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Columna
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Entre Putin y Trump

Ante el previsible repliegue de EE UU, ¿quién contendrá a Rusia de ser necesario?

Francisco G. Basterra
El presidente ruso con altos cargos militares en el Kremlin, el pasado miércoles.
El presidente ruso con altos cargos militares en el Kremlin, el pasado miércoles.ALEXEY NIKOLSKY / SPUTNIK / KREM (EFE)

Ocurrió recientemente y no es una anécdota intrascendente. Vladímir Putin entregaba en una ciudad rusa los premios de un concurso escolar de geografía. El presidente ruso se dirigió al pequeño Timofey Tsoi, de nueve años, geógrafo en ciernes, y le preguntó dónde acababa la frontera de Rusia. El niño respondió: “En el estrecho de Bering que nos separa de Estados Unidos”. Putin corrigió al asombrado muchacho: “Rusia no tiene fronteras limitadas”. Putin bromeaba solo a medias.

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Donald Trump pone en duda la doctrina de la OTAN de acudir en ayuda de sus aliados si sufren alguna agresión por parte de Rusia. No es descabellado pensar que el nuevo presidente de EE UU sea despertado por su consejero de Seguridad Nacional, en plena madrugada, para anunciarle algún tipo de acción sorpresa de Moscú en uno de los pequeños países bálticos, para garantizar la seguridad de los nacionales rusos. ¿Qué haría Trump, que ha declarado su admiración por Putin y su forma autoritaria de gobierno? ¿Y los europeos miembros de la OTAN, Alemania, Francia o Italia, donde la mayoría de la opinión pública creía, el pasado año, que no debían acudir en ayuda de un país del este de Europa, aliado de la OTAN, si este era atacado por Rusia? La Rusia de Putin, empobrecida a pesar de su riqueza en petróleo y gas, pero capaz de inmiscuirse en las elecciones americanas, o interferir mediante ciberataques, propagando desinformación, en las cruciales elecciones alemanas de 2017, conserva un arsenal nuclear aun capaz de destruir buena parte de EE UU.

El expediente Putin, que no es un loco imprevisible, pero que quiere devolver el orgullo nacional a los rusos, lavando la humillación sufrida tras la implosión de la URSS, es el más importante para la nueva Casa Blanca. Y sin duda también para los países de la UE. Putin apoya los populismos europeos y financia al Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia. Persigue la erosión de nuestros valores y la división de Europa. El doble Brexit angloamericano está acelerando la destrucción de Occidente, en opinión del historiador británico sir Michael Howard. Nuestro mundo, que “quizás solo fuera una burbuja en el océano”. Europa debe preguntarse a dónde va frente a la América de Trump, la China de Xi Jinping, la Rusia de Putin, o la Turquía de Erdogan.

Ante el previsible repliegue de EE UU (“América primero”), ¿quién contendrá a Rusia si es necesario? La UE, desmadejada, en su peor momento histórico, se encuentra en la pinza formada por Trump y Putin. La eventual elección de François Fillon a la presidencia de Francia en primavera presagia la búsqueda de una acomodación con Rusia, que también se presiente en Alemania. Una suerte de nueva ostpolitik, una posición de equilibrio europeo entre el Este y el Oeste, según explica The Economist en un reciente ensayo. Acomodarse a la idea de que Rusia tiene una esfera privilegiada de influencia sobre países que estuvieron bajo el manto imperial de la URSS y que luego escaparon de la dominación soviética. Nada diferente a un nuevo Yalta.

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