El antinacionalista escocés al rescate
El dirigente laborista relanza la campaña contra el ‘Brexit’
Con la credibilidad del primer ministro David Cameron en caída libre, su partido conservador despellejándose en una guerra fratricida y el líder de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, paralizado como un conejo ante los faros de un autobús, el peso de la batalla cada día más desesperada para evitar el Brexit recae sobre los hombros de la figura más intelectual del mundo político británico, Gordon Brown.
Brown, primer ministro laborista entre 2007 y 2010, parecía haber desaparecido de la vida política hasta que irrumpió como un trueno en el referéndum escocés de 2014. El consenso entonces fue que su apasionada oratoria en vísperas del voto aseguró la permanencia de Escocia en Reino Unido. Hoy se le pide que acuda al rescate una vez más, que repita su magia para convencer a los indecisos de que voten a favor de la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea en el referéndum que se celebrará el 23 de junio.
Este lunes, en la ciudad de Leicester, Brown relanzó la renqueante campaña proeuropea en un discurso en el que habló de la historia y de los valores que unen a los británicos con el resto de Europa. La semana pasada ya había iniciado su campaña personal con un vídeo visto más de dos millones de veces en Facebook que filmó en las ruinas de la catedral de la ciudad de Coventry, bombardeada por la aviación nazi en 1940. Apeló no al miedo, como Cameron y su gente, sino a la generosidad. “Durante mil años o más las naciones de Europa estuvieron en guerra”, dijo. “En cada siglo salvo este las naciones han peleado por la supremacía, en cada generación salvo esta nuestra gente moría y ahora está en paz”. En Europa hoy, siguió, “las únicas batallas son las batallas de las ideas, es donde luchamos con argumentos, no con armamentos. La Europa que estamos creando no es solo un mercado, es una comunidad”.
Derrotado por la crisis
Brown fue ministro de Finanzas de Reino Unido durante diez años; diez años de crecimiento económico ininterrumpido, hasta que tuvo la mala suerte de relevar a Tony Blair en el peor momento posible, un año antes de la crisis bancaria que sacudió la economía mundial. Eso condujo a la derrota electoral de 2010 y su renuncia como líder del partido laborista. Pero de lo que nadie nunca dudó fue de la inteligencia de alguien que consiguió una plaza en la universidad de Edimburgo con 16 años, el más joven desde la Segunda Guerra Mundial, y después completó un doctorado en Historia. Veteranos funcionarios que trabajaron con él en el Ministerio de Finanzas han dicho que nunca coincidieron con un político con mayores conocimientos o mejor manejo de los detalles.
Lo que nunca había delatado hasta ahora o, mejor dicho, hasta el referéndum escocés de hace dos años, era su capacidad para generar fervor en la gente con sus palabras. El don quizá sea genético, ya que su padre fue pastor de la Iglesia de Escocia.
Lo que consigue Brown que no consigue ningún otro político en la campaña sobre el Brexit es transmitir una sensación de solidez moral. La ventaja que tiene es que casi todos los demás tienen ambiciones políticas personales. Es verdad que Tony Blair ya no las tiene tampoco, pero él está tan manchado por su decisión de acompañar a George W. Bush en la catastrófica aventura guerrera de Irak que cada palabra que suelta a favor de la permanencia se convierte en un potencial voto en contra.
Blair nació en Edimburgo pero si él hubiera aparecido en público en vez de Brown un día antes del referéndum escocés para defender la unión con el resto de Gran Bretaña es posible que el resultado hubiera sido diferente. Lo que Brown hizo aquel día fue, igual que ahora, inspirar en vez de asustar. “Estamos mejor unidos”, dijo, una vez más apelando al recuerdo de las guerras del siglo XX. “Lo que hemos construido juntos con sacrificio que no lo rompa ningún mezquino nacionalismo”.
Quizá resulte más difícil aún convencer a los isleños de que la UE también es fruto de sacrificios conjuntos y de un sueño de paz y prosperidad compartido. Pero este es el camino por el que irá Brown, ya lo ha prometido, en los pocos días que quedan hasta que se celebre el referéndum. El gigante adormecido ha vuelto a despertar y nadie lo celebra más que David Cameron, el hombre que le derrotó en las elecciones generales de 2010. Con lo cual vemos una curiosa vuelta de tuerca. La permanencia no solo de Reino Unido en la UE, sino de Cameron como primer ministro, puede llegar a depender de Gordon Brown.
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