Una votación bajo la lupa tras las acusaciones de Trump
El candidato republicano ha llegado a afirmar que las elecciones han sido “amañadas”
La campaña de la crispación termina hoy. Unos 227 millones de electores (de ellos, 200 millones registrados para votar) están llamados a cerrar un proceso marcado por la beligerancia del republicano Donald Trump, que ha llegado a afirmar que las elecciones han sido “amañadas” para que gane la demócrata Hillary Clinton y exhortado a los suyos a vigilar supuestos fraudes.
Unos 500 funcionarios del Departamento de Justicia supervisan los colegios electorales y la OSCE ha desplegado a más de 400 observadores (fueron 57 en 2012) mientras que la Organización de Estados Americanos (OEA) ha enviado por primera vez un equipo, integrado por unas 30 personas.
Los centros de votación han abierto temprano y la primera parte del día ha transcurrido sin percances. Trump, que al amanecer afirmaba en la radio que si no ganaba vería su candidatura como “una pérdida de tiempo y de dinero”, votó en Manhattan entre abucheos, y después ha dado una entrevista a la cadena Fox en la que ha vuelto a sembrar la sospecha sobre la limpieza del proceso: “Las máquinas apuntan un voto a los demócratas cuando quieres votar republicano”.
Trump, además, ha presentado una querella contra el estado de Nevada alegando que el límite para el voto anticipado (terminó el domingo) se extendió más allá de la hora de cierre debida.
La controversia ha seguido al magnate neoyorquino hasta el mismo momento de votar. Esta mañana, antes de su aparición en el centro electoral, fueron detenidas dos mujeres que lo esperaban con el torso desnudo para echarle en cara sus exabruptos machistas.
Clinton —tres puntos por encima de su rival en los últimos sondeos— votó en Chappaqua (Nueva York) con su marido, Bill, a su lado. El presidente Barack Obama, que había votado por anticipado, como otros 46 millones de compatriotas, empezó el día jugando al baloncesto.
Los fantasmas de conspiración electoral agitados por Trump hacían temer momentos de tensión en las urnas. En las primeras horas, sin embargo, las aguas corrían por su cauce, si bien rezumaban en los votantes los efluvios de la polarización. En un local de votación en Miami Beach (en la disputada Florida) un vecino se indignaba porque el nombre del candidato republicano apareciera por encima del de su adversaria demócrata —“¡No se respeta el orden alfabético!”— y otro salía con gesto severo opinando que “Estados Unidos no puede ser gobernado por una mujer”.
En Nueva York se formaron colas largas desde el amanecer. Tampoco hubo problemas. “Todo transcurre sin incidentes”, decía la inspectora Rogera Simmons en un colegio electoral de Harlem. A la entrada, otro compañero le iba explicando la manera de votar a los que esperaban su turno. “Hay que orientarlos un poco”, explicaba Ahmad Ellis.
Una papeleta de voto en Estados Unidos no es un asunto sencillo. El día de las presidenciales los votantes deben elegir una plétora de servidores a nivel federal o local, desde congresistas hasta alguaciles, y votar también sobre distintas enmiendas legales. En las redes sociales abundaban las quejas de votantes por las colas —en EE UU se vota siempre en martes y es laborable— y por fallos de organización. “Es un caos controlado”, opinaba el votante Ben Berkowitz en Brooklyn.
El pulso de Florida
La soleada península de Florida acapara la atención. El resultado allí se prevé decisivo. Según los cálculos electorales, Trump no podrá ser presidente si no se lleva Florida y, según los sondeos, él y Clinton están en empate técnico. Si en 2000 George W. Bush logró la presidencia ante Al Gore por 537 votos más en Florida, hoy se espera también un recuento apretadísimo, con Trump impulsado por el voto blanco y Clinton confiada al auge del voto hispano, una comunidad en la que el voto anticipado ha sido el doble que en 2012. Una ecuación similar a la de otro Estado clave, Nevada, con más de un cuarto de votantes hispanos y donde las encuestas sitúan al republicano menos de un punto por delante.
La división ha sido el sello del pulso entre Trump y Clinton. Abriendo las páginas del Miami Herald esta mañana se podía hallar un retrato sucinto. “Ella. No él. ¡Y basta!”, leía un montaje con una foto de cada candidato que el diario publicó como editorial.
Bajo el plácido sol de la mañana de Miami Beach, en la región donde horas después se esperaba un recuento de infarto, Carlos Sandoval, 44 años, volvía de votar hacia su casa con un regusto amargo: “Todo esto ha sido demasiado sucio”.
Récord de voto anticipado
Además de generar tensión —o precisamente por ello— la pugna entre Trump y Clinton podría haber tenido un efecto atracción de voto. Desde hace dos semanas, hasta el domingo 6, se pudo votar por anticipado, en persona o por correo, y la cifra de electores adelantados superó los 46 millones, un récord según el portal de análisis Five Thirty Eight.
Florida ha sido el Estado con más voto por anticipado (6,4 millones, la mitad del censo), y ha registrado una subida acentuada del voto hispano (ha votado por adelantado el doble que en 2012). El empeño estratégico de Clinton por llevar a los latinos a las urnas y la retórica xenófoba de Trump pueden haberlos activado.
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