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“Ha sido como una guerra”

Familiares de las víctimas del terremoto siguen desde Madrid la última hora del seísmo

Lauro Molina (izquierda), que ha perdido una sobrina en el terremoto, y José Moreira, en el consulado de Ecuador en Madrid este lunes.
Lauro Molina (izquierda), que ha perdido una sobrina en el terremoto, y José Moreira, en el consulado de Ecuador en Madrid este lunes.Germán R. Páez

A la sobrina de Lauro Molina, un ecuatoriano de 65 años, se le cayó un muro encima la noche del sábado. Una sacudida de magnitud 7,8 arrasó la casa de Portoviejo (provincia de Manabí, Ecuador) donde estaba con su familia la joven de 25 años, una de las al menos 350 víctimas mortales del seísmo. Este lunes su tío llora su muerte, a 9.000 kilómetros de distancia, sentado al sol frente al Consulado de ese país en Madrid. Espera junto a José Moreira, un joven de 29 años al que no conoce pero con el que comparte el dolor por la catástrofe. Moreira vive angustiado desde el sábado: aún no ha podido contactar con algunos familiares y amigos. Son dos de los 39.000 ecuatorianos que viven en Madrid con un nudo en la garganta y la mirada vuelta hacia su tierra desde que se produjo el seísmo.

"Ha sido como una guerra", cuenta con serenidad Molina, al que algunos familiares le han descrito el panorama de Portoviejo, una de las localidades más afectadas junto a Pedernales, a 180 kilómetros. Allí tiene un tío del que nada sabe. "Pedernales estaba resurgiendo, es de las zonas más ricas por el turismo", dice de este pueblo costero al oeste del país en el que varios hoteles se vinieron abajo. Aunque, según apunta Moreira, los más afectados fueron las familias "de clase media para abajo": "Muchos son gente del campo que viven en las colinas, en casas con estructuras de madera".

Moreira pudo hablar con algunos familiares en las primera horas que siguieron al seísmo, pero esta mañana llevaba incomunicado más de 20 horas, como otros muchos ecuatorianos que viven en España. "La línea telefónica estaba cortada allí, y ahora las baterías de sus móviles están muriendo..." Sus tíos de Ecuador le dieron la noticia del terremoto la madrugada del sábado y no pudo seguir durmiendo. Se lamenta por la mala suerte de su región, la provincia de Manabí, que una semana antes del seísmo había sufrido unas inundaciones que anegaron los cultivos y provocaron cortes de agua.

Molina y Moreira esperan, como otros compatriotas, a la reunión de las seis. Este lunes por la tarde los colectivos de ecuatorianos de Madrid se organizarán en el Consulado para coordinar el envío de ayuda hacia Ecuador. El Consulado ecuatoriano se mantiene en contacto con la embajada para establecer "un protocolo de actuación". "Estamos esperando alguna decisión del Gobierno", cuenta Juan Carlos Cuéllar, un agregado cultural de la embajada ecuatoriana que no se atreve a adelantar acontecimientos. Piensa que su país no pagará billetes de avión a la zona para los familiares directos de las víctimas: "En momentos de crisis económica va a ser un poco difícil", dice.

—Se ha muerto la hija de Galarza —dice de repente Molina con el móvil en la mano—. Se va para allá mañana, a las seis de la mañana.

—Dile que venga antes al Consulado para animarse. Que venga a la reunión de esta tarde —responde Moreira junto a él.

"Galarza" es Iván Galarza, un compatriota amigo de Molina que reside en Madrid desde hace años, un conocido de todos en Puertoviejo. "A su hija se le cayó la casa encima" explica Molina, a quien le acaba de llegar la noticia por Facebook. Llama a su amigo para darle el pésame. "Los rescatadores la sacaron hoy a las seis de la mañana", cuenta sereno el padre al otro lado de la línea. Lleva 18 años vivendo en España. Vino solo, toda su familia está en Ecuador.

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