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¿Debe ser obligatorio votar?

Los liberales belgas renuncian a pedir que el voto deje de ser una obligación legal en el país

Lucía Abellán
Donald Trum, con su esposa, Melania, durante la campaña presidencial.
Donald Trum, con su esposa, Melania, durante la campaña presidencial.Carolyn Kaster (AP)

El voto constituye la piedra angular de la democracia. Sin embargo, en casi todos los países democráticos es voluntario. Votar, ¿representa un derecho o una obligación? Cuatro Estados europeos (Bélgica, Luxemburgo, Grecia y Chipre) lo entienden como obligación y penalizan (con multas leves) a quien no cumple. En las últimas semanas, el partido liberal al que pertenece el primer ministro belga, Charles Michel, se ha planteado pedir que acudir a las urnas sea un acto voluntario. Pero finalmente ha desistido de cuestionar una regla con más de 120 años de historia.

Los tiempos no parecen propicios para alejar a los ciudadanos de las urnas. La cadena de referendos y votaciones cruciales que se han producido en los últimos tiempos llevan más bien a pensar en lo contrario. ¿Hasta qué punto es legítimo un resultado en el que la mayoría –por acción u omisión- ha respaldado una opción diferente? El caso más reciente es el de las elecciones estadounidenses. Apenas un 55% del electorado con derecho a voto lo ejerció el 8 de noviembre. De quienes lo hicieron, el 48% respaldó a Hillary Clinton y el 46%, a Donald Trump. Pero las características del sistema electoral hacen que sea finalmente Trump quien gobierne a los estadounidenses los próximos cuatro años.

Algo similar puede plantearse con una votación crucial para Europa, la del Brexit. El referéndum del pasado junio se saldó con un 52% de votos a favor. La participación, del 72%, resultó bastante elevada, pero ¿qué habría pasado si todos los británicos con derecho a voto se hubieran visto obligados a pronunciarse? ¿Estaríamos hoy ante el salto al vacío que representa la salida de Reino Unido de la UE?

La persistencia del carácter obligatorio del voto en el país donde floreció la democracia (Grecia) y en otros muy desarrollados como Bélgica aleja la idea de que obligar a votar –como se obliga a pagar impuestos- es propio de sistemas autoritarios. Otra cosa es su eficacia. En Bélgica y Luxemburgo es incuestionable: la participación en las últimas elecciones al Parlamento Europeo (que no destacan por el entusiasmo generado entre los ciudadanos) figuran, con mucha diferencia, a la cabeza de la UE. El 89,6% de los electores en el caso de Bélgica y el 85,5% en el caso de Luxemburgo depositaron su papeleta en la urna en 2014. El resultado es muy diferente en Grecia (casi 60%) y en Chipre (44%).

La legitimidad del sistema reside en que sea representativo. Cuando no lo es –por falta de implicación de quienes tienen el derecho, pero también el deber moral de participar–, algo deja de funcionar. Es responsabilidad de todos buscar respuestas.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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