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Dos activistas yazidíes y antiguas esclavas sexuales del ISIS ganan el premio Sájarov

El Parlamento europeo premia la lucha de Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar

Nadia Murad, el pasado martes en el Parlamento de Otawa.Vídeo: Chris Wattie

El Parlamento Europeo ha concedido este jueves el premio Sájarov a la libertad de conciencia a Nadia Murad y Lamiya Aji Bashar, dos mujeres yazidíes víctimas del Estado Islámico. Los otros finalistas eran el periodista turco Can Dundar, arrestado el año pasado por el Gobierno de Ankara por difundir imágenes del contrabando de armas de los servicios de inteligencia turcos a los rebeldes en Siria y ahora en el exilio, y el antiguo disidente soviético y defensor de los derechos del pueblo tártaro Mustafa Dzhemilev.

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El galardón, anunciado por el presidente de la Eurocámara, Martin Schulz, en Estrasburgo (Francia), donde esta semana se celebra el pleno, es el máximo reconocimiento que otorgan las instituciones comunitarias a personas que se hayan distinguido por su defensa de los derechos humanos y las libertades fundamentales, y está dotado con 50.000 euros para el ganador. La candidatura de las mujeres yazidíes ha sido impulsada por los grupos socialista y liberal de la Eurocámara. “Son supervivientes del cautiverio del Daesh, en el que fueron utilizadas como esclavas sexuales, y son hoy, tras su huida, portavoces de las mujeres víctimas de la campaña de violencia sexual del Daesh”, ha resaltado el Parlamento Europeo.

Los yazidíes son un grupo etnoreligioso, de cultura y habla kurda, cuyo credo se remonta al zoroastrismo. Se estima que los seguidores de esa religión sincrética y secretista de raíces preislámicas, rondan el medio millón de personas, la mitad de las cuales vivían en Irak, sobre todo en la comarca de Sinjar, y el resto repartidos entre Armenia, Georgia, Irán, Rusia, Siria y Turquía, aunque la emigración también les ha trasplantado a EEUU o el Reino Unido.

Con la llegada del Estado Islámico (ISIS) en 2014, esa minoría se convirtió en el máximo exponente de la crueldad de los fanáticos. Pero su marginación no es nueva. Siempre han vivido atrapados entre el olvido del Gobierno central, el radicalismo de los islamistas musulmanes (que los consideran herejes) y las ambiciones territoriales de los kurdos que reclaman sus tierras ancestrales. Desde la época otomana han sido víctimas del prejuicio popular que les considera adoradores del diablo por su veneración al ángel caído que otros credos llaman Lucifer o Satán.

La elección de Murad y Bashar como receptoras del premio Sájarov de este año no sólo visibiliza el genocidio de los yazidíes sino también el uso de la violencia sexual como arma de guerra. Cuando las huestes del ISIS entraron a sangre y fuego en Sinjar, cientos de hombres fueron asesinados; las mujeres, tras ser golpeadas y violadas, eran regaladas o vendidas como esclavas sexuales. Las ahora galardonadas son dos de las supervivientes de la brutal agresión yihadista sobre su comunidad.

Ambas mujeres comparten un estremecedor relato de supervivencia en medio de las atrocidades del Estado Islámico. Hace dos años el ISIS asesinó a todos los hombres del municipio de Kocho, el pueblo natal de Aji Bashar y Murad. En la masacre, Murad perdió a seis hermanos y a su madre, asesinada junto a otras ochenta mujeres mayores a las que los terroristas consideraron sin valor sexual. Los supervivientes, las mujeres y los niños del pueblo, fueron secuestrados, y las jóvenes fueron vendidas como esclavas sexuales. Entre ellas se encontraba Aji Bashar, hoy premiada, con sus seis hermanas. En su descenso al submundo de los yihadistas, fue vendida hasta cinco veces por los terroristas y obligada a fabricar bombas y chalecos suicidas en Mosul.

Tanto Murad como Bashar lograron finalmente escapar de las redes del Estado Islámico. Si bien pagaron un alto precio para lograrlo: “Bashar trató de escapar varias veces hasta finalmente conseguirlo el pasado abril con ayuda de su familia, que pagó los servicios de transportistas clandestinos locales. Al poco de atravesar la frontera kurda, en su huida hacia el territorio controlado por el Gobierno iraquí, con los militantes del Daesh pisándole los talones, le explotó una mina terrestre, matando a dos conocidos y dejándola a ella misma malherida y casi ciega”, explica la Eurocámara.

De las cuatro mil mujeres y niñas esclavizadas, algunas de apenas nueve años, Yazda, una ONG dedicada a preservar la memoria de los yazidíes, ha contabilizado el retorno de 2.070. Unas cuantas lograron escapar de sus captores; otras han sido compradas por sus familias a través de intermediarios; las menos, fueron liberadas durante las operaciones militares. También las hubo que no pudieron soportar el horror y se suicidaron, según han relatado sus compañeras de cautiverio.

Según el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, “la mayor parte se encuentra en Siria, donde las mujeres siguen siendo esclavizadas sexualmente”. No obstante, testimonios de residentes en Mosul también han revelado tras el lanzamiento de la ofensiva militar para recuperar esa ciudad que “hay varias chicas yazidíes entre los presos [que el ISIS mantiene] en los hospitales Ibn Sina y Al Jomhuri”.

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