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Un negociador serio para tiempos de turbulencias

Pier Carlo Padoan, ministro de Economía, se perfila como posible sustituto de Matteo Renzi

El ministro de Economía y Finanzas italiano, Pier Carlo Padoan.
El ministro de Economía y Finanzas italiano, Pier Carlo Padoan.ANDREAS SOLARO (AFP)

Si el profesor Pier Carlo Padoan (Roma, 1950) resultara elegido por Sergio Mattarella para guiar un Gobierno de transición, quedaría demostrada una vez más la sabiduría política de Giorgio Napolitano, el viejo comunista amigo de Estados Unidos que ocupó la presidencia de la República italiana de 2006 a 2015. Allá por febrero de 2014, tras la operación de acoso y derribo a Enrico Letta por parte de Matteo Renzi, Napolitano supervisó el nuevo Gobierno del hasta entonces alcalde de Florencia e introdujo el nombre de Padoan a modo de toma de tierra, de red, de garantía de diálogo con las instituciones europeas. Dicen que, aunque a regañadientes, Renzi aceptó que se incluyera a una figura tan alejada de su perfil y del de su Gobierno —de cuya atonía solo se escapaban el propio Padoan y la ministra Federica Mogherini—, pero que enseguida se fue rindiendo ante su lealtad y buena mano con Bruselas. No en vano, antes de asumir la cartera de Economía y Finanzas en el Gobierno de Renzi, Padoan fue director ejecutivo para Italia, Grecia y Portugal del Fondo Monetario Internacional entre 2001 y 2005 y más tarde vicesecretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

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En una entrevista con EL PAÍS en diciembre de 2014, Pier Carlo Padoan respondía así a una pregunta sobre el descontento ciudadano con Europa: “No existen varitas mágicas. Es necesario usar lo mejor que se pueda todos los instrumentos que tenemos, ponerlos todos juntos de modo coherente y razonar sin prejuicios sobre las medidas que hay que tomar. Y es también necesario fiarse más el uno del otro de lo que se hace ahora. Si existen sospechas recíprocas de que quien propone algo alberga segundas intenciones, es más difícil llegar a soluciones compartidas, a medidas concretas. Una de las consecuencias de la crisis no es solo la desconfianza entre los ciudadanos y las instituciones europeas, sino también entre un país y otro. Esto requiere tiempo y paciencia pero, mientras, es necesario dar señales de que se va en la dirección justa”.

Padoan añoraba entonces un espíritu de colaboración tan necesario como inexistente en Europa y, también, en la política italiana.

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