“Tiene que haber algo para que dejen de matar mujeres”
La familia de Lili, asesinada por su pareja, teme que el hombre que ha reclamado la custodia de la hija común la logre
La argentina Mercedes Zambrano vive con “un nudo en la garganta”. El hombre que en 2008 mató a su hermana Adriana Marisel (Lili) reclama ahora la patria potestad de la hija de ambos de ocho años. José Manuel Zerda, que asesinó a Lili a puntapiés y golpes con una herramienta de albañilería pocos días después de que ella intentara dejarlo, ya está en la calle. Cumplió cinco años de prisión por “homicidio preterintencional”. Es decir, que los jueces consideraron que la mató sin querer, “aunque presentaba traumatismo de cráneo con pérdida de masa encefálica, hematomas en los brazos y en las piernas y quemaduras de cigarrillos en la piel”, recuerda Mercedes.
El homicida ha logrado ya un régimen de visitas estable, por el que visita a su hija, que vive con la abuela materna, tres días a la semana. Pero para evitar que se haga con su custodia, Mercedes y su hermana Miriam han recurrido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que tiene el proceso en estudio. El caso de Lili, a la que su familia encontró sin vida en el suelo de la modesta vivienda familiar de Palpalá (norte el país), mientras la bebé de la pareja, de nueve meses, lloraba desconsolada, fue uno de 208 asesinatos de mujeres registrados en 2008. Desde ese año, una mujer ha sido asesinada cada 30 horas, en promedio, en el país.
“La historia de Lili es el emblema de la injusticia y la impunidad en los casos de violencia sexista”, señala Ada Beatriz Rico, la titular de la ONG La Casa del Encuentro, que ha bautizado su Observatorio con el nombre de Zambrano. Pese al goteo continuo de casos y las abrumadoras cifras, fue el brutal feminicidio de Chiara Páez, de 14 años, en 2015, el que suscitó la conmoción de la sociedad argentina sobre la lacra de la violencia contra la mujer. Páez, embarazada de dos meses, fue asesinada por su novio, que arrojó su cadáver a un pozo, al parecer con ayuda de su familia. Su caso desencadenó entonces la movilización más multitudinaria del país contra los crímenes machistas bajo el lema ‘Ni una Menos’. Las protestas se replicaron por toda América.
La presión social no ha logrado que los feminicidios desciendan, sin embargo sí ha forzado a las autoridades a aprobar un plan nacional para la erradicación de la violencia contra la mujer que entrará en vigor el año que viene. Con un presupuesto de 3 millones de dólares, el plan prevé 69 medidas, entre ellas la implementación de tobilleras electrónicas para el violento. “Es la primera vez que se va a monitorear al agresor, que se va poner la responsabilidad sobre él y no sobre la víctima”, dice Fabiana Túñez, titular de la Comisión Nacional de la Mujer.
Túñez considera que la visualización de los feminicidios favorece que cada vez más mujeres busquen asesoramiento ante los primeros signos de violencia: “la línea 144 recibió en 2015 un promedio de llamadas de 3.500 por mes y este año son más de 7.000, el 30% de mujeres que llaman por primera vez. Eso significa que estamos generando la posibilidad de que denuncien antes”. Para que la mujer se atreva a dar ese paso hace falta “un cambio cultural en la policía y la justicia”, según Rico. “La mujer es cuestionada, tiene que demostrar que experimenta violencia. Si logra la orden de restricción, el agresor puede violarla”, agrega.
Fabio Páez, el padre de Chiara, coincide en sus críticas al sistema judicial. Manuel Vallejos, el asesino de su hija, fue condenado el pasado agosto a prisión perpetua por el crimen —que en los menores supone el cumplimiento de 15 años de prisión—, pero el juez no contempló como agravante el vínculo, es decir el noviazgo que mantuvieron durante ocho meses. Fabio critica también que la madre del adolescente, su padrastro y sus dos abuelos estén en libertad. “Mi hija medía 1,70 metros y pesaba 74 kilos. Su cuerpo no pudo ser manipulado por una sola persona. La madre del menor esa noche se puso a lavar ropa con sangre. El menor mintió siempre, dio tres declaraciones y ninguna coincide”, enumera por teléfono.
El crimen de Chiara Páez revela que tampoco las nuevas generaciones argentinas crecen libres de este flagelo y es necesario un cambio educativo que permita poner fin a la arraigada cultura machista. De momento, los temas de educación para la igualdad serán introducidos en los currículos educativos a partir de 2018. "No sé qué, pero tiene que haber algo para que dejen de matar mujeres", pide Zambrano.
Las cifras de la Argentina más machista
- El Registro Nacional de Femicidios de la Corte Suprema argentina (RNF) registró 235 casos de mujeres asesinadas en 2015. La cifra es menor a los 286 feminicidios contabilizados por la ONG Casa del Encuentro a partir de informaciones publicadas por los medios. La diferencia de cifras evidencia un agujero estadístico en aquellos 44 crímenes en los que el agresor se suicidió y, por lo tanto, no se abrió una causa judicial.
- Según el RNF, el 20% de las víctimas era menor de 21 años, el 43% tenía entre 21 y 40 años, el 25% entre 41 y 60 y el 9% superaba los 60. En el 3% de los casos no se pudo determinar la edad.
- En siete de cada 10 femicidios, el asesino era un allegado de la víctima, principalmente su pareja o expareja, y solo en el 5% de los casos se trató de un extraño.
- Al menos 203 niños y adolescentes se quedaron sin madre a consecuencia de un femicidio.
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