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Referéndum del ‘Brexit’
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

‘To Brexit or not to Brexit’

Reino Unido no está plenamente dentro de la UE, no participa de la moneda común ni del espacio Schengen

Un barco con partidarios de la permanencia de Reino Unido en la UE, liderados por el cantante irlandés, Bob Geldof, este miércoles en Londres.
Un barco con partidarios de la permanencia de Reino Unido en la UE, liderados por el cantante irlandés, Bob Geldof, este miércoles en Londres.NIKLAS HALLE'N (AFP)

No existe un peligro real de que Reino Unido salga de la Unión Europea. Por una razón elemental: Reino Unido no está plenamente dentro de la UE. No participa de la moneda común ni del espacio Schengen. Y ha logrado amañar con Bruselas unas condiciones inaceptables para chantajear con la permanencia: ni cesión de soberanía, ni libertad de movimientos a los ciudadanos comunitarios, ni siquiera igualdad en los derechos laborales.

Eran los presupuestos desde los que David Cameron estaba seguro de haberse granjeado la victoria del referéndum. No proponía a sus compatriotas permanecer en la UE, reivindicaba una situación de privilegio y de excepción que discriminaba a los demás países y que retrataba al proyecto comunitario en su extrema fragilidad.

Está claro que la Unión Europea no puede permitirse la salida de Reino Unido. Por razones económicas. Por motivos geopolíticos y psicológicos. Y por cuestiones conceptuales, pero es la misma UE la que ha emprendido un camino de involución y ha degradado sus razones fundacionales. Lo demuestra la psicosis de la inmigración. Lo prueba el alzamiento de las fronteras. Lo explica el rebrote de los nacionalismos y de los neofascismos en la frontera Este. Lo acredita la vergüenza del pacto con Turquía.

Se le han dado al autócrata y teócrata Erdogan expectativas de integración en la UE como prebenda a la externalización de la crisis de los refugiados. Más lejos está Turquía de los estándares comunitarios —libertad de expresión, presos políticos, islamización—, más cerca se encuentra de incorporarse al sindiós comunitario.

El problema de idiosincrasia, de sentido, de crisis existencial, le sorprende a Europa en la tesitura de aferrarse a la victoria de Cameron, cuya euforia y temeridad en el momento de proponer el referéndum se resiente ahora de la tragedia personal que supondría perderlo. Debería abdicar, purgar su irresponsabilidad, expiar el abuso del estrés plebiscitario en las cuestiones viscerales, de Escocia a Bruselas.

Tony Judt tiene escrito que los británicos no son realmente europeos en la connotación y evolución comunitarias. La peculiaridad insular, la historia y el sentimentalismo del imperio explican que un vecino de Bristol sienta más cercana una playa de la India o un paisaje neozelandés que una aldea de Eslovenia o una isla griega.

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Se explica así la ineficacia de los mensajes apocalípticos que han coreografiado todas las instituciones, tratando de seducir a los escépticos con el miedo y la aprensión. La cuestión es que no se vota con la cabeza. Ni siquiera puede decirse que la victoria del Brexit constituya un revulsivo a la xenofobia. Nigel Farage se atribuirá todos los méritos en la eventualidad de la ruptura y en la simplificación del debate, pero no se explica el euroescepticismo sin el euroescepticismo que ha fomentado la UE.

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