Trump elude resolver sus conflictos de intereses
El magnate solo anuncia que dejará la gestión empresarial en manos de sus hijos durante la presidencia
A poco más de un mes de que comience su Gobierno, Donald Trump no ha aclarado cómo va a resolver los múltiples conflictos de intereses a los que se enfrenta un presidente con proyectos empresariales en tantos países. Trump ha dado, más bien, indicaciones de que no va a tomar medidas que garanticen una separación de sus negocios y de su entorno. “Dos de mis hijos, Don y Eric, los gestionarán. Y no habrá acuerdos durante mi mandato”, dijo el lunes por la noche en las redes sociales. Que el imperio siga en manos de sus familiares directos no blinda al Gobierno estadounidense ante esos potenciales conflictos de intereses.
El presidente electo había convocado una rueda de prensa para este jueves con el objetivo de explicar las medidas que tomaría para evitar que los intereses de su conglomerado empresarial interfieran o se aprovechen de su acción de Gobierno. El lunes la canceló y por la noche, fiel a su estilo, optó por apuntar a algunas medidas a través de su cuenta en la red social Twitter. “Aunque no estoy obligado a hacerlo, dejaré mis negocios antes del 20 de enero para poder centrarme en la presidencia”, dijo Trump, aún vinculado con sus empresas al mismo tiempo que habla y se reúne con líderes políticos y jefes de Gobierno.
Si la opción que toma para separarse de sus intereses como empresario mientras gobierna Estados Unidos se reduce a dejar las riendas en manos de sus hijos, en lugar de en las de gestores independientes, la muralla china entre ambas esferas va a ser más difícil de creer. La creación de un fideicomiso ciego, que es una entidad que asumiría los negocios durante su mandato y no le daría ninguna información sobre ellos al presidente, no gusta a Trump.
No hay precedentes de un presidente americano con tantos negocios y, por tanto, tantos problemas potenciales, así que los recelos en Estados Unidos son enormes. Los documentos oficiales presentados hasta ahora revelan que Trump cuenta con 500 empresas y acuerdos comerciales en casi una veintena de países susceptibles de generar conflictos con los intereses de Estados Unidos. Los tentáculos llegan a Indonesia, Azerbaiyán, Panamá, Emiratos Árabes, Qatar, Canadá, China, Brasil, Uruguay y Turquía, entre otros. La mayoría de sus adquisiciones u operaciones de los últimos años, de hecho, tuvieron lugar en el extranjero.
El presidente electo ha prometido que no cerrará nuevos negocios durante su presidencia, pero la pregunta sobre lo que ocurre con todos los negocios ya en marcha no se responde con esa promesa. Su jefa de campaña y principal asesora, Kellyanne Conway, justificó en una entrevista en CNN la tardanza en presentar un plan al respecto por lo “complicado y complejo son muchos de esos negocios”. “Es simplemente un hombre que ha tenido un éxito increíble en los negocios y tiene propiedades en todo el globo”, dijo.
Los problemas con los conflictos de intereses de la Administración Trump no quedan en la presidencia. Michael Flynn, el general escogido como asesor de Seguridad Nacional, impulsó tras dejar el Ejército una consultoría que trabajó para el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan, al mismo tiempo que ha pedido la extradición a Turquía de Fetulá Gülen, el clérigo al que Erdogan culpa del intento de golpe de Estado de este verano y que está exiliado en Estados Unidos. Flynn también ha cobrado Russia Today, la cadena de televisión próxima al Kremlin.
La reciente nominación para un cargo mucho más relevante, el de Secretario de Estado, despierta más recelos. Trump ha escogido como jefe de la diplomacia a Rex Tillerson, cercano a Vladímir Putin y primer ejecutivo de la petrolera Exxon Mobile, un gigante empresarial que ha reforzado sus intereses en Rusia bajo el mandato de Tillerson.
También ha puesto en lugares clave del área económica a importantes inversores de Wall Street, lo cual no supone un cambio en los nombramientos habituales de los Gobiernos estadounidenses (en el cargo de secretario del Tesoro han sido frecuentes los exbanqueros de Goldman Sachs), pero sí choca con su discurso antiestablishment de la campaña electoral.
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