“Mi candidatura no es latinoamericana, sino global”
La diplomática costarricense Christiana Figueres aspira a convertirse en la primera mujer al frente de las Naciones Unidas
Christiana Figueres (San José, Costa Rica, 1956) no teme el reto. Con el acuerdo de la Cumbre del Clima de París como carta de presentación, la última candidata en postularse a la Secretaría General de Naciones Unidas se incorpora a una disputada carrera entre una docena de aspirantes. La firma del primer pacto mundial para frenar el calentamiento global le sirvió para que la revista Time le incluyese este año en la lista de las personas más influyentes del mundo. Aunque su experiencia diplomática habla a las claras, podría decirse que la ambición por la gestión de lo público también es heredada. Hija y hermana de los expresidentes costarricenses José Figueres Ferrer (1948-1949, 1953-1958 y 1970-1974, una de las figuras políticas más destacadas de la historia del país centroamericano) y José María Figueres Olsen (1994-1998), acaba de lograr el respaldo de su Gobierno para optar a ser la primera mujer que asume la jefatura de la ONU. La primera votación del Consejo de Seguridad, filtrada este jueves, la sitúa en cuarto lugar de las preferencias. Con rostro sereno, casi inmutable, y segura de sus posibilidades, recibe a EL PAÍS en la Casa de América de Madrid durante su paso fugaz por la capital española.
Pregunta. ¿Por qué cree que la humanidad avanzaría más rápido con una mujer al frente de la ONU?
Respuesta. Creo que la humanidad avanzaría más rápido si permitiésemos que se desplegara el 100% del potencial femenino, que es diferente a tener una mujer al frente de Naciones Unidas. Llevamos miles de años invirtiendo en potencial masculino, en su educación y en sus oportunidades profesionales. Pero no hemos invertido igual en las mujeres. Es como si la humanidad hubiese avanzado solo con un pie.
P. ¿Estaría más cerca de caminar con dos pies si una mujer comandase las Naciones Unidas?
Una mujer al frente de la ONU sería interesante; enviaría un mensaje.
R. Al menos sería un acto simbólico. Eso no solucionaría la falta de paridad en el acceso a la educación, la tenencia de tierras o la violencia. Son cuestiones profundas que hay que atacar directamente. No podemos ser simplistas, pero tener una mujer al frente de la ONU sería muy interesante tras ocho secretarios generales hombres. Se enviaría un mensaje.
P. ¿Qué políticas de igualdad propone?
R. La lista es larga, pero lo primero sería empezar por la paridad en la propia ONU. La hay en los niveles inferiores, pero en los cargos más altos la representación de mujeres no llega ni al 25%. Fuera de la organización, habría que prestar más atención a la paz y la seguridad. Las mujeres y los niños sufren desproporcionadamente los conflictos y las migraciones. De todas formas, la paridad debe ser un esfuerzo transversal.
P. Habla de una infrarrepresentación de mujeres en instituciones internacionales, pero también la hay de latinoamericanos: solo ha habido un secretario general de la ONU nacido en esta región. Ahora hay dos candidaturas, la suya y la de la argentina Susana Malcorra, que presentan unas credenciales similares: mujer y latinoamericana.
R. Antes que nada, mi total respeto y admiración por la canciller Malcorra. Somos buenas amigas y fuimos colegas en Naciones Unidas. Susana tiene una trayectoria muy distinguida y me alegro muchísimo de que también esté en esto. Creo que abre más opciones a la región. Hay un sentimiento de que esta vez la persona al cargo de Naciones Unidas debería venir de Europa del Este. Lo respeto profundamente, pero creo que los otros cuatro candidatos que venimos de otras regiones aportamos más opciones para que el Consejo de Seguridad y la Asamblea General puedan tomar una decisión informada.
P. ¿Qué destacaría de su propia candidatura?
R. Creo que aporto la experiencia de haber llevado un proceso intergubernamental a un éxito histórico, sin precedentes. Y ese es uno de los grandes retos de Naciones Unidas: fortalecer el multilateralismo. Malcorra y yo tenemos varias cosas en común, pero la trayectoria de ambas es un tanto diferente.
P. Dada su buena sintonía, ¿podrían llegar a un acuerdo para que una única candidatura latinoamericana llegase a buen puerto?
R. Es demasiado prematuro pensar en algo así. De todas maneras eso no depende de un acuerdo entre los candidatos sino del Consejo de Seguridad.
Malcorra y yo tenemos cosas en común, pero la trayectoria de ambas es un tanto diferente
P. Precisamente, esta madrugada el Consejo ha votado. ¿Esperaba más?
R. Estoy satisfecha con el resultado, pero estamos solo en el primer paso y los miembros del Consejo aún están conociendo a los candidatos. Es una deliberación que debe hacer con cuidado. Mi candidatura tiene solo 14 días: yo entré de última porque escogí finalizar mi mandato como responsable de la Convención de Cambio Climático. Mi preferencia era terminar una responsabilidad antes de empezar a buscar otra. Sabía que entrar tan tarde a la carrera tenía su riesgo, pero fue mi decisión y no arrepiento.
P. El secretismo de la votación de ayer ha despertado polémica.
R. El Consejo de Seguridad pidió confidencialidad absoluta y, obviamente, eso no se dio. El hecho de que los resultados hayan sido filtrados es una lástima. Entiendo que la opinión pública quiera estar enterada, pero me parece una falta de respeto. Creo que no tiene que haber una contradicción entre la transparencia y la confidencialidad. El proceso ha sido mucho más abierto que en los ochos procesos previos: esta vez se sabe quiénes son los candidatos, y estos han participado a debates y a entrevistas públicas y privadas.
P. ¿Cree contar con el apoyo de los países latinoamericanos?
R. El apoyo de todos los países de América Latina es importante, pero la decisión está en manos del Consejo de Seguridad. Estoy muy agradecida con todos los países, latinoamericanos o no, que me han ofrecido apoyo. Pero esta es una posición de responsabilidad global y, aunque el apoyo latinoamericano es importante, no diría que esta es una candidatura latinoamericana, sino global. Es algo que llevo muy adentro y soy plenamente consciente de que al frente de Naciones Unidas serviría a todos los países y no solo a una región.
P. ¿Cree que van a caer algunas candidaturas tras esta primera votación?
R. Eso lo decidirá cada candidato, si quiere salirse y cuándo quiere hacerlo. Es una decisión muy personal.
P. Donald Trump ha restado importancia a la labor de ONU, que ha llegado a calificar de “juego político”. ¿Qué le parece que un candidato a la Casa Blanca tenga esa opinión?
R. En cierto sector, tanto en EE UU como en otros países, hay una opinión de que es una institución insuficiente frente a los retos que tenemos. Creo que las expectativas de Naciones Unidas y los retos a los que tiene que hacer frente son cada vez mayores. Si se le dieran menos retos, entonces ahí tendríamos, la verdad, una institución irrelevante. Así que es una buena noticia que se le estén dando cada vez más y más. Para muchos países pequeños, es la única opción para sacar su voto en una plataforma internacional.
P. Su lema es “restaurar la esperanza”. ¿Cómo lo hará?
R. Uno de los temas importantes es restaurar la integridad del sistema con los casos de las acusaciones de abuso sexual. Tenemos que actuar con tolerancia cero. No es fácil de implementar, pero sí absolutamente indispensable porque no es aceptable que las personas que buscan protección de Naciones Unidas se sientan desprotegidas e incluso maltratadas o abusadas. Es algo urgente.
P. Muchas voces críticas abogan por una reforma de la ONU. ¿Qué cambios propone Ud.?
R. Las Naciones Unidas vienen reformándose desde hace 70 años. No me preocupan tanto las reformas estructurales que, sinceramente, son la parte fácil. Hay que construir sobre lo que ya hay para crear una cultura más flexible y más adaptable a retos cuya velocidad de cambio se va incrementando cada vez más.
P. ¿Cómo haría frente al drama de los refugiados desde la Secretaría General?
No me preocupan las reformas estructurales, son la parte fácil
R. Hoy tenemos 65 millones de desplazados, más que nunca antes. Dos terceras partes dentro de su frontera nacional pero fuera de su hogar y el resto fuera de su frontera nacional. Es muchísima presión sobre Europa. Primero, hay que fortalecer el respeto de los derechos humanos de todas esas poblaciones desplazadas. Lo segundo es encontrar y abrir más puentes para poder encontrar una responsabilidad más participativa. La responsabilidad de lidiar con estos migrantes está siendo enfocada en muchos de los países que están geográficamente aledaños a estas poblaciones y la verdad es que es una responsabilidad global. Lo tercero es ver de dónde vienen estos problemas, dónde está la raíz. Hasta cierta medida tiene que ver con conflictos, pero también con la falta de manejo sostenible de los recursos naturales. Todas esas causas originarias de estos desplazamientos son temas en los que tenemos que invertir para evitar que esos 65 millones se dupliquen o tripliquen.
P. Ud. desempeñó un papel clave en el acuerdo alcanzado en la Cumbre del Clima de París. ¿Qué sigue después del pacto?
R. Desde una perspectiva estrictamente legal, lo que sigue es la ratificación por parte de los países. Ya sabemos que los dos mayores emisores, EE UU y China, van a ratificarlo en septiembre y esto va a permitir que el acuerdo entre en vigor mucho antes de lo que se esperaba. Podemos decir, con cierta cautela, que podría ser en 2017, tres años antes de lo previsto. Es una muy buena noticia.
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