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El Parlamento de Irak prohíbe las bebidas alcohólicas

La medida pone de relieve la intolerancia de los islamistas hacia la diversidad religiosa y cultural del país

Ángeles Espinosa
Iraquíes en una cafetería de Bagdad.
Iraquíes en una cafetería de Bagdad. Reuters

Desde que hace una semana empezara la ofensiva para liberar Mosul del ISIS, políticos y militares iraquíes se muestran convencidos de que el éxito es solo cuestión de tiempo. Pero llegado el momento, nadie podrá brindar por ello. Mientras los soldados luchan por la ciudad, los diputados, en lugar de legislar para asegurar su gobernabilidad, han decidido prohibir la producción, importación y venta de bebidas alcohólicas, sin duda una prioridad ante la ausencia de problemas más graves en Irak.

Los promotores de la ley argumentan que la disponibilidad del alcohol contradice las enseñanzas del islam y, por tanto, es anticonstitucional. Sin embargo, lo que pone de relieve es el rechazo de los grupos islamistas a la libertad de conciencia, que también establece la carta magna, y su intolerancia hacia la diversidad religiosa de la antigua Mesopotamia.

Justo cuando el Gobierno necesita un gran pacto nacional para reconstruir un país fracturado por las divisiones étnicas y confesionales, la medida envía un mensaje de exclusión a cristianos, yazidíes y otras minorías no musulmanas que no están sometidas a los preceptos del Corán. Pero también a los kurdos que, aunque musulmanes, hacen una interpretación más relajada del islam y difícilmente van a aplicar esa ley en la región autónoma que controlan.

“Es una vergüenza. Lo prohíben por el día y lo toman por la noche”, critica A. A., un profesor universitario que se declara chií practicante y que en su vida ha probado una gota de alcohol. “La gente está harta de la actuación ilegítima del Parlamento y dispuesta a luchar contra los islamistas ladrones”, asegura.

De hecho, la ley sorprendió a los iraquíes el pasado fin de semana porque no ha habido debate público al respecto. El diputado cristiano Joseph Slaiwa se ha quejado en los medios locales de que se coló dentro del proyecto para regular los ingresos municipales sin informar a los legisladores. Al parecer, el texto original sólo hacía referencia a establecer impuestos en licorerías y restaurantes que sirvieran alcohol. Varios diputados planean recurrirla ante el Alto Tribunal Federal. También el Gobierno podría anularla por cuestión de procedimiento.

Desde el derribo de Sadam Husein, ilegalizar el alcohol ha sido una obsesión de los islamistas chiíes que han llegado al poder (y uno de los escasos proyectos en los que están en sintonía con los islamistas suníes). En 2004, hubo una verdadera oleada de ataques contra bares y bodegas, generalmente regentados por cristianos y yazidíes, en especial en Basora y otras ciudades del sur de Irak. La intimidación que sufrieron, e incluso algún asesinato, hizo que la mayoría cerraran sus puertas salvo en Bagdad y el Kurdistán. Aun así, en la capital, no abren durante las fiestas religiosas como el actual mes de luto de Muharram.

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Si la ley seca en los vecinos Irán, Kuwait y Arabia Saudí sirve de guía, la prohibición sólo encarecerá el precio de la bebida de contrabando a la vez que genera pingues beneficios para sus responsables. Difícilmente las multas, de hasta 25 millones de dinares (unos 20.000 euros), van a desalentar el potencial negocio. Mientras, aquellos con menos recursos se arriesgarán a los graves daños del garrafón de fabricación casera y sin un mínimo control de calidad.

Algunos iraquíes temen que la supresión del alcohol se convierta en una oportunidad para que fluyan las drogas desde Irán, tal como alertaba el periodista y escritor iraquí Oday Hate en su Twitter. De momento, los más optimistas se han animado a subir a internet imágenes de sus últimos brindis e incluso ha habido quien, con humor, ha declarado el 22 de octubre, fecha de la aprobación de la ley, como Día Nacional de la Cerveza en Irak.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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