz Pfeffer, perecieron entre 1944 y 1945.
El estudioso señala, además, que la posible llamada de un supuesto soplón a los gendarmes mientras estos registraban el edificio es poco probable. “En 1944 muchas conexiones telefónicas habían sido cortadas, y los números de los servicios secretos no estaban al alcance de cualquiera”, dice. Entre los posibles chivatos señalados por otros escritores figura Tonny Ahlers, miembro del Movimiento Nacional Socialista de Holanda. Es el sospechoso número uno para Carol Ann Lee, biógrafa de Otto Frank. Otra de las posibles delatoras es Nelly Gies, hermana de Miep, la amiga de la familia de Ana que les ayudó. A Nelly no le gustaba que Miep escondiera judíos, pero todos ellos fueron interrogados después de la II Guerra Mundial sin que pudieran formularse acusaciones firmes.
La casa-museo de Ana Frank subraya que su nuevo estudio no pretende cegar la vía de la presunta denuncia, aunque apunta que después de varias décadas de búsqueda por ese lado, no se ha obtenido respuesta, tal y como ha dicho Ronald Leopold, director de la Fundación. Al centrarse en la entrada de la policía, y en el relato mismo de Ana Frank sobre los días anteriores, pretenden “animar a otros investigadores a rastrear nuevas pistas para poder contar toda la historia de Ana Frank”.
Confinadas en el campo de Bergen-Belsen (norte de Alemania), Ana y Margot murieron con pocos días de diferencia, posiblemente hacia febrero de 1945, y fueron enterradas en una fosa común. El 15 de abril de ese año, los soldados británicos aliados liberaron el campo, quemado luego para contener una epidemia de tifus.
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