Dilma compuso su réquiem en Belo Monte
El juicio más riguroso de la presidenta y del PT, en el tiempo de la historia, lo harán brasileños como João da Silva
El jueves, 5 de mayo, Raimunda apagó el televisor de su casa, en los suburbios de Altamira, en Pará. El telediario local empezaba a transmitir la inauguración de la central hidroeléctrica de Belo Monte por Dilma Rousseff (PT). Era un gesto pequeño, el de pulsar el botón para apagar el televisor. Era el esfuerzo de Raimunda para proteger a João de la voz de la presidenta. Acostado en la hamaca, sin movimiento en las piernas, João ya no era capaz de protegerse a sí mismo. En Belo Monte, Dilma daba un discurso y recibía ovaciones de una claque de movimientos sociales, que denunciaban el “golpe” para echarla del poder. Pero la última palabra sobre el legado de la presidenta no será del Senado. El réquiem de Dilma Rousseff, en el tiempo de la historia, es el silencio de João da Silva.
En el aeropuerto de Altamira, Liviane, una de las siete hijas de João y de Raimunda, levantaba una pancarta: “De mujer a mujer. Dilma – me has dejado huérfana de un padre vivo”.
Rousseff no la vio. Dio tan solo algunos pasos en tierra. Enseguida tomó un helicóptero hacia el territorio seguro de la hidroeléctrica de Belo Monte. La presidenta sobrevoló la ciudad y el río. Pero el drama se desarrollaba en el suelo.
Si João hubiese oído el discurso de Dilma, sabría cuál fue la palabra que la presidenta eligió para definir Belo Monte:
—Esta central es del tamaño de este pueblo. Es grandiosa. Es una central grandiosa. La mejor forma de describir Belo Monte es esa palabra: grandiosa.
Las palabras, como João descubrió hace poco más de un año, pueden matar. Por eso, no puede oír ni “Norte Energia”, la empresa contratista que materializó la central en el amazónico Xingú. Ni “Belo Monte”. Ni “Dilma Rousseff”. Y nadie sabrá su opinión del adjetivo elegido por la presidenta: “grandiosa”.
Cuando su hija escribe, en la pancarta que Dilma no leyó, que es huérfana de un padre vivo, cuenta una muerte que comenzó el 23 de marzo de 2015. João fue uno de los miles de afectados por Belo Monte. Vivía con Raimunda en una isla en el Xingú, Barriguda. En palabras de Norte Energia y del Gobierno federal, era uno de los miles de “removidos”. Pero las palabras no son las mismas para todos.
Para Dilma Rousseff, Belo Monte es grandiosa. Para João, es su muerte
Para João, él fue “expulsado”. Aquel día, él y Raimunda estaban en la oficina de la empresa esperando el veredicto. João, que trabajaba desde los ocho años de edad, y solo en la isla había encontrado un lugar sin hambre, creyó que estaba recibiendo una cuantía de dinero que le permitiría recomenzar la vida, una vez más. Sin embargo, el apoderado de la empresa fue taxativo: 23.000 reales (6.499 dólares). João se dio cuenta allí de que, a los 63 años, estaba condenado a la miseria. En el momento de la revelación, quiso matar al dueño de las palabras que lo apuñalaban. Pero João da Silva no es un hombre que mate. Se paralizó por completo. El habla, las piernas. Tuvieron que sacarlo de la oficina a cuestas. En aquel momento fue cuando João empezó a morirse. Para Raimunda y sus hijas, fue en aquel momento cuando João comenzó a ser “asesinado”.
Más tarde, cuando recuperó las palabras y volvió a dar algunos pasos, muy despacio, João dijo:
—Si yo le hiciera daño a un grande, un grande de allá dentro, tal vez mejorase para los demás. Sacrificaba mi vida, pero la de los otros mejoraba. (...) En el país brasileño no hay justicia.
Cuando dijo eso, João aún podía oír las palabras. Ahora ya no puede. Enseguida sabremos por qué. Como las tres palabras se han convertido en prohibidas para él, João no pudo oír lo que Dilma Rousseff afirmó a continuación:
—Sabemos que esa central ha sido objeto de controversias. Mucho más por el desconocimiento que por el hecho de ser una central con problemas. Las personas desconocían lo que era Belo Monte.
Si a João no le resultase prohibido oír, habría escuchado que personas como él “desconocen” Belo Monte. ¿Qué haría eso con João?
¿Las “controversias” citadas por Dilma serían las mensualidades de 30.000 reales (8.477 dólares) a los indígenas o las delaciones de la Operación Lava Jato sobre sobornos?
¿Las “controversias” citadas por Dilma serían las mensualidades de 30.000 reales (8.477 dólares) a los indígenas o las delaciones de la Operación Lava Jato sobre sobornos?
Lo que Dilma Rousseff define como “controversias”, ¿serían las 25 demandas presentadas por la Fiscalía de Brasil, una de las cuales acusaba al Estado y a Norte Energia de etnocidio —muerte cultural— de los pueblos indígenas? ¿O la controversia sería la mensualidad de 30.000 reales (8.477 dólares) en mercancías que las aldeas afectadas recibieron durante dos años de la empresa, como si Brasil permaneciese fijo en el año 1500, al intercambiar vida por espejitos? ¿O un incremento del 127% de la desnutrición infantil en las aldeas en este período? ¿O los miles de afectados abandonados, en total desamparo, por su Gobierno, que “negociaron” directamente con Norte Energia, ya que la Defensoría Pública de Brasil solo consiguió llegar a Altamira cuando la obra ya estaba cerca de su conclusión? ¿O todos aquellos que firmaron con el dedo papeles que no eran capaces de leer, pero que los condenaban al destierro?
Tal vez no. Es posible que las “controversias” citadas por la presidenta sean las delaciones premiadas de ejecutivos de empresas contratistas durante la Operación Lava Jato (autolavado). Como dirigentes de la constructora Andrade Gutierrez, que habrían afirmado la existencia de sobornos del monto de 150 millones de reales (42.388.455 dólares) procedentes de Belo Monte para financiar las campañas del Partido de los Trabajadores (PT) y del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Dilma Rousseff no especificó qué entendía por “controversias”.
Es posible afirmar que la presidenta desconoce a João. Si lo conociese, y él aún pudiese usar las palabras prohibidas, Dilma Rousseff sabría que João da Silva conoce Belo Monte. Y que su mujer, Raimunda da Silva, conoce incluso el aroma de Belo Monte. Para ella, Belo Monte tiene olor a quemado. El 31 de agosto de 2015 Norte Energia le prendió fuego a su casa. Cuando Raimunda llegó a la isla para ir a buscar sus pertenencias, encontró cenizas. Untécnico de Norte Energia ya había dicho que su casa no era una casa, sino una “choza”. Raimunda sabe que las palabras violentan. Y reaccionó: “En su lenguaje puede ser todo eso, muchacho. Pero en el mío, es mi casa. Y me sentía bien en ella, ¿sabía?”
Dilma Rousseff desconoce a João da Silva, pero él la conoce tanto que no puede oír su nombre, o su voz. Si pudiera, João oiría una parte más del discurso de la presidenta.
—Quiero decir que este proyecto de Belo Monte me llena de orgullo por lo que ha producido en ganancias sociales y ambientales.
Cuatro niños indígenas murieron en el brote de gripe que amenazó las aldeas de la región algunos días antes del discurso de la presidenta
En el momento en el que Dilma daba su discurso, cuatro niños indígenas ya habían muerto de gripe en el período de dos días, entre el 29 y el 30 de abril. Es importante recordar sus nombres en tan cortas vidas: Kinai Parakanã, un año; Irey Xikrin, siete meses; Kropiti Xikrin, 11 meses; Kokoprekti Xikrin, un mes y 22 días. En un documento fechado el 1 de mayo, el Distrito Sanitario Especial Indígena de Altamira relata la gravedad del brote de síndrome gripal en las aldeas, con casos de diarrea, especialmente para los niños de hasta cinco años. Así como la deficiencia de la estructura para combatir la amenaza a la salud indígena. Muestra también que la situación se agravó tras las celebraciones relativas al Día del Indio, en Altamira, cuando aldeas que aún no habían sido afectadas fueron contaminadas tras el regreso de los indígenas de la ciudad. Aquella semana Norte Energia promovió el I Festival de Cultura Indígena Asurini y Araweté, con la presencia de decenas de personas de esas etnias. En los festejos se ignoró el brote de gripe. Los homenajes amenazan con convertirse en muerte.
Desde que comenzó la construcción de la central, la circulación de indígenas en la ciudad es mucho mayor, lo que facilita el contagio. El hospital que forma parte de las condicionantes de la obra ya está terminado, pero no se ha inaugurado ni está equipado. La reestructuración de la salud indígena, una de las obligaciones previstas en la contrapartida por la obra de Belo Monte, con ambulatorios abastecidos y equipos capacitados en las aldeas, para que los indígenas no tengan que ir a la ciudad en busca de atención, no se ha concluido. En una reunión celebrada el 6 de mayo, en la que participaron varias instituciones, se creó una Fuerza de Tarea de Acciones Articuladas y se deliberó sobre la necesidad de movilizar a la Fuerza Nacional del Sistema Público de Salud (SUS), con apoyo del ejército, para que se ejecutase un Plan de Acciones de Emergencia. “Ante el pronunciamiento de los agentes de salud locales de que traer a estos niños a Altamira y llamar a las puertas de los hospitales es elegir dónde van a morir, la petición formulada al Ministerio de Salud de que intervenga la Fuerza Nacional del SUS es, de hecho, una apelación a que el Gobierno Federal intervenga para revertir la situación actual con la misma velocidad y eficiencia con la que a lo largo de los últimos años intervino para que Belo Monte se concluyese, incluso sin la implementación de las condicionantes que hoy podrían haber evitado esas muertes”, afirma Thais Santi, fiscal de la República en Altamira, que desde hace años denuncia el etnocidio indígena causado por la construcción de la hidroeléctrica.
Como Dilma Rousseff tan solo sobrevoló la ciudad, sin caminar por sus calles, no fue testigo de la desesperación de los indígenas en busca de ayuda. Ni de la impotencia de los profesionales de la salud ante la falta de estructura para salvar vidas. Así como no vio que el sistema de alcantarillado hasta hoy no está funcionando, y que la contaminación del Xingú no para de aumentar. Al festejar las “ganancias ambientales”, debe de haberse olvidado de las 16 toneladas de peces que murieron cuando se llenó el lago de la central. De la infestación de mosquitos en las aldeas en las que el caudal del río bajó. Así como de las denuncias del Dossier Belo Monte, lanzado por el Instituto Socioambiental, que muestran que la construcción de la central hizo que se disparasen la deforestación y el comercio ilegal de madera. O que la Tierra Indígena Cascada Seca, una de las más afectadas por la obra, fue la más deforestada del país en 2013. O que de ella salieron, en 2014, lo equivalente a 13.000 camiones cargados de madera en tan solo un año.
Como no pisó las calles de Altamira ni jamás navegó entre las islas incendiadas del Xingú, Dilma Rousseff se autoriza a festejar “las ganancias sociales y ambientales de Belo Monte”.
Y, como en su discurso celebra al “pueblo brasileño”, pero desconoce a João da Silva, la presidenta no sabe que, el 4 de septiembre de 2015, él llamó a su familia para que se matasen en la isla quemada. En aquel momento, las palabras aún no estaban prohibidas para João, que explicó por qué quería matarse:
—Quiero que el mundo sepa que Belo Monte me ha matado.
Raimunda se lo impidió: “Le quité la canoa. A cualquier parte del río va a remo, nadando. Pero en la calle se pierde”. Y João se quedó perdido. Hoy, más que ayer.
Si João pudiese oír la voz de Dilma, sabría cómo continuó su discurso:
—Me parece importante poner de relieve que, con Belo Monte, no llevamos solo energía al resto de Brasil. Hemos creado aquí una riqueza única, que es poner a disposición de las empresas que quieran venir aquí, montar su negocio aquí, participar en este estado que tiene grandes reservas minerales, un gran potencial agrícola, pueden venir aquí, porque no va a faltar energía.
A menudo se cita Belo Monte como la tercera hidroeléctrica más grande del mundo, con 11.233 megavatios de lo que en la jerga técnica se llama “capacidad instalada”. Lo que el Gobierno se suele olvidar de mencionar es que, en la estación seca del Xingú, la producción de energía baja drásticamente. Así, de hecho, Belo Monte producirá un promedio de 4.571 megavatios, lo que la sitúa entre las hidroeléctricas menos productivas en la relación entre la capacidad instalada y la energía firme. Por esta razón, algunos investigadores del área energética repiten constantemente que ni siquiera desde el punto de vista de la producción de energía el proyecto se justifica.
Dilma reproduce, en la democracia, el proyecto de la dictadura para la Amazonia
En esta parte de su discurso, Dilma, la guerrillera torturada por la dictadura, reproduce, como presidenta, la misma ideología para la Amazonia defendida por sus verdugos. La dictadura civil-militar (1964-1985) veía la región como un territorio para la explotación, la selva era también un cuerpo a violar y torturar. Dilma hace resonar la propaganda del “Brasil Grande” de los generales, del progreso representado por las grandes obras, por los proyectos gigantescos de minería, por la idea de convertir el bosque en soja y en pasto para el ganado, como si eso fuera desarrollo y como si eso fuera sostenible. Es como si la presidenta se hubiese quedado congelada en el siglo XX.
La repetición del discurso del opresor por parte de la oprimida que llega al poder y, desde el punto de vista de una parte de los pueblos de la selva, se convierte en la opresora, es fascinante en lo que revela sobre lo demasiado humano. Pero es un desastre para Brasil. En este discurso, Dilma ignora los retos del cambio climático, así como los retos de un presente que solo tiene la oportunidad de alcanzar el futuro si aprende con los pueblos tradicionales, si valora la biodiversidad en vez de la destrucción. Dilma Rousseff ignora la época en la que vive, así como los debates más profundos de esa época.
Belo Sun es el nombre de la sombra que ahora avanza sobre el Xingu con un gigantesco proyecto de explotación del oro
De esa ignorancia resultan obras como Belo Monte, tan desplazadas del río Xingú como del siglo XXI. Y resulta otra sombra gigantesca, que avanza sobre la región en este exacto momento: Belo Sun. La empresa minera canadiense presiona para protagonizar “el mayor programa de explotación de oro en Brasil”, justo al lado de la hidroeléctrica. Está prevista la extracción de más de 37 millones de toneladas de oro en los primeros 11 años, un número tan “grandioso” que se hace difícil traducirlo en una imagen. Se llegó a programar la ceremonia de autorización a Belo Sun para abril, pero el Gobierno del estado de Pará dio marcha atrás. Belo Sun podrá ser un flagelo todavía mayor que Belo Monte. Para el Xingú, para Brasil, para el mundo. Que los dos tengan “belo” [bello] en el nombre es la prueba del cinismo que hizo que João da Silva pasase a temer las palabras.
Él, que fue uno de los obreros de la hidroeléctrica de Tucuruí, construida en la Amazonia por la dictadura, ha pasado a creer que la presa de Belo Monte se va a romper. Desde que la tragedia de Mariana consternó al mundo, João teme esa otra catástrofe. La imagen es una representación de la destrucción producida por Belo Monte en la vida de João.
La tragedia de João y Raimunda fue documentada en el reportaje “Refugiados en su propio país”. Norte Energia negó haber quemado su casa en la isla, así como haber cometido cualquier ilegalidad. A continuación, le propuso a Raimunda un acuerdo extrajudicial. En los términos del documento: “A fin de evitar la presentación de demandas judiciales de indemnización recíprocas, o demandas judiciales de cualquier otra naturaleza, dada la polémica instaurada, inclusive con repercusión en los medios de comunicación internacionales”. Le ofrecieron un “complemento” de 108.856,97 reales (30.761,86 dólares) a los 23.046,00 reales (6.512,56 dólares) pagados a principios de año, un total de 131.902,97 reales (37.274,42 dólares).
La defensora pública federal Mariana Carraro alertó a Raimunda de que no era una indemnización justa. Como su casa había sido incinerada, Raimunda podría ganar una cuantía mayor si presentase una demanda por daños morales. Por otra parte, la defensora informó que una acción judicial podría arrastrarse durante un período de hasta 10 años. En la casa donde ahora viven, en los suburbios de Altamira, Raimunda le dijo a João: “Mi viejo, ya no vamos a tener la leche y la olla. ¿Qué hacemos?”
“Decidí quedarme con la olla y tratar de ponerle leche dentro”, explica Raimunda. El acuerdo se firmó en diciembre de 2015. “Fue terrible, un peso enorme”, dice. “Pero pensé que, si fuese a esperar por la Justicia, mi viejo ya podría haber partido a otra dimensión, dejando atrás este caso sin solución”. En enero de este año el Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (IBAMA) le puso a Norte Energía una multa de 310.000 reales (87.602 dólares) por quemar la casa de Raimunda y de João.
Raimunda hizo el acuerdo porque creía que necesitaría el dinero para buscar tratamiento para João. En aquel momento, él afirmaba que “solo veía oscuridad” y caminaba tan solo algunos pasos antes de tener que sentarse. A veces, un vecino avisaba: “Don João está sentado en el medio de la nada,bajo el sol. Va a acabar muriéndose allí”. El abismo se ampliaría a finales de enero. La hija mayor de João y Raimunda intentó suicidarse tomando veneno para ratas. Se quedó en coma durante ocho días, pero se salvó. No explicó por qué quiso acabar con su propia vida. Los nombres de cada una de las siete comienzan con la letra “L de libertad”.
Cuando Dilma inauguró Belo Monte, la oscuridad de los días de João ya era mayor que cuando empezó a morirse.
—Para concluir, quiero decirles que tengo un orgullo inmenso de las decisiones que he tomado. Una de ellas, que quiero poner de relieve una vez más, es la construcción de Belo Monte como un legado para la población brasileña de esta región, para el pueblo de Altamira y el pueblo de Xingú. Incluso aunque no sean los municipios directamente impactados por Belo Monte, toda esta población se va a beneficiar directa e indirectamente. Tengo orgullo de las decisiones que he tomado.
Semanas antes de esta demostración de orgullo de la presidenta por su legado en el Xingú, el 15 de abril, Raimunda se manifestó en una reunión sobre el destino de los ribereños “removidos” por Belo Monte. Hablaban mucho de “criterios”. Raimunda entonces dijo: “Quiero saber cuál fue el criterio para los difuntos a los que ustedes han matado, pero no han enterrado”. Y recordó a João, su marido, “uno de los muertos vivos de Belo Monte”.
La mañana del 18 de abril Raimunda cuenta que tres mujeres del servicio social de la empresa llamaron a la puerta de su casa. Tal como se había acordado, las empleadas no dijeron que eran de Norte Energia. Sin embargo, al final de la conversación, João desconfió. Y Raimunda se vio obligado a confirmarlo. João se sintió engañado por Raimunda. “¡Ya he dicho que no quiero a nadie de esa empresa en mi casa!”, gritó. Y se encerró. Raimunda pensó que João estaba “más extraño” a causa de la rabia. Y no intentó hablar más con él.
Al día siguiente João amaneció “con el cuerpo todo enrollado”. Raimunda buscó tratamiento en Altamira, donde escuchó que él había tenido “un comienzo de derrame”. Entonces decidió buscar una ciudad con más recursos y lo llevó a Teresina, capital de Piauí, en un penoso viaje en autobús de casidos días. Una hija le ayudó, ya había que llevar a João a cuestas. Se hospedaron en una pensión. La médica diagnosticó que João había tenido un segundo accidente cerebrovascular. El primero, según ella, habría ocurrido cuando João se paralizó en la oficina de Norte Energía. Si se produjese un tercero, João podría no resistir. A finales de abril, Raimunda se llevó a João, a cuestas, de regreso a los suburbios de Altamira. En el viaje de regreso, el autobús se quedó cinco horas parado en la carretera porque se había roto un puente. Raimunda fue a pedir leche a una casa, para dársela a João. Lo dejó escuchando la canción Imagine, de John Lennon, que ella tiene guardada en el teléfono móvil, traducida al portugués, para escuchar cuando la vida duele. "Imagina a todo el mundo viviendo la vida en paz".
Raimunda cuenta: “La médica me dijo que no puedo estresarlo. Preguntó qué había causado toda aquella rabia. Se lo expliqué. Dijo que no podía decir esas palabras cerca de él, porque podría morirse si tuviese un derrame más. Pero yo le dije que no hay cómo dejar esas palabras de lado en Altamira.Norte Energia, Belo Monte, en la ciudad esas palabras están delante de las narices de todo el mundo. Así que la doctora me dijo que buscase una forma de que no las oyese. Por eso apagué el televisor cuando Dilma estaba hablando”.
En el Xingú circula un juego de palabras con el nombre Belo Monte: la central sería un “Belo Golpe” [“bello golpe”] dado por Dilma y por el PT
El 5 de mayo, el día que Dilma Rousseff inauguró Belo Monte, João da Silva cumplió 64 años. Ya no anda. Tampoco come solo. Aún habla. Pero no pronuncia las palabras prohibidas. Antonia Melo, la mayor líder popular del Xingú, y otras mujeres del Xingú Vivo, uno de los pocos movimientos sociales que no fue cooptado por el Gobierno y se mantuvo en la resistencia a Belo Monte, le llevaron una tarta de cumpleaños. Habían acabado de escribir unacarta de respuesta al discurso de Dilma Rousseff: “Hoy te has rebajado a inaugurar la más nefasta de las obras del Gobierno del PT, aquella que ha manchado la imagen de Brasil en todo el mundo. Una iniciativa que heredaste de las mismas mentes enfermizas que te torturaron en la cárcel”.
Fue una reunión de personas destrozadas por el de 5 de mayo de 2016. Pero nadie mencionó el tema para no poner en peligro la vida de João. “No hay nada que celebrar”, dijo João. Antonia le respondió: “Usted está vivo”. João lloró.
Cerca del final de su discurso, Dilma Rousseff afirmó:
—Debemos repudiar cualquier proceso que intente dar un golpe para garantizar que los sin votos lleguen a la presidencia. Tenemos que afirmar alto y claro que la democracia es el lado correcto de la Historia.
En Altamira, a Belo Monte le llaman “Belo Golpe” [“bello golpe”] aquellos que denuncian la masacre de los derechos constitucionales que la implantación de la central ha promovido. Para ellos, es en el Xingú donde el Gobierno del PT consumó la ruptura del estado de derecho. No hay ninguna esperanza conun Gobierno Temer. Al contrario. El programa anunciado en el documento Un puente hacia el futuro es, para ellos, un puente hacia un pasado que conocen bien. El sector eléctrico en Brasil, en este Gobierno y en Gobiernos pasados, tiene las huellas digitales del PMDB, como la Operación lava Jato ya ha comenzado a mostrar.
La presidenta afirmó también que “el gran juez es el pueblo brasileño”. Y así se despidió en Belo Monte:
—No habrá perdón de la Historia para los golpistas.
Sin embargo, la última palabra no es de Dilma Rousseff. Ni del Parlamento. La última palabra, aquella con la que Dilma, Lula y el PT tendrán que vérselas con la Historia, es aquella que João da Silva ya no puede pronunciar.
Eliane Brum es escritora, periodista y documentalista. Autora de los libros de no ficción Coluna Prestes - o avesso da lenda, A vida que ninguém vê, O olho da rua, A menina quebrada, Meus desacontecimentos, y de la novela Uma duas.
Sitio web:desacontecimentos.comEmail:elianebrum.coluna@gmail.comTwitter:brumelianebrum
Traducción de Óscar Curros
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