La policía de Dallas sospecha que el asesino preparaba una matanza con explosivos
Micah Johnson escribió con su propia sangre en las paredes mientras amenazaba a los agentes
La muerte de cinco policías acribillados a tiros en el centro de Dallas no iba a ser la última parada del horror. En su delirio, el joven negro de 25 años que planeó la matanza tenía en su cabeza hacer el máximo daño posible en represalia por los abusos policiales contra ciudadanos de raza negra en Estados Unidos. El jefe de policía de Dallas, David Brown, reveló el domingo por la mañana detalles escalofriantes del personaje que ha provocado un nuevo nivel de tensión desconocido en el debate racial en el país.
“Nuestro registro en la casa del sospechoso, los materiales para montar bombas y el diario que tenía, nos lleva a concluir que había estado practicando detonaciones de explosivos y había suficiente material como para tener efectos devastadores en nuestra ciudad y en el norte de Texas”, afirmó Brown en una entrevista con CNN. “Estamos convencidos de que el sospechoso tenía otros planes y que creía que estaba haciendo lo correcto y pensaba hacer pagar a las fuerzas de seguridad por lo que él cree que es una voluntad de la policía de castigar a la gente de color”.
A las nueve de la noche del jueves, al término de una manifestación del movimiento Black Lives, Johnson disparó contra la policía camuflado en un edificio cercano con un rifle de asalto AR-15. Una docena de agentes fueron alcanzados y cinco murieron, en la mayor matanza de miembros de las fuerzas de seguridad desde el 11 de septiembre de 2001. Tras la confusión inicial, fue acorralado en la segunda planta de un aparcamiento al lado del lugar de los hechos. Allí, los agentes se encontraron con un hombre que había tomado la decisión de morir matando.
Durante las horas de negociación, Johnson dijo que “quería matar blancos” y expresó su frustración contra la policía y contra el propio movimiento de respuesta Black Lives Matter. Se reía, cantaba, y preguntaba a cuántos policías había matado. Para entonces había sido herido en algún momento durante su huida por las escaleras del aparcamiento, explicó Brown. Lo saben porque “escribió con sangre en las paredes” algo que los investigadores están tratando de descifrar. “Escribió las letras RB. Estamos intentando averiguar, a través de lo que hemos encontrado en su casa, qué significan esas iniciales”. Brown ha prometido publicar la transcripción de todo lo que se habló en esas dos horas.
Sobre la 1.30 de la madrugada, se oyó una explosión. Media hora antes, el jefe Brown había tomado una decisión de la que no se conocen precedentes: utilizar un robot de artificieros para “hacer el trabajo al revés”, como dijo el viernes el alcalde, Mike Rawlings. Johnson “estaba sereno y decidido a matar más policías”. El jefe de policía se decidió por una opción que terminara aquello cuanto antes y no pusiera en peligro a más agentes. Cargaron el aparato con casi medio kilo de explosivo militar C-4, lo enviaron al lugar donde Johnson estaba arrinconado y lo hicieron estallar.
“El diario del asesino era delirante y disperso”, afirmó Brown. La preparación militar de Micah Johnson, la obsesión por las armas y el odio acumulado no le hacen muy diferente de otros asesinos en masa, cualquiera que sea el objeto de su odio. Los investigadores trabajan con la tesis de que Brown había decidido matar policías blancos antes de que se disparara la tensión por las muertes de hombres negros en Baton Rouge y Minneapolis en sendos incidentes con la policía la semana pasada. "Creemos que esas muertes solo desataron su delirio para acelerar sus planes y vio la protesta de Dallas como una oportunidad de empezar a sembrar el caos entre nuestros agentes", señaló Brown. Su familia no ha hablado con la prensa y se desconoce qué ha revelado a la policía. La investigación sigue abierta hasta eliminar cualquier posibilidad de que tuviera cómplices.
Mientras, la situación en la ciudad no ha vuelto a la calma. En la tarde del viernes, cientos de personas fueron desalojadas a toda prisa de las inmediaciones de la sede de la policía cuando alguien dijo haber visto a una persona sospechosa cerca del aparcamiento. Al tiempo, se difundía por las redes el rumor de que se habían escuchado disparos. Esos mimbres fueron suficientes para que la policía estuviera una hora registrando el aparcamiento mientras las televisiones conectaban en directo.
Dallas vive días de recogimiento y reflexión, entre llamamientos de autoridades políticas, sociales y religiosas a la unidad y a no dejar que la matanza envenene aún más las relaciones entre la policía y las minorías. Pero en el resto del país continúa la tensión tras la muerte a tiros y en vídeo de dos hombres negros en Baton Rouge y en Minneapolis. Más de 200 personas fueron detenidas en protestas por todo el país, que en su mayoría fueron pacíficas. En Saint Paul, Minnesota, los manifestantes lanzaron objetos y cócteles molotov a la policía, en un enfrentamiento que duró horas y dejó 21 policías heridos.
Es el colofón a una semana que será recordada entre las más infames en los problemas raciales de Estados Unidos. El martes 12, el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, aterrizará en Dallas para participar en un funeral por los agentes fallecidos.
La tragedia personal del jefe de policía de Dallas
El jefe de la policía de Dallas, David Brown, es de raza negra. Cuando dice que los agentes no son racistas lo hace desde cierta posición de autoridad. Pero cuando pide además comprensión para el trabajo que hacen los hombres que “se juegan la vida por 40.000 dólares al año”, esa autoridad se eleva porque ha sufrido en primera persona el horror del que se queja la comunidad negra.
El hijo de Brown, que se llamaba como él, murió a tiros a los 27 años de edad en un enfrentamiento con la policía de Lancaster, cerca de Dallas. Antes, había matado a dos padres de familia, uno de ellos agente de policía. El suceso ocurrió en el día del padre en junio de 2010, cuando Brown ya era jefe de la policía de Dallas.
La investigación posterior no encontró nada punible en la actuación de los agentes que mataron de nueve tiros a David Brown Jr. El joven tenía trastorno bipolar y en el momento de los hechos estaba drogado. Cometió su crimen con un fusil AR15 igual que el del asesino del pasado jueves. La investigación no encontró otra razón más que sus problemas mentales y el abuso de las drogas para explicar los hechos.
A principios de los noventa, el hermano pequeño de Brown fue asesinado por narcotraficantes cerca de Phoenix. “No puedo negar que es parte de lo que soy”, dijo Brown en una entrevista con el Dallas Morning News sobre la muerte de su hermano. “Yo sé por lo que pasan las familias de las víctimas, mi familia tuvo que pasar por ello”. Un mes después perdería a su hijo a manos de la policía. No hay un ángulo de la violencia que Brown no conozca de corazón.
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