No toleraremos estrellas amarillas
Theresa May empezó en julio en plan extremista para abandonar la Unión Europea
“Brexit significa Brexit” es una sandez. No aclara nada, pues puede haber un Brexit duro (el peor) o blando (el menos malo).
Ahora afrontamos ya lo peor. La premier Theresa May empezó en julio en plan extremista, purgó a los ministros cameronistas y elevó a los extremistas brexiteros. En su inmediata gira europea, fue cortés. Y recibió firmeza educada: se le reclamó rapidez en desencadenar la salida y la negativa a toda negociación hasta entonces.
En el G-20 de septiembre buscó acuerdos comerciales con terceros y recibió amonestaciones de EEUU y —durísimas— de Japón, cuyas empresas quieren el statu quo para no hacer, ellas también, su Brexit (“Japan's message to the UK and the EU”). Y en la reciente Convención tory ha derrapado. “Somos Gran Bretaña, la quinta potencia del mundo y Europa nos necesita más que nosotros a ellos”, dijo.
Falso: el comercio británico con la UE duplica al que mantiene con EEUU. Y las exportaciones británicas a Europa suponen el 44,6% de su total, mientras que las de los 27 a la Isla solo alcanzan el 10% del suyo. Todos nos necesitamos y complementamos en el mundo global. Pero, números cantan, unos más que otros.
Lo dramático es que May ha ocupado el lugar del UKIP en el delirio xenófobo ultraderechista: por eso dimiten sus amortizados jefes, les robó el oxígeno. Y sus eurodiputados despedazándose en Estrasburgo son ya metáfora. Comparen: Margaret Thatcher era ultraliberal en lo económico, pero también una liberal en política. La deriva extremista deriva de privilegiar el presunto control soberano de la inmigración sobre el acceso futuro del Reino Unido al mercado interior europeo. El jefe de la diplomacia de May, Boris Johnson —ese racista que despreció a Barack Obama por ser “medio keniano”— ha calificado de “tontería” el axioma según el cual se autoexcluye del mercado único quien impida a los trabajadores europeos circular por él y establecerse donde quiera.
El ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, prometió enviarle un ejemplar del Tratado de la Unión para que compruebe la “conexión” entre mercado y libre circulación. Basta consultar el artículo 3 del TUE; y el 20 y 21 del TFUE. Y el 26: “El mercado interior implicará un espacio sin fronteras interiores en el que la libre circulación de mercancías, personas, servicios y capitales estará garantizada”. Y el 45. Es mejor leer que volverse fascista.
Pero el equipo de May no se anda con chiquitas. Ha desatado ya la caza del inmigrante. Anuncia restricciones de visados para estudiantes. Ventea la depuración —quizá vegetativa— de médicos y enfermeras comunitarios y extranjeros de sus hospitales públicos. Y asegura, para escándalo de la patronal democrática, que obligará a las empresas a hacer públicos los listados de sus empleados no británicos (¡UK, first!) para brutalizarlas y disuadirlas.
No toleraremos que vuelvan (aunque sea en inglés en vez de alemán), los brazaletes con la estrella amarilla linchadora: ni para judíos ni para nadie.
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