Las activistas premiadas con el Sájarov piden un juicio al ISIS
Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar piden llevar al grupo yihadista ante el Tribunal Penal Internacional por el genocidio de su pueblo
Las yazidíes Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar recibieron este martes en la Eurocámara el Premio Sájarov, la mayor condecoración comunitaria a personas que se han distinguido por su defensa de los derechos humanos. Prisioneras del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) en Irak, donde fueron esclavizadas sexualmente, desde su liberación se han erigido en la memoria viva del sufrimiento de su comunidad. Mientras la batalla contra el ISIS continúa, piden apoyo para llevar al grupo yihadista ante la justicia por el genocidio de su pueblo.
Un aplauso de medio minuto con los eurodiputados puestos en pie precedió este martes en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo la llegada al atril de Lamiya Aji Bashar, de 18 años. Bashar fue junto a Nadia Murad, de 23 años, galardonada con el Premio Sájarov por visibilizar el sufrimiento del pueblo yazidí, una minoría asentada principalmente en el Kurdistán iraquí, así como por su denuncia del uso de la violencia sexual como arma de guerra. “Este premio es para todas las niñas y mujeres que han sido esclavizadas sexualmente por Daesh [acrónimo árabe del Estado Islámico] y para todos los que en cualquier parte del mundo han sido víctimas del terrorismo”, dijo Bashar tras los pertinentes agradecimientos.
La ceremonia no solo sirvió de homenaje y recordatorio del horror sufrido por ambas mujeres, secuestradas, vendidas y esclavizadas sexualmente por el Estado Islámico en Irak. Fue también un grito pidiendo justicia: “Esperamos del Parlamento Europeo y del mundo que lleve el genocidio de los yazidíes hasta el Tribunal Penal Internacional [TPI] para hacer justicia y que el autodenominado Estado Islámico rinda cuentas para evitar que en el futuro se repitan estas atrocidades”, clamó Aji Bashar en su discurso.
El presidente del Parlamento, Martin Schulz, recogió el guante ofreciendo el respaldo de la institución comunitaria a que los culpables del genocidio yazidí acaben siendo juzgados por el TPI. “Nosotros, las comunidades democráticas, que vivimos en las zonas más prósperas del mundo, a veces rechazamos darles protección. Es una vergüenza. Es insoportable”, aseguró a modo de autocrítica.
Las activistas acudieron al acto vestidas con el traje tradicional de la minoría yazidí, una religión que ancla sus raíces 4.000 años atrás y que desde hace tiempo es perseguida con virulencia por los yihadistas por considerarla adoradora del diablo.
Nadia Murad hizo un llamamiento a la comunidad internacional para que proteja a las minorías estableciendo una zona de seguridad en Irak o, en caso contrario, abra las puertas de Europa a los yazidíes. En su alocución dirigió además unas palabras directamente a los yihadistas responsables de su cautiverio. “Me gustaría decirle a Daesh y a todos los terroristas que si ellos han elegido un camino de indignidad, Europa ha elegido la vía de la humanidad y el honor”.
Mensaje a Arabia Saudí
Murad y Aji Bashar viven actualmente en Alemania, donde residen tras haber escapado del Estado Islámico hace dos años y apenas ocho meses respectivamente. En la huida a pie de Aji Bashar, una amiga que le acompañaba murió al pisar una mina.
El galardón, que les fue concedido el pasado 27 de octubre, está dotado con 50.000 euros y tuvo como finalistas al periodista turco del diario Cumhuriyet Can Dündar y el activista ucraniano Mustafa Dzhemilev. Ambos fueron también recibidos este martes por Schulz y presenciaron la entrega desde el público. El presidente del Parlamento reiteró su llamamiento a las autoridades saudíes para que liberen de inmediato al bloguero saudí Rafi Badawi, ganador del Sájarov el año pasado, encarcelado desde 2012 por ofensas al islam.
Dos hijas de la masacre de Kocho
La llegada del Estado Islámico a Kocho, el pueblo natal de Lamiya Aji Bashar y Nadia Murad ha marcado sus vidas y las de sus seres queridos. Hace dos años el ISIS penetró en la aldea y asesinó a todos los hombres del municipio. En la masacre, Murad perdió a seis hermanos y a su madre, asesinada junto a otras ochenta mujeres mayores a las que los terroristas consideraron sin valor sexual. Los supervivientes, las mujeres y los niños del pueblo, fueron secuestrados, y las jóvenes vendidas como esclavas sexuales. Entre ellas estaba Aji Bashar con sus seis hermanas. En el relato de su cautiverio, Bashar cuenta que fue vendida hasta cinco veces por los terroristas y obligada a fabricar bombas y chalecos suicidas en Mosul.
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