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Un suicidio cuestiona la dureza de los entrenamientos de los ‘marines’ estadounidenses

Un joven musulmán se tiró al vacío tras ser vejado por un instructor, ya acusado de abusos

Una sesión de entrenamiento en Parris Island, en 2007.Vídeo: SCOTT OLSON (GETTY IMAGES) / EL PAÍS VÍDEO

En la escena inicial de La chaqueta metálica, el indomable sargento Hartman espeta a sus subordinados en el centro de entrenamiento de los marines en Parris Island: “No sois ni seres humanos. No sois nada más que piezas desorganizadas de mierda anfibia. Porque soy duro, no os voy a gustar. Pero cuánto más me odiéis, más aprenderéis”.

La cultura de dureza en el más antiguo y célebre centro de entrenamiento de los Marine Corps, retratada en la película de Stanley Kubrick sobre la Guerra de Vietnam, ha vuelto a aflorar esta semana. Se han difundido los resultados de una investigación por el suicidio en marzo de un infante musulmán que había sido vejado por su instructor y la acusación de abusos a otro, también musulmán. Hasta 20 marines y sus superiores se enfrentan a posibles cargos delictivos. Dos coroneles y un sargento responsables de los entrenamientos han sido apartados de sus puestos.

El incidente ha propiciado una introspección en un cuerpo militar que bendice el autoritarismo y el sufrimiento como el camino para servir en la división más prestigiosa del Ejército estadounidense. “Prometemos entrenarles con firmeza, imparcialidad, dignidad y compasión”, alegó el comandante de los Marine Corps, el general Robert B. Neller, tras anunciarse la investigación, cuyos hallazgos aplaudió. “Para decirlo con simplicidad, la manera en que hacemos marines es tan importante como el producto final”.

Pero de la promesa a la realidad parece haber una distancia. La página web de Parris Island (Carolina del Sur) está repleta de imágenes de severidad. En una revista militar, un marine retirado escribe que el entrenamiento es “el infierno en la tierra como debería serlo”.

Kate Germano, que fue comandante del batallón de entrenamiento de mujeres en Parris Island entre 2014 y 2015, sostiene que la muerte de Raheel Siddiqui era “completamente prevenible”. “Se puede atribuir directamente a la ausencia de liderazgo y supervisión en el Tercer Batallón de Entrenamiento”, esgrime en una entrevista por correo electrónico.

Siddiqui, un estadounidense de origen paquistaní, murió a los 20 años. A principios de marzo, inició el entrenamiento en el Tercer Batallón. Le costó adaptarse y explicó que tenía pensamientos suicidas, aunque luego lo matizó. Su instructor, cuya identidad no se ha divulgado, creyó que era una excusa para no entrenar. El 18 de marzo, Siddiqui pidió ausentarse porque se sentía enfermo al despertarse. Su instructor se negó a hacerlo. Le obligó a hacer sprints y, cuando el infante se desplomó al suelo agotado, le soltó una sonora bofetada.

Un instructor de entrenamiento en Parris Island
Un instructor de entrenamiento en Parris IslandMARINE CORPS

Tras la humillación, el joven se levantó y huyó corriendo. Poco después, se tiró al vacío por el hueco de una escalera desde 11 metros de altura. Murió unas horas después. Los investigadores lo calificaron de suicidio, y advirtieron de una cultura de abusos e impunidad en el batallón.

Lo más grave del caso es que el instructor de ese batallón había sido denunciado por abusos, el noviembre anterior, por parte de un marine que había finalizado el entrenamiento. Pero la dirección del campo permitió que siguiera en su puesto. El nombre del marine no se ha difundido pero se sabe que es musulmán. Según la acusación, un día en el verano de 2015, el supervisor le soltó en público: “Nos vas a matar a todos en la primera ocasión que tengas, ¿no, terrorista?”.

Castigado dentro de una secadora

En otro momento, le ordenó que hiciera flexiones en una ducha. Al verlo mojado, dijo que tenía que secarse y le obligó a meterse dentro de una secadora de ropa. A los 30 segundos, la paró para preguntarle para quién trabajaba. Al responder que para “nadie”, la encendió de nuevo y le preguntó cuál era su religión. Cuando respondió, entre lloros, “Islam”, reinició el aparato para preguntarle si aún era musulmán. Replicó que “sí” y lo encendió una vez más.

Según la investigación, la dirección de Parris Island conocía al menos desde 2014 las vejaciones. También han aflorado otras irregularidades, como que algunos instructores estaban borrachos y hacían ejercicios de entrenamiento no autorizados.

Los detalles de la investigación se conocen a las pocas semanas de que se desatara una polémica después de que Donald Trump, el candidato republicano a la Casa Blanca, atacara a la familia de un soldado musulmán que murió en la guerra de Irak. Trump promete prohibir la entrada de musulmanes extranjeros a EE UU.

La comandante Germano, que estuvo 20 años en el Ejército y ahora trabaja para la organización civil Service Women’s Action Network, dejó su puesto en Parris Island tras una polémica sobre los recursos para el entrenamiento femenino. Asegura que “observó y trabajó duro para cambiar” una cultura laxa que toleraba los abusos de los instructores veteranos cuando todos sabían qué podían hacer y qué no. “Este comportamiento nunca se habría aceptado en cualquier otro sitio de los Marine Corps”, señala.

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